La economía llega al balotaje con una contracción del 1,8% por la sequía, un PBI per cápita estancado desde 2012; una inflación del 142%, el mayor nivel en 32 años; salarios que subieron menos en los últimos 12 meses, un 132%; un desempleo de apenas 6,2% y una pobreza del 40%, que no se veía desde el final del gobierno de Carlos Menem (1989-1999) o desde mediados del de Néstor Kirchner (2003-2007), cuando bajaba del pico de 65% en 2002. En este escenario, sólo es posible que gane el ministro de Economía, Sergio Massa, porque se enfrenta a un economista ultralibertario, Javier Milei, que no sólo niega el terrorismo de Estado sino que promete privatizar casi todo (aunque después se desdice) e idolatra un modelo económico, el de Menem, que terminó con una crisis que redujo el PBI a un tercio entre 1998 y 2002, con una desocupación del 21% y dos de cada tres argentinos pobres.
No parece previsible que, gane quien gane, la población vaya a tolerar sostener el statu quo económico. La duda es qué camino escogerá cada uno si triunfa.
En el equipo de Milei insisten con la dolarización, pero ya no están tan apurados como antes: “El plan se está trabajando hace mas de dos años con Emilio Ocampo como principal referente. Es una estabilización paulatina hasta que estén las condiciones para poder dolarizar a un tipo de cambio razonable, entre el oficial y el paralelo”. Incluso el diputado libertario expuso este miércoles ante empresarios que primero hay que ajustar el gasto público y resolver la bola de Letras de Liquidez (Leliq), la deuda del Banco Central que toman los bancos con dinero de los plazos fijos de los ahorristas, y sólo después liberar el cepo cambiario. Ni mencionó que después vendría la dolarización, quizá para no irritar a los empresarios y a los economistas del PRO que lo apoyan pero rechazan la eliminación del peso.
Pero la idea de adoptar la moneda norteamericana persiste, como también la de endeudar al país en hasta US$ 30.000 millones para conseguir los dólares para retirar los pesos del mercado. “No se descarta para nada. Ya se están buscando los avales de esa deuda desde hace tiempo”, cuentan en el equipo de La Libertad Avanza (LLA), donde calculan que necesitan US$30.000 millones en avales, pero quizá el endeudamiento sea menor a esa cifra, entre US$10.000/20.000 millones. Cuanto más confianza despierten, menos crédito emitirán. Lo que está claro es que en este momento, antes de que Milei ejecute con éxito su plan de ajuste, pocos inversores están interesados en prestarle a un país defaulteador serial como la Argentina para que cambie su moneda. Tres ex integrantes del equipo económico de Mauricio Macri rondan ahora a Milei: Federico Sturzenegger, Luis Caputo y Guido Sandleris.
Massa, en tanto, prometió un ministro de Economía de fuera de su fuerza política. Guardan silencio Marina Dal Poggetto y Martín Rapetti, ex asesores del radical Facundo Manes, así como el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta; su secretario de Asuntos Estratégicos, Martín Redrado, y su consejero Hernán Lacunza. Si se desconoce el jefe del Palacio de Hacienda, resulta difícil adivinar el plan que instrumentará, pero los actuales viceministro y jefe de asesores de esa cartera, Gabriel Rubinstein y Leonardo Madcur, están convencidos de que hay que aplicar un plan de estabilización de precios.
Esta semana, Dal Poggetto abogó por esa receta de shock en un evento del estudio de abogados Marval. Ella declinó el año pasado ocupar el cargo que finalmente aceptó Rubinstein porque le dijo a Massa que había que poner en marcha un plan de estabilización, que implica devaluación del peso y alza de tarifas, pero el ministro, condicionado por la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, rechazó esa medicina. En tanto, Rapetti publicó en agosto pasado un estudio de su coautoría sobre los 46 programas antiinflación emprendidos en Latinoamérica desde 1970, incluidos los únicos 12 que resultaron exitosos a largo plazo. En el mercado esperan que el ministro sea alguien de renombre y experiencia en la administración pública, pero ese tipo de especímenes en general ya han fracasado.
