La renegociación de los casi US$ 45.000 millones que la Argentina precisa refinanciar con el Fondo Monetario Internacional ocurre en un mundo absolutamente nuevo, cruzado por la pandemia. Jamás en su historia el mundo ha estado tan endeudado como lo está hoy, luego de haber batallado durante un año contra el Covid-19.
Según datos del Instituto de Finanzas Internacionales, sólo en el 2020, los Gobiernos, las empresas y los individuos se endeudaron en US$ 24 billones para enfrentar la caída de la economía mundial. El endeudamiento global llegó a la cifra récord de US$ 281 billones a finales de 2020, es decir, a más de un 355% del producto bruto mundial.
Las cifras son de una dimensión tan alejada de la realidad que uno podría simplificarla imaginando a una empresa que pidió prestada plata a un banco para devolver en cinco años porque todo indicaba que produciría ganancias anuales por $350 millones, pero, de pronto, por un evento inesperado, no imaginado ni por el banco ni por la empresa, el empresario se encontró generando apenas $100 millones de pesos por año. No hay manera de repagar esa deuda. Lo saben el banco y la empresa. Y lo lógico es que se sienten a encontrar una solución que preserve a la empresa, que es la que genera dinero. Lo saben sobre todo los funcionarios del banco, que hubieran estado locos si le prestaban a la empresa sabiendo que ese evento inesperado tenía una mínima chance de ocurrir.
Reordenar el corral sin matar a las gallinas
Pero así de loco está el mundo por la pandemia. Los deudores le deben a los acreedores casi cuatro veces lo que producen los que le tienen que repagar la deuda. Y como la pandemia no terminó, y no se sabe a ciencia cierta cuándo el mundo volverá a generar lo que generaba, lo que vemos, no sólo en la Argentina, si no en el mundo, son reuniones incesantes entre acreedores y deudores para refinanciar las deudas sin matar a las gallinas que ponen los huevos, que son la empresas, es decir las que generan el dinero.
Y es por eso que lo más probable es que no haya más opciones para los Gobiernos, las empresas y los individuos que seguir tomando deuda este año, según estima el Instituto de Finanzas Internacionales. Sólo en 2021, los Gobiernos, agobiados por déficits crecientes por la necesidad de seguir enfrentando la pandemia, tomarán otros US$10 billones en deuda, pronosticó el IFI esta semana.
La directora del FMI, Kristalina Georgieva, lo dijo claramente: “Hay que gastar, todo lo que se pueda”. Sabe que el mundo sólo saldrá de esta crisis con mayor inversión.
Todos en la pista
El representante argentino ante el FMI, Sergio Chodos, aclaró esta semana que el mensaje de Georgieva no es para todos, sino más bien para algunos. Según Chodos, el mensaje de Georgieva es en verdad: “gasten los países ricos” que pueden pedir deuda barata, y los pobres, bueno, son pobres.
Hablando concretamente de la Argentina y del deseo de llegar a un acuerdo para refinanciar la deuda que tiene el país con el organismo de crédito multilateral antes de mayo, Georgieva usó una metáfora repetida en el mundo de la finanzas internacionales cuando se habla de nuestro país: “Se necesitan dos para bailar un tango”.
La metáfora alude a lo entrelazadas que están las partes en el tema que las une, la deuda. Y la poca independencia que tienen los bailarines para moverse al compás del problema que las une. Una de nuestras mentes más brillantes, Jorge Luis Borges, lo dejó claro en unos de sus mejores cuentos, “Hombre de la Esquina Rosada”. “El tango hacía su voluntá con nosotros y nos arriaba y nos perdía y nos ordenaba y nos volvía a encontrar”, escribió el pensador de una brillantez sólo comparable a la de Atahualpa Yupanqui.
Esta característica de la deuda en sí misma como determinante para los bailarines se vio muy clara en el tango que bailaron YPF y sus acreedores desde el 7 de enero hasta el 12 de febrero. Durante esos casi 45 días febriles parecía que los bailarines se salían de la pista y mataban a la gallina ponedora. Pero no pasó. Bailaron en las orillas, al borde. Pero se quedaron. YPF quiso refinanciar la totalidad de su deuda, U$S 6.200 millones, marcándole el camino con la mano en la espalda a los acreedores. Pero los acreedores Fidelity y BlackRock no son parejas fáciles y no aceptaron ese rumbo. Tampoco se separaron. Todo lo contrario. Renovaron el bono con riesgo de default que vencía en marzo y se aferraron mucho más fuerte a su pareja. No te canjeo estos bonos que me querés cambiar hoy, me los quedo en el bolsillo aun cuando sé que así como están no me los vas a poder pagar, pero en el 2024 volvemos a bailar otro tango para ver cómo lo solucionamos.
La autocrítica (lavada) por venir
El tango con el FMI seguirá más o menos de esa manera. A mitad de marzo, habrá un informe interno del Fondo con autocríticas referidas a por qué le prestaron al Gobierno de Mauricio Macri una cifra tan alocada. El informe no será para nada una autoflagelación, ni mucho menos una auditoria interna que sólo ocurrirá –si es que el directorio lo autoriza- dentro de dos años. En este informe, que ya comenzó a prepararse, no hay que esperar a un monje medieval dándose con el látigo en la espalda como en El Nombre de la Rosa, ni mucho menos. Será un texto autocrítico, pero lavado. Argentina escuchará ese dictamen –que debería ser público, porque históricamente los han sido en el FMI- y tendrá oportunidad de dar su opinión y dar a conocer lo que los funcionarios actuales del país creen que pasó. Esa respuesta debería ocurrir antes de abril o en la primera semana de ese mes. Recién una vez ocurridos estos pasos necesarios, que sentarán las bases de lo que llegará, comenzarán las negociaciones febriles, el tangazo que habrá que esperar que concluya antes de fines de mayo y del que surgirá el nuevo programa de facilidades extendidas.
