Indice Big Mac

Milei lo hizo: el peso ya no es “excremento” sino la segunda moneda más sobrevaluada del mundo

Antes de ser presidente, Javier Milei explicaba que el peso se devaluaba porque era la moneda que emitían los políticos “chorros” de la Argentina y no valía más que como “excremento”. Ahora su receta de motosierra fiscal que terminó con la emisión monetaria para financiar el déficit, su política de tasas de interés y sus costosas intervenciones en el mercado de los dólares financieros han llevado a que el peso sea la segunda moneda más sobrevaluada del mundo.

Así lo pone en evidencia el nuevo índice Big Mac, que elabora la revista The Economist cada medio año para medir a partir del costo de la famosa hamburguesa de MacDonald's cuán apreciada o devaluada está la moneda de los países, o sea, cuán caro o barato está.

Sólo Suiza, con su poderoso franco, está más cara que la Argentina, según el índice Big Mac que se publicó este lunes. Está 39% sobrevaluado. Es natural. Siempre Suiza, con su fuerte industria financiera, refugio de capitales millonarios, ha sido onerosa. Lo sorprendente es que el peso argentino, que en 2022 figuraba entre las monedas más devaluadas, ahora sea la segunda más apreciada, en un 20,1%. Se toma en cuenta el tipo de cambio oficial, que es el que rige para las exportaciones e importaciones. Ahora que la brecha con el paralelo es corta, la medición resulta más realista que hasta 2023, cuando era el blue, el MEP y el CCL valían el triple que el oficial.

Un peso fuerte es consecuencia de la exitosa receta antiinflacionaria de Milei, pero también es causa de la baja del índice de precios al consumidor (IPC). Pero al mismo tiempo que pisar el dólar (el oficial sube sólo 1% mensual), como también las tarifas y los salarios, es un método al que recurre el presidente y su ministro de Economía, Luis Caputo, para un fin noble como reducir la inflación, también trae consecuencias negativas para la economía.

Por un lado, festejan los ciudadanos que compran productos importados más baratos que antes, viajan al exterior o se ilusionan con que sus clubes repatrían futbolistas del exterior -antes se iban hasta a Bolivia y Uruguay- o traen extranjeros que antes ni pisaban estas tierras. Pero por otro el campo, la industria, el turismo, la producción audiovisual y la exportación de servicios informáticos y profesionales se perjudican porque se encarecen y pierden mercado interno y externo. A la larga se genera desempleo, como ya ocurrió cuando el peso se sobrevaluó entre 1999 y 2001, en el final de la convertibilidad por la que un peso equivalió a un dólar durante 11 años.

El índice Big Mac demuestra que el peso argentino está más apreciado que el uruguayo, tercero en el ranking, con un 19,3% de sobrevaluación. Antes Uruguay era el país más caro de Latinoamérica. Ya no. Por algo los veraneantes en Punta del Este comentan que ya no les cuesta tanto como Buenos Aires. Después de Uruguay, en el ranking figuran Noruega (15,3%), la eurozona (2,8%), Costa Rica (1,9%) y EE UU, el país base para medir apreciaciones e infravaloraciones en este indicador. Ahora con Donald Trump en el poder y su proteccionismo reforzado, el dólar puede valorarse aún más y arrastrar consigo hacia arriba a las monedas atadas a él, como el peso argentino.

Entre las monedas latinoamericanas, les siguen Colombia (depreciada 10,6%), México (20,5%), Chile -destino de las compras de los argentinos- (21,5%), Perú (21,8%), Nicaragua (22,7%), Venezuela (23,1%), Honduras(28,8%), Brasil -boom este verano por la llegada de los turistas con la camiseta del campeón del mundo- (30,5%) y Guatemala (30,7%).

Los países con monedas más devaluadas no necesariamente representan algo malo. En muchos casos se han servido de esas depreciaciones para saltar del subdesarrollo a la riqueza. Es el caso de Taiwan, la nación más depreciada, un 58,8%. El fondo del ranking está ocupado por Indonesia (56%) e India (54%). Un poco más arriba están Japón (46% devaluado) y Corea del Sur (33%). Economistas prestigiosos como Dani Rodrik advierten que una moneda devaluada ha sido necesaria para que muchos países se desarrollaran, mientras que las sobrevaluadas no ayudaron en este sentido.

En este sentido, la pregunta que surge cuando una moneda se sobrevalúa es si ese salto hacia arriba es sustentable y, si no lo es, cuándo se devaluará. A veces la depreciación demora años, como ocurrió con la convertibilidad, que se creó en 1991 y estalló en 2002.

En la actualidad, el tipo de cambio real multilateral (ajustado por inflación y en relación al dólar, el euro, el yuan chino y el real brasileño) que elabora el Banco Central está en el nivel más apreciado desde 2015, cuando el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y su ministro de Economía, Axel Kicillof, lo sobrevaloró para mantener el cepo cambiario. Más allá de ese antecedente, hay que ir al periodo 1999-2001 para encontrar un peso más fuerte que ahora. En la actualidad está más apreciado incluso que en 1997 y 1998, cuando comienza la medición del Central, en tiempos de convertibilidad en que comenzaba a afectarse la industria. Igual todo empeoró a partir de 1999, cuando Brasil devaluó y la Argentina se mantuvo atada al dólar.

El tipo de cambio real multilateral (ajustado por inflación y en relación al dólar, el euro, el yuan chino y el real brasileño) está en el nivel más apreciado desde 2015.

En 2025, la Argentina cuenta con un desarrollo petrolero y gasífero de Vaca Muerta que no tenía en el pasado. Eso asegura dólares extra. Sin embargo, en los últimos siete meses, el país sufrió déficit de la cuenta corriente, que es la balanza que incluye intercambio de bienes -en 2024 fue positiva porque la recesión hundió las importaciones, pero ahora está revirtiéndose por la apreciación del peso-, de servicios como el turismo -el rojo se agiganta- y pagos de deuda pública y privada. Para compensar este rojo será necesario que entren capitales. No bastaría con las divisas del campo, aunque se bajen las retenciones. Se requerirá de más endeudamiento de empresas privadas, como en 2024, pero también de nuevos pasivos del Estado, como el que se negocia con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

AR /DTC