elDiarioAR hizo consultas entre los economistas que más aciertan en sus pronósticos, según los relevamientos del Banco Central y la consultora española FocusEconomics, para que contarán qué escenarios posibles se imaginan para la economía si gana uno u otro candidato; si Milei va a fondo con la dolarización o la archiva por presión de su nuevo aliado Macri o si Massa aplica un ajuste suave o fuerte o patea el problema con la ilusión de salvarse con la próxima cosecha. Entre los sondeados figuran cuatro expertos de consultoras: el nuevo director ejecutivo de LCG, Javier Okseniuk, que viene de trabajar en el equipo de Martín Lousteau como prencandidato fallido a jefe de gobierno porteño; el socio y fundador de MAP, Juan Pablo Ronderos; Santiago Manoukian, jefe de investigación de Ecolatina, la firma fundada por Roberto Lavagna; y Hernán Hirsch, graduado en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y con un posgrado en la de San Andrés.
Okseniuk considera “muy poco probable” que Milei avance con la dolarización “por la ausencia de dólares y la escasa probabilidad de conseguirlos en el corto y mediano plazo”. Aun así, si se insistiera en la intención de dolarizar la economía mediante canje de activos, se exacerbarían las expectativas de devaluación. Habría una posible corrida bancaria aun con un cambio de denominación de moneda de los contratos bancarios. Habría una dinámica mucho más agresiva si se levantaran todos los cepos y restricciones. Sin soporte político, una fuerte espiralización de precios. Incluso con precios ya dolarizados, habría una espiralización posterior de precios no transables para corregir los desvíos de precios relativos ocasionados por la devaluación previa. En caso de que se pudiera lograr una dolarización, al ser tan traumática se exacerbará la conflictividad social y la sensación de desgobierno“, evalúa quien fuera director del Banco Nación en el final del gobierno de Macri y asesor de la misma entidad en el comienzo de la gestión de Alberto Fernández.
Hirsch, en cambio, opina que el libertario sí arrancará rumbo a la dolarización, pero coincide con Okseniuk en que sobrevendría una hecatombe: “Todo tendería a espiralizarse y subiría el riesgo de crisis”. Ronderos también es de los que prevé que Milei se modere, pero reconoce que “no se puede descartar su versión dolarizadora”.
“En el corto plazo, vamos a estar atentos a las señales que de el candidato ganador”, arranca a analizar Manoukian. “Al no poder tomar todavía grandes decisiones o dar grandes precisiones, las señales que puedan dar el rumbo al cual quieren ir, quiénes serían los intérpretes de ese programa, si hay acuerdos políticos, todo eso va a ser muy relevante”, prosigue el economista de Ecolatina. “En el caso de Milei, todos en el mercado vamos a estar centrados en escuchar qué tiene para decir sobre la dolarización. Si la enuncia o la posterga para más adelante. Si la ratifica fuertemente, podría generar muy probablemente nuevas tensiones cambiarias. Eso le quitaría el techo nuevamente al tipo de cambio paralelo, como lo vimos en la previa de las elecciones generales.”
“También es importante qué tiene para decir sobre su alianza con una parte del PRO, que le garantice gobernabilidad, extender su equipo económico y, de esa manera tender hacia un giro más moderado que el Milei de hace cinco meses”, continúa Manoukian. “Si Milei descarta o posterga su idea de dolarizar, podría facilitar un poco la transición electoral y encauzar las expectativas favorablemente para los mercados financieros, tomando un programa más parecido a Juntos por el Cambio (JxC). El mercado percibe en Milei la voluntad del cambio, de implementar reformas, pero la pregunta es la gobernabilidad, no sólo entendida como apoyo parlamentario sino también el manejo de la conflictividad social, que probablemente entre en una mayor tensión con un programa de estabilización o con las correcciones que la economía precisa”, evalúa este economista graduado en la Universidad de San Martín y con un posgrado en la de UBA, que en 2019 fue asesor en la Secretaría de Comercio Exterior.