La fecha de mayo aparece porque allí Argentina debería comenzar a bailar su tango con el Club de París. Pero en verdad ni la Argentina ni el FMI necesitan terminar de bailar ese tango, para usar la metáfora que usó Georgieva, antes de fin de mayo. El vencimiento con el FMI es en septiembre.
Lo que ocurre es que hay muchas otras parejas en la milonga de la deuda. Son parejas que dependen de los bailarines principales, pero como dijo Borges, dependen del tango mismo que los va arriando.
Aterrizaje forzoso
El caso de la empresa de Eurnekian es otro ejemplo. No había negocio más redituable que las concesiones de Aeropuertos antes de la pandemia. Cada vez que una persona viajaba, le pagaba a Eurnekian una especie de peaje por usar cualquiera de sus aeropuertos. Para financiar sus operaciones, Eurnekian, como cualquier empresario serio, pidió dinero prestado en el mercado internacional de bonos, donde le prestaron con la certeza de que podría sin dudas devolverlo. Pero un evento inesperado, como la pandemia, tiró el negocio al piso porque, de un día para el otro, las personas dejaron de volar como antes. Rápidamente, en abril del año pasado, el empresario de origen armenio comenzó a bailar con sus acreedores un tango veloz. En pocos días se llegó a un acuerdo favorable a las dos partes. Básicamente, el acuerdo fue: te pagó los intereses de los bonos que te debo con más bonos. O sea, no me está entrando plata, lo sabés, entonces, te pago esos papeles con más papeles, una forma de pago que en la jerga financiera se conoce como payment in kind, es decir, pago en especies, y a la que los financistas se refieren como piking the bonds. Los acreedores, asesorados por el Bank of America, aceptaron también muy rápido porque sabían lo que ocurría. Volviendo al cuento de Borges, Eurnekian era Franciso Real, que acababa de robarse la mujer más linda de la milonga, la Lujanera, y salía de la pista gritando: “¡Vayan abriendo cancha, señores, que la llevo dormida! - dijo, y salieron sien con sien, como en la marejada del tango, como si los perdiera el tango.”
El problema es que en mayo, ya no se podrá, al menos según los términos del último acuerdo, seguir piking the bonds. Habrá que poner plata. Cash. Taca-taca. Pero la pandemia no terminó y todavía no hay generación de caja. Llegará entonces la hora de sentarse de nuevo y volver a buscar una manera de refinanciar. Otro tango en la misma pista donde hay muchas otras parejas. Ahí comenzaran a bailar pronto Pan American Energy, Arcor, Telecom y siguen las firmas. Todas necesitan que Argentina llegue a un acuerdo con el FMI para que el riesgo país baje, porque los acreedores internacionales le cobran a las empresa una sobretasa a la tasa que paga el país.
Por que eso es lo que ocurre en el mundo. El mundo es una gran pista de baile donde hay infinitas parejas bailando sus tangos e intercambiando parejas cuando cambian las milongas. Ahí estaba Eurnekian esta semana en el Centro Cultural Kirchner, donde el presidente Alberto Fernández inauguró finalmente su promesa de campaña, el Consejo Económico y Social, que buscará que la pista de baile no sea de tierra sino con baldosas para que los bailarines no se lesionen los pies. Eso ayudará a que el Gobierno no deba salir como esta semana a sancionar a grandes empresas por supuesto desabastecimiento y a que la inflación mayorista de 5,6% no rompa el objetivo difícil de llegar a la inflación anual esperada de 29% en el presupuesto. La pista de baile donde se forma el precio de las carnes y verduras, la menos transparente y más oscura, es la que necesita ser cubierta con viruta en forma rápida. No hay reglas claras en esos sectores. Y la tierra que se levanta enrarece toda la milonga de los precios.
En esa misma reunión del CCK, por ejemplo, estaba Ginés González García, sentado al lado de Hugo Sigman
Una señal de que la Argentina avanza hacia una resolución de los muchos tangos que baila es la caída del precio del dólar blue, un precio artificial derivado exclusivamente de las expectativas a futuro, que el viernes tocó un valor que lo llevó a su brecha más pequeña con el dólar oficial de los últimos cinco meses.
Claro que la pista de baile que ofrece el mundo es mucho más complicada que las pistas que conocemos, donde todos bailan en el sentido contrario a las agujas del reloj. La locura del precio de un activo inmaterial como el bitcoin, por ejemplo, que llegó a un precio récord de US$56.000 esta semana, es un ejemplo de lo complejo que se ha vuelto la pista mundial de las finanzas. El precio del bitcoin sube porque hay un magnate, Elon Musk, dueño de Tesla, que invierte fortunas en un activo desconocido. Baila en el sentido opuesto al que se bailaba habitualmente.
Pero ese es el marco global. En la Argentina, en la pista se baila en forma tradicional. Y al que no la hace, se lo expulsa. En esa misma reunión del CCK, por ejemplo, estaba Ginés González García, sentado al lado de Hugo Sigman. González García, casi un héroe antes de que se descubriera que bailaba al revés de lo esperado, quedó fuera de la pista y habrá muchos que deberán encontrar a su nueva pareja.
PG