El 55% del territorio nacional sufre sequía, según el Sistema de Información Sobre Sequías para el Sur de Sudamérica (Sissa), un proyecto de seis países de la región con apoyo de la Unión Europea y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Aunque en las últimas semanas se han registrado lluvias, se teme por la cosecha gruesa, la de soja y maíz, en el segundo trimestre, la que trae la mayor fuente de divisas al país.
Al inicio de la campaña de soja 2022-23 se proyectaba una recolección en la zona núcleo (sur de la provincia de Santa Fe, este de Córdoba y norte de Buenos Aires) de 19,7 millones de toneladas. Ahora se esperan 10,7 millones, un 45% menos, según el reporte de este viernes de la Bolsa de Comercio de Rosario. Quedaron medio millón de hectáreas sin sembrar y hay una caída en picada en rindes potenciales, agregó la bolsa. ¿Hay plan B en el Gobierno por si llegan menos dólares en un país que carece de ellos y que por eso recurre al cepo cambiario y al control de importaciones?
Hasta mediados de la semana, un alto funcionario se esperanzaba con las últimas precipitaciones: “Habría que ver efectivamente cuánto cae la cosecha de soja, nosotros la bajamos de 51 millones a 48 millones”. Pero en el informe del viernes, la Bolsa de Rosario rebajó la proyección a 37 millones, 12 millones menos que hace un mes. Es decir, se consolida el temor de que se necesitará un plan B.
En el Gobierno son precavidos: aunque esperan que el 20 de junio se inaugure el gasoducto Néstor Kirchner, que aumentaría la producción de gas de Vaca Muerta y reduciría la necesidad de importación en invierno, planificaron el año casi como si tuvieran la misma necesidad de comprarlo afuera que en 2022. Sin embargo, observan que el invierno europeo están siendo más cálido de lo previsto, con lo que está bajando el precio del gas natural licuado (GNL, el que se transporte en barco), lo que reduciría los costos en la Argentina. Además, si llega a cumplirse el plazo del gasoducto, el país se ahorrará varias embarcaciones.
A ese eventual ahorro de divisas por el gas, el Ejecutivo también apuesta a que Vaca Muerta exporte más petróleo cuando en marzo se terminen de tapar las pinchaduras del Oleoducto Trasandino que comunica con Chile. Además, la cotización del crudo promete seguir alta. En el cristinismo se ilusionan con que el sector energético se convierta en una gran fuerte de divisas, que equipare en ese rol a un jugador refractario de sus intereses, el campo, que eventualmente puede presionar sobre los precios de la carne y los derivados del maíz, como el aceite, si fracasa la próxima cosecha. En el massismo, en cambio, alegan que el dólar soja derrumbó el conflicto entre los productores agropecuarios y el peronismo.
En el Gobierno también se ilusionan con otras ventas externas adicionales, en especial por la mejora del tipo de cambio real (ajustado por inflación) multilateral (en relación al dólar, el euro, el yuan y el real), que subió de 88 puntos básicos en octubre a 93 en enero. Como el dólar oficial se elevó por encima de la inflación en los últimos meses, en general un punto porcentual más por mes, la producción argentina de bienes y servicios recuperó algo de la competitividad cambiaria perdida desde 2021. Contra quienes sugieren un salto brusco de la moneda norteamericana para alentar la exportación y desincentivar la importación, en el equipo económico prefieren seguir como hasta ahora, con el tipo de cambio oficial subiendo apenas por encima de la inflación. En el campo, donde pretendían una devaluación, admiten que se pasó el momento para aplicarla: calculaban que una disparada del verde, que impactaría en los precios de los alimentos, debía hacerse en la primera quincena de enero para llegar a las elecciones primarias presidenciales de agosto próximo con una moderación del salto inflacionario que podría ser redituable en términos de votos. Lo que sí preocupa al ministro de Economía, Sergio Massa, es que se mantenga o amplíe la brecha con el dólar paralelo y por esto apuesta a sostener alta la tasa de interés, lo que debería desestimular la actual escapada del blue, el Mercado Electrónico de Pagos (MEP) y el contado con liquidación (CCL).
Dólares y yuanes
Los empresarios suelen elogiar la capacidad de Massa de anticiparse a los incendios, más allá de que no los solucione a largo plazo. Parte de esa estrategia se refleja en la activación esta semana del swap (canje de monedas) entre los bancos centrales de la Argentina y China por US$ 5.000 millones, lo que facilita el comercio en pesos y yuanes, sin dólares, entre ambos países y, por tanto, fortalece las reservas de la autoridad monetaria local. Además, entre fines de 2022 y principios de 2023, el gigante asiático giró US$ 500 millones del préstamo comprometido pero demoradísimo para la construcción de las dos represas del río Santa Cruz. En las huestes de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner recomiendan pedirle más al régimen de Xi Jinping, pero reconocen que cada mangazo conlleva un pataleo diplomático de la administración de Joe Biden. Admiten que también Estados Unidos ha ayudado con la búsqueda de dólares de Massa al activar este año el acuerdo de intercambio automático de información tributaria.