Okseniuk opina que si Milei quiere evitar el vendaval de expectativas negativas que podría ocasionar la ratificación de su plan dolarizador, “debería anunciar con firmeza que esa no será una política de su gobierno y que se concentrará en una agenda de reforma del Estado y fiscal”. Pero no es muy optimista de que pueda emprender este camino más parecido al que planteaba Patricia Bullrich. “Dejando de lado los alcances, la magnitud y la velocidad de esa reforma, sería una agenda más propia a la enunciada por los distintos referentes de JxC, pero en principio sin todo el soporte político para realizarlo. El énfasis deberá estar en lograr ese soporte, mediante ejercicios de persuasión y negociación política, algo que pareciera no estar dentro de la genética de LLA. Fruto de esos acuerdos, deberán dejarse de lado las propuestas más fantasiosas sacadas de vulgaridades teóricas. Sin ese soporte, existirán dudas de cómo sobrellevar la eventual conflictividad social en una economía nuevamente recesiva, lo que atentará contra la sostenibilidad de las iniciativas, afectando a la eficacia de la estabilización”, advierte este economista graduado en la UBA y con un posgrado en la Di Tella, que fue subsecretario de Programación Económica cuando Lousteau fue ministro de Economía de Cristina Fernández de Kirchner y después asesor de la Secretaría de Finanzas en ese gobierno y del Ministerio de Hacienda en la era Macri.
Ronderos, en cambio, considera que Milei puede girar hacia un programa similar al de JxC. También prevé que lo haga Massa. “Nosotros venimos trabajando desde hace varios meses con nuestros clientes con la hipótesis de que al final del camino los tres candidatos de aquel momento, incluida Bullrich, terminaría convergiendo hacia su versión más moderada, que sería un plan más estándar de estabilización como los que funcionaron en el mundo. Esa hipótesis fue creciendo en probabilidad y creo que después de la elección general estamos hoy ante la posibilidad de un Milei más moderado, lo que significa no dolarizador, y un Massa, más moderado, que significa no kirchnerista ni continuista de lo que se viene hace mucho tiempo en la Argentina. Obviamente no es lo mismo el Milei moderado que el Massa moderado, pero sus versiones extremistas hoy tienen menos probabilidad de ocurrir”, completa este economista graduado en la Universidad de La Plata y con un master en la Di Tella.
A partir esta hipótesis, Ronderos imagina el camino entre el día después de la votación y la asunción del nuevo gobierno, siempre y cuando la definición no sea tan pareja que requiera definir unos días después en el recuento definitivo. Si no hay ganador claro esta noche, es de esperar que los inversiones financieros reaccionen mal este martes, cuando reabran tras el feriado del lunes. “Esperamos que la transición hasta el 10 de diciembre gane quien gane va a ser dura y los mercados van a estar esperando primeras señales de equipos”, continúa el socio de MAP. “Después habrá que hacer correcciones sí o sí y eso implica corregir el tipo de cambio (oficial), devaluación con traslado a precios, y corregir precios relativos (de bienes y servicios con valores atrasados), como las tarifas, lo que es necesario para un fuerte ajuste fiscal. Eso significa que vamos a un esquema de transición hacia la unificación del tipo de cambio, que puede tardar entre seis y nueve meses”, puntualiza Ronderos.
Al igual que Milei, Massa también habla de liberar el cepo cambiario pero a fines de 2024. “El primer semestre del nuevo gobierno será de caída de la actividad económica y aceleración de la inflación por esa corrección de precios relativos. Si las cosas salen bien, deberíamos empezar a ver recuperación económica hacia fin de 2024, pero con inflación muy alta pero desacelerando. Recién en 2025 tendríamos crecimiento, que nos permita de a poquito recuperarnos”, prevé este también profesor de la Universidad de La Plata.
El déficit fiscal primario (antes del pago de la deuda) debía ser del 1,9% del PBI según el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) este año, pero apunta al 3%. Por ahora, el ministro candidato promete en campaña equilibrio o superávit, o sea un recorte de tres a cuatro puntos del PBI, en 2024, pero sin ajuste profundo del gasto sino sobra la base de eliminar beneficios tributarios, una mayor recaudación por una mejor cosecha y algunos recortes que no lucen tan incisivos como eliminar los teléfonos celulares pagos en la administración pública, unificar algunas empresas estatales, transparentar las licitaciones con el sistema blockchain y podar ciertos gastos ineficientes. Habrá que ver si con eso es suficiente para llegar al déficit cero o el superávit del 1% o terminan anunciándose más reducciones de erogaciones, como los subsidios a la energía de las clases media y baja.
