Festival de Cine de San Sebastián

C. Tangana invoca el espíritu de Saura en su excelente debut como director: “No creo en el mito del artista maldito”

Javier Zurro

Donostia —

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Carlos Saura redefinió la forma en la que la música y el flamenco se representaron en el cine. Dedicó una parte importante de su filmografía a investigar y plasmar diferentes estilos en películas que servían como estudio antropológico de las músicas y tradiciones de países como Argentina, Portugal y, por supuesto, España. Fados, Tango o Flamenco... pero también propuestas híbridas que jugaban a difuminar las fronteras entre ficción y no ficción como Carmen o Bodas de sangre. En todas ellas exploraba el lenguaje cinematográfico en busca de un hermanamiento entre cine y flamenco que dio lugar a algunas de las escenas más bellas del cine español musical, y también a una puesta en escena paradigmática a la hora de grabar actuaciones. 

Que hay algo de Saura en el debut como director de C. Tangana, que firma este trabajo como Antón Álvarez, es evidente. La guitarra flamenca de Yerai Cortés ―que se presenta en la sección Nuevos Directores del Festival de San Sebastián― es un documental musical que sigue al guitarrista y que introduce números y actuaciones donde explora nuevas formas de mostrarlos, pero bebiendo de las pautas que marcó el director de Cría cuervos en su cine. De alguna forma Tangana invocó su espíritu, porque logróp un debut excelente, en donde las actuaciones están captadas en unos vibrantes planos secuencia y con un uso del sonido directo que emociona.

Cuando le mencionan a Saura, sonríe. Acepta el legado, pero también aclara que su película “tiene un espíritu de ser una contestación a Saura” más que una imitación. “Para mí es un gran maestro, y yo he tenido un acercamiento al flamenco profundo gracias a él y a su mirada. Pero es una mirada que es un poco ajena, como la que yo tenía y la que sigo teniendo un poquito, porque no estoy tan dentro del flamenco. Lo que hemos intentado, básicamente, gracias a una explicación del flamenco que me ha dado Yerai, es mostrar la otra cara. Para que Saura pueda hacer todo ese despliegue hay que entender que existe otra forma de vivir el flamenco que está por el otro lado y que se construye hacia adentro para que luego se pueda subir a un escenario y verlo así de magnífico”, argumenta.

Intentaron “mostrar esa otra forma de sentirlo y de vivirlo”. Y para ello también era fundamental el excelente uso del sonido directo y “que todos sean planos cámara en mano, sin cortar”. “El corazón de la película está basado en que dejamos que el mundo se meta en el flamenco y no lo aislamos y no lo perfeccionamos. No lo peinamos antes de que salga a escena. Al revés, es todo lo contrario”, subraya.

La guitarra flamenca de Yerai Cortés es, también, una matrioska que va mostrando sus capas según avanza. La historia de Yerai termina dando paso a la de sus padres, separados, y al secreto que marcó su infancia y su presente que terminará desvelando finalmente como si fuera un thriller. Pero lo que late realmente dentro son sus reflexiones sobre el trauma y la identidad. Tangana, o Álvarez, plantea con su filme si ese tópico de que las heridas profundas son claves para la creación no es falso, y si no habría que reenfocarlo y pensar que es el arte y la creación lo que ayuda a sanar. 

“No creo en ese mito del artista maldito”, zanja con contundencia y añade otra frase lapidaria: “Eso lo único que hace es daño a jóvenes adolescentes que quieren hacer cosas. Creo en la gente honesta que dice la verdad, no en la verdad en un sentido científico, sino que creo que el mejor momento de un artista está en esos pequeños momentos de lucidez, esos pequeños momentos en los que te aceptas y dices, este soy yo. Es ahí donde cuentas cosas que normalmente tienen que ver con el trauma, cosas importantes. No sé si eso sirve para sanarte, o si eso te hace mejor creador, pero lo que sí sé es que con esta película hemos cambiado algo. Cosas que estaban peor ahora están un poco mejor”.

La identidad del momento

El otro tema del filme es la identidad, y es ahí donde cineasta y protagonista se funden. Ambos se encuentran en busca de la suya y en tierra de nadie. Yerai regresa a su familia, a la comunidad gitana e intenta encajar con ellos. Hace el viaje de vuelta cuando regresa a la ciudad con su pareja. Tangana también bucea entre dos mundos. El barrio y la fama. Fue cuando terminaron el filme cuando se dieron cuenta de que la película había terminado hablando de esto, pero es que para él “la identidad es una cuestión de nuestro tiