En ‘La isla del tesoro’, Robert Louis Stevenson mencionaba la posibilidad de que en un futuro no muy lejano el agua pudiera producir energía. Fue una predicción que en el siglo XX ya vio la luz a través de un elemento generado por electrolisis: “romper la molécula” de agua y extraer esa H de la conocida fórmula del H20, la del líquido elemento. El hidrógeno ha sido desde entonces un vector energético, es decir, un acumulador o almacenador de energía que luego permite revertir el proceso para generar electricidad. Ha pasado por muchas fases de investigación hasta conseguir que la partícula sea ‘verde’ o, lo que es lo mismo, que no genere emisiones contaminantes.
España publicó la ‘Hoja de Ruta del Hidrógeno: una apuesta por el hidrógeno renovable’, que defiende su desarrollo de cara a la transición ecológica. Los expertos apuntan que antes de 2030 sea más barato producir un kilo de este elemento que un kilo de nafta.
Dentro del proceso de descarbonización, el hidrógeno ‘verde’ acumulado en pilas de combustible para los vehículos es una de sus aplicaciones más desarrolladas y más conocidas. Pero potenciarlo va ahora más allá de la industria del automóvil.
El objetivo de esta Hoja de Ruta es orientar y favorecer el despliegue y desarrollo del hidrógeno renovable en España, debido al importante papel que debe desempeñar en la ruta hacia la neutralidad climática en 2050. Para ello, el Gobierno señala su capacidad como vector-acumulador energético y flexible, que permite el almacenamiento, contribuyendo además a la descarbonización de aquellos sectores en los que la electrificación “no es la solución más eficiente”, y desarrollando cadenas de valor industriales innovadoras en España y en la Unión Europea, es decir, “una economía verde de alto valor añadido”.
Esta planificación está alineada con la Estrategia Europea del Hidrógeno (EU Hydrogen Strategy) destinada a desarrollar el papel del hidrógeno limpio en la reducción de emisiones de la economía europea. Ambos documentos conciben en una primera etapa la sustitución de la producción actual de hidrógeno, de origen fósil, por hidrógeno renovable.
Los procesos se han transformado desde la creación del hidrógeno ‘gris’ con productos derivados del petróleo hasta el ‘verde’ obtenido de fuentes renovables. Este último es el que “tiene futuro” porque su importancia estará determinada, por un lado, en su integración en las renovables como los parques fotovoltaicos o los eólicos.
Hacia el sector de la movilidad
Hablamos así de una alternativa a las baterías cuyo principal problema hoy en día es su elevado precio. Están bajando los costos porque algo ha aumentado la demanda de empresas, pero la economía de escala no está funcionando de manera rentable y competitiva. De hecho, ahora mismo, el principal desarrollo del hidrógeno se está realizando en la movilidad, en la industria del automóvil, en coches eléctricos que funcionan mediante pila de combustible, el mejor ejemplo de su uso como vector energético. También se utiliza en la industria del vidrio, la de las grasas o la petroquímica, pero esta última sigue con procesos de hidrógeno ‘gris’ que deben transformarse.
En un futuro uso ‘verde’ cumple un papel fundamental esta Hoja de Ruta. A nivel técnico hay muchos organismos trabajando en investigaciones con este objetivo, pero no hay un apoyo a nivel industrial. Hablamos así de una asignatura pendiente de distintos países para igualarse con Alemania, Francia y Holanda.
Son las empresas las que tienen las que pueden conseguir que el hidrógeno ‘verde’ entre en las cadenas de producción y que los costes bajan
Son las empresas las que tienen que hacer la inversión inicial para su desarrollo, y es la industria del automóvil la que puede darle esa salida, que puede conseguir que el hidrógeno ‘verde’ entre en las cadenas de producción y que los costos bajen. A nivel europeo existe también un acuerdo público-privado de colaboración para el impulso de este elemento y la búsqueda de financiación de nuevos proyectos en este sentido. Es el FCHJU (Fuel Cells and Hydrogen Joint Undertaking).
La Hoja de Ruta permite que se hagan compromisos dentro del proceso de descarbonización. Además, esta estrategia toca todas las aplicaciones del hidrógeno, como la de servir de almacenamiento para las energías renovables, mientras que otros países se han centrado solo en el sector de la movilidad dejando de lado su uso industrial.
Varios expertos han focalizado sus labores de investigación y análisis a que este elemento sea una realidad en la industria y a que las empresas utilicen sus prototipos. El precio por la emisión de CO2 seguirá subiendo y la única forma que tienen las empresas de dejar de emitirlo es intentar ir a procesos limpios, algo que el hidrógeno permite. Ahora lo que tenemos que hacer es ponernos todos manos a la obra para que esto se lleve a cabo y que en 2030 podamos tener procesos industriales limpios que sean un ejemplo para todos.
A.A.P.