Hirsch también considera más probable que el postulante de Unión por la Patria (UP) emprenda un plan de estabilización más agresivo de lo anunciado hasta ahora. “Aun cuando hubiera un Massa negociador, para fin de año volvería el tole tole”, advierte. Su colega Manoukian plantea que el principal desafío del abogado tigrense radica en “ratificar la búsqueda del equilibrio o superávit fiscal, despegarse del gobierno actual y dar pronto señales y nombres de que hay un viraje en la política económica”.
Si se cumple su promesa de poner un opositor al frente del Ministerio de Economía y la mitad de oponentes en el director del Banco Central, “eso puede darle imprimirle credibilidad hacia adelante, algo que debe reconstruir rápidamente”. “También debe dar señales en lo fiscal y en lo monetario, cortar la maquinita (de emitir moneda del Central) para asistir al Tesoro. Si gana Massa este domingo y en su discurso faltan menciones al equilibrio fiscal y hay señales de mantener el statu quo, puede acrecentar la incertidumbre en el mercado. No esperamos una radicalización de esta continuidad porque la consideramos imposible, dadas las restricciones múltiples que enfrenta la política económica. Hay un falso dilema que se instaló entre continuidad y cambio en esta elección. Va a haber cambio porque la realidad lo impone sobre la ideología, pero la pregunta es la orientación del cambio, qué magnitud, cómo se van a repartir los costos del plan de estabilización entre la sociedad”, prosigue el analista de Ecolatina. “A Massa no le alcanza con haber mandado al Congreso un proyecto de presupuesto 2024 con un déficit del 0,9% y una separata para discutir sacar beneficios impositivos y llegar así al 1% de superávit. Tiene que plantear claro una consolidación fiscal creíble, ya no señales vagas sino firmeza”, advierte.
“La situación actual de estancamiento y muchos años de inercia y espiralización inflacionaria requieren una posición enérgica de que se perseguirá un objetivo de estabilización”, coincide Okseniuk. “La experiencia histórica de distintos programas en la Argentina y en el mundo muestra que son frecuentes medidas a medio camino que no logran torcer expectativas. Se requiere que se respire la sensación de un cambio de régimen, un shock de gobernanza de cómo se gestiona la cosa pública, con una agenda amplia de reformas, y con el soporte político para que se perciba como permanente. Esto no necesariamente está ligado a la cantidad de puntos de gasto primario que debe cortarse en lo inmediato, pero tampoco podrá lograrse desligándose de una visión contundente de que las cuentas fiscales deben ordenarse. Cuanto más integral sea la reforma del Estado, mayor será la idea de esfuerzo compartido y aumentan las probabilidades de que se sostenga en el tiempo. Iniciativas confusas o dubitativas no lograrán el objetivo de estabilización”, opina este economista amigo de Lousteau.
Existe la posibilidad de que el candidato de UP opte por evitar el ajuste que implica un plan de estabilización. “No podemos descartar el escenario de un Massa que no quiera o no pueda salirse del rumbo actual y se pase de gradualismo”, señala Ronderos. “Un gradualismo -es decir, ir bajar el déficit de a poco como prometió el gobierno de Alberto Fernández- hoy es imposible de llevar adelante porque ya no tenés fuentes de financiamiento de ningún tipo”, alerta Ronderos. En este sentido hay un consenso entre los economistas de que hay que ir rápido al déficit cero. Lo proponía hasta Itai Hagman, el economista del otro precandidato presidencial de UP, Juan Grabois.
“No hay manera de lograr un resultado virtuoso desentendiéndose de la complejidad y urgencia de la situación actual”, comenta Okseniuk. “Son muchas las variables que están en estado de fragilidad y que requieren una coordinación precisa”, continúa el analista de LCG y advierte que Massa no podrá encomendarse a una buena cosecha: “La próxima cosecha sólo evitaría que las reservas caigan en la magnitud de lo que cayeron este año, pero seguirán estando en terreno negativo si no se ejecuta un plan integral. Este escenario sería de crisis garantizada”.
AR/DTC