Precisamente, si el Congreso abandona la parálisis y aborda el proyecto de ley de blanqueo de capitales que le envió el ministro con la mira en los evasores en Estados Unidos, el Banco Central podría ingresar divisas adicionales. El grupo de economistas bonaerenses del Frente de Todos, que encabeza Roberto Feletti y en el que también militan Horacio Rovelli, Erica Pinto, Fabiola Vela Velázquez, Graciela Tilca, Delfina Salerno, Diego Perrella, Antonio Mezmezian y Diego Rozengardt, estima que la moratoria tributaria podría llevar a que se recauden US$ 2.500 millones más por el impuesto a los bienes personales.
Otra fuente de dólares vendría de la licitación de espectro para que las telefónicas ofrezcan la tecnología 5G, de quinta generación, para los celulares, según altas fuentes oficiales. Massa espera recaudar US$ 1.400 millones, pero Telecom, Telefónica y Claro están dispuestos a poner en total unos 600 millones, según publicó el diario La Nación.
El ministro además buscará desembolsos de créditos de bancos multilaterales, como el Mundial, el Interamericano de Desarrollo (BID) y la Corporación Andina de Fomento (CAF). En el portal Infobae informaron que se gestionan préstamos por US$ 2.200 millones para pasar el verano hasta la cosecha. Aunque lo negarán en público, en el cristinismo no descartan, como último manotazo de ahogado, que el Gobierno le pida al Fondo Monetario Internacional (FMI) que le otorgue un financiamiento de emergencia por los dólares que no le terminó de entregar al gobierno de Mauricio Macri: aquel programa de 2018 era por US$ 54.000 millones, pero se bajaron 45.000 millones, por lo que restan 9.000 millones.
Pero cerca de la vicepresidenta consideran que la primera medida por tomar ante una sequía de dólares sería un mayor cepo a las importaciones. En cambio, en el equipo de Massa juzgan que un refuerzo del torniquete a las compras externas sería el recurso de última instancia. Por un lado, porque paralizaría la producción de algunas fábricas. Por otro, porque escasearían algunos bienes de consumo importados, lo que enfadaría a parte de la clase media a la que se buscará seducir para el voto.
Una ayuda de Brasil
Otra opción radica en aprovechar la necesidad de gas de Brasil para pedirle a su presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, que anticipe un desembolso del financiamiento para construir el segundo tramo del gasoducto Kirchner, de la provincia de Buenos Aires a la de Santa Fe. Esta última parte del tubo elevaría las exportaciones al socio mayor del Mercosur. Se trata de una idea de conseguir dólares que planteó el secretario de Industria y Desarrollo Productivo, José Ignacio de Mendiguren, en una entrevista con elDiarioAR. Confía en que a Lula le interesará ayudar al gobierno peronista y evitar así una victoria electoral de un candidato amigo de Jair Bolsonaro, como Macri o Patricia Bullrich.
En el campo ven complicada la cosecha y advierten que ya Massa se gastó la bala de plata del dólar soja. Por tanto, sólo ven posible el ingreso de dólares con una devaluación o con la gestión de créditos multilaterales. En el establishment, que tiene sus negocios pero también sus tierras, se esperanzan con que si continúan las lluvias, la cosecha no caiga tanto y se compense con la mayor cotización de la oleaginosa, precisamente porque la reducción de la oferta de la Argentina, unos de los principales exportadores del mundo, influye en este mercado.
En el empresariado también especulan con que la actual merma de la inflación en Estados Unidos derive en una flexibilización de la dureza monetaria que impuso la Reserva Federal a principios de 2022, lo que redundaría en un mayor flujo de fondos hacia los mercados emergentes. En los últimos dos meses se viene registrando un interés de inversores de riesgo por acciones y títulos públicos argentinos, que estaban demasiado baratos y que podrían apreciarse por la ilusión de estos operadores por un próximo gobierno pro mercado. Por ahora, el principal beneficiario latinoamericano de esta nueva ola es México, sin un intento de golpe de Estado como Brasil, inestabilidad institucional como Perú o ruidos políticos como Colombia y Chile, pero la Argentina puede llegar a atraer inversiones para sus sectores de alimentos, hidrocarburos, minería, incluido la de litio, y economía del conocimiento. Claro que muchos empresarios esperarán a cuando se dilucide quién gobernará la Argentina desde el 10 de diciembre próximo. Tanto inversores financieros como de la economía real aguardarán antes de entrar dólares a que ocurran las primarias, las generales de octubre, eventualmente la segunda vuelta de noviembre y el anuncio del equipo económico del futuro presidente. Incluso una mayoría preferirá mirar qué sucede el primer año del gobierno venidero antes de apostar en 2025.
AR/MG