La mezcla de temor, perplejidad y fascinación que infunde el Gobierno en el mundo de los negocios es tal que, la noche previa al papelón que hizo Manuel Adorni tratando de explicar cómo Sandra Pettovello acaparó 5 millones de kilos de alimentos en galpones mientras se los negaba a los comedores populares, un grupo de empresarios y lobistas lo agasajó con un banquete y un premio por su labor como vocero presidencial. Incluso aunque algunos acababan de sufrir en sus fábricas el corte de gas que paralizó por 24 horas a la industria y dejó a pie a los usuarios de GNC, el establishment sigue fingiendo demencia e intentando arrimarse al cada vez más reducido círculo de personas con las que Javier Milei toma decisiones. Un entorno al que la violenta eyección de Nicolás Posse sembró de dudas y desconfianzas mutuas.
Los que organizaron la cena del miércoles para homenajear al ignífugo Adorni son ‘los pingüinos’, una ecléctica barra que incluye a los banqueros Juan Nápoli (Banco de Valores) y Gabriel Martino (exCEO del HSBC), a los industriales José Urtubey (Celulosa), Damián Pozzoli (Havanna) y Marcelo Figueiras (Richmond), al multimillonario proveedor de cloro de AySA, Mauricio Filiberti, a los exfuncionarios macristas Fabián Perechodnik y Federico Salvai y a los RRPP ‘Tato’ Lanusse, Juan Pablo Maglier y Alejandro Gravier. Todos varones. El nombre, lejos de sugerir simpatías políticas, remite al country de Ituzaingó donde se juntaron por primera vez. La corbata que le regalaron a Adorni es igual a la que le obsequiaron hace poco al presidente uruguayo Luis Lacalle Pou.
Otros empresarios, en cambio, empiezan a horrorizarse por los efectos de la recesión con la que Milei apuesta a frenar la inflación. Uno de ellos es el dueño de la contratista Panedile, Hugo Dragonetti. “Estamos en una crisis peor que la de la pandemia, a la defensiva, y la dirigencia tiene miedo de hablar por el ejército de trolls que te acosa si decís algo y porque todavía tiene esperanzas de que el Gobierno pague lo que nos debe de la gestión anterior. Sufrimos falta de seguridad jurídica en todo: no respetan los contratos y tampoco tienen planes para el futuro, por lo cual no sabemos si nos sirve mantener empleados y máquinas o no. Es una suerte de expropiación”, dijo esta semana a elDiarioAR.
Según datos que todavía no hizo públicos la Cámara de la Construcción (CAC) âque Milei suele llamar “de la corrupción”â cerca del 20% de las contratistas ya cerraron (unas 4.000) y echaron a unos 100.000 obreros, una cifra que podría llegar a 150.000 en julio. La venta de materiales según el índice Construya cayó un 33%, al nivel de 2004. No solo se vende mucho menos cemento a granel, típico de trabajos de gran escala, sino también en bolsas, más usado para la construcción privada.
¿Qué consecuencias puede tener ese freno en seco de todas las obras en el corto plazo? “Pues que de a poco los trenes pararán por falta de repuestos, un día chocarán, otro día nos quedaremos sin gas, las rutas no se mantendrán y aparecerán pozos, después se harán intransitables, las cloacas estallarán por falta de obras de mantenimiento, se le caerá un techo a una escuela y mil cosas más que irán mostrando un lento pero inexorable deterioro”, vaticinó Dragonetti.
Altos hornos
Es lo que vivieron los taxistas que no pudieron cargar GNC porque no hubo plata para terminar las dos plantas compresoras del Gasoducto Néstor Kirchner, que costaban una décima parte de lo que terminará gastando este invierno Luis Caputo en el gas importado para reemplazar el que el caño podría haber traído de Vaca Muerta. También lo sintieron los millones de pasajeros que viajaron a 30 kilómetros por hora en tren el mismo jueves y que el martes no tendrán siquiera eso por otro paro de La Fraternidad. Casi una remake de lo ocurrido entre 2004 y 2014 en el pueblo estadounidense de Grafton, New Hampshire, donde un grupo de 200 anarcocapitalistas procuró antes que Milei poner en práctica su utopía libertaria a menor escala.
Aquellos minarquistas, casi todos varones solteros, se conocieron por internet y eligieron Grafton porque apenas lo habitaban unos mil votantes tradicionalmente conservadores. Se mudaron juntos al pueblo y pronto consiguieron que bajaran 30% los impuestos a cambio de que el municipio suspendiera la recolección de residuos, el mantenimiento de caminos y el código de planeamiento urbano. Pasó todo lo que vaticina Dragonetti para Argentina y algo más: como la trama urbana se expandió sin control y muchos vecinos mantenían basura fuera de sus domicilios (también dejaron de ser obligatorios los tachos con tapa), los osos de bosques aledaños empezaron a acercarse a las casas en busca de comida. Como habían despedido a los especialistas en control de plagas, los recién llegados intentaron ahuyentarlos con bengalas y otros métodos que los atrajeron más. Para peor, la ingesta de azúcar y sal alteró su ritmo de hibernación y los volvió violentos. Asolado por los osos mutantes, Grafton terminó por echar a los minarquistas y debió ampliar en un 50% el presupuesto inicial del municipio durante varios años para reconstruir lo dañado.
En la gestión que encabeza el autopercibido máximo referente de la libertad en el mundo, la retracción del Estado no solo responde al afán de ahorro de Caputo sino también a ineficiencias inéditas como las de Pettovello y el secretario de Energía, Eduardo Rodríguez Chirillo. El caso de los comedores populares es elocuente: de los 44.000 que se anotaron en 2020 en el RENACOM, un registro apurado por la pandemia, Pettovello dice haber detectado 1.201 que no existen. Aun si fuera cierto, que haya irregularidades en el 3% del total no justificaría dejar sin comida a todos. Pero además, tanto Cáritas como el Frente Patria Grande, el FOL, la CCC y el Polo Obrero presentaron a la Justicia fotos y grabaciones de muchos de los comedores señalados como truchos que sí existen.
Tampoco es solo comida que se acerca a su fecha de caducidad, como los 340.000 kilos de leche en polvo que vencen en julio. Se podrían haber repartido desde enero y siguen en los galpones. El escándalo de los más de 100 contratos con la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), la sospecha de que se pagaban sobresueldos con dinero que debía ir a la ayuda social y la eyección de Pablo de la Torre y Federico Fernández, el verdadero ministro en las sombras y su segundo, prometen crecer. Además, una avanzada del peronismo empezó a preguntar en Washington si el Gobierno dejó caer también una línea de crédito que anunció en marzo la directora del Banco Mundial para la región, Marianne Fay, por U$S 283 millones, específicamente para políticas alimentarias.
La seguidilla de bloopers con el gas que obligó a cortarlo el jueves a toda la industria se vivió en Techint con sentimientos encontrados. Si bien Paolo Rocca es uno de los más entusiastas mileístas del establishment y su producción de gas en Vaca Muerta no para de crecer, en su siderúrgica de San Nicolás tuvo que paralizar sus líneas de producción y bajar la temperatura del antiguo alto horno de SOMISA al mínimo técnico. La planta Ternium ya había parado la semana anterior por la muerte de Nicolás Troyas, de 36 años, que se calcinó en ese mismo horno. La UOM denunció problemas de seguridad y recordó que en marzo ya se había accidentado otro operario, al caer de 13 metros porque cedió una rejilla. Pero entre los operarios también se mastica bronca contra el gremio porque Troyas no trabajaba para Ternium sino para Loberaz, una tercerizada vinculada al histórico jefe de la regional, Naldo Brunelli. Una historia que se repite en los trenes con la misma dirigencia sindical que acompañó las privatizaciones de los 90.
Todo un contraste con el colectivista Luiz Inácio Lula Da Silva, que el viernes pasado inauguró la mayor fábrica del mundo de etanol junto a los popes de la petrolera Raizen, dueña en Argentina de las estaciones de servicio y refinerías de Shell. Un desembolso monumental pese a que Brasil no ofrece nada parecido al Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI), que acá llega al recinto del Senado sin grandes cambios. Aún sin eso atrae el 41% de la inversión extranjera que llega a Latinoamérica, mientras Argentina solo recibe el 7%.
Sin yuanes pero con iris
Quizá vuelva a confiar en el país Martín Varsavsky, el multimillonario emigrado que ayudó a Milei a organizar su agenda de reuniones con los zares de Silicon Valley y que posteó al recibirlo un video celebrando que Argentina haya “dejado atrás el socialismo”. Sería poner la otra mejilla, porque el mismo Milei está en plena faena de desmantelamiento de www.educ.ar, el portal al que donó U$S 11 millones durante el gobierno de Fernando De la Rúa y al que dieron continuidad Duhalde, los dos Kirchner, Macri y Alberto Fernández.
¿Qué quieren del país los tecnopotentados a los que admira Milei, más allá del litio que ambiciona Elon Musk para sus autos eléctricos? La reunión con Sam Altman, fundador de OpenAI, ofrece una pista. No había nadie más que él de la compañía líder en inteligencia artificial pero sí tres personas de WorldCoin, su otro gran emprendimiento, que escanea el iris del ojo a cambio de dinero y que en Argentina consiguió cerca de un millón de voluntarios de los cerca de cinco millones que lleva escaneados en todo el mundo. Prohibida en Portugal, España y otros países europeos por no haber detallado qué hace con los datos biométricos que obtiene, Worldcoin avanzó acá en varias provincias y también en Venezuela, Haití e incluso Cuba, donde la gente acepta someterse a su “orbe ocular” a cambio del pago que ofrece en su propia criptomoneda. Son 70 WLD que pueden estirarse hasta 100 si el conejillo de Indias recomienda a un conocido para que también lo haga. El problema es su volatilidad: el WLD llegó a cotizar a casi US$11 en marzo y ahora vale menos de 5.
Los cazadores de iris de Altman ya se habían reunido el 4 de mayo en Buenos Aires con el jefe de asesores de Milei, Demian Reidel. Unos días después, el 23 de mayo, llegaron los salvadoreños de la Comisión Nacional de Activos Digitales para reuniones en la Comisión Nacional de Valores (CNV) donde contaron su experiencia al incorporar el Bitcoin a las reservas de su banco central. Es la criptomoneda más usada pero no por eso menos volátil. El Salvador del ultraderechista Nayib Bukele, a cuya asunción por segundo mandato consecutivo asistió ayer Milei, perdió un 37% de lo apostado en sus primeros dos años pero consiguió dar vuelta esa pérdida con el subidón de este año.
Ahora que en Economía ya se preparan para pagar con reservas el swap que Milei no pudo renovar con China por sus bravatas anticomunistas, en otro blooper parecido al del gasoducto, las cripto pueden aparecer como una alternativa salvadora. Si en 10 años nos corren los osos y encima nos dejan ciegos o nos vacían las cuentas bancarias desde una computadora de Silicon Valley, habrá que ver qué de qué nos disfrazamos.
AB/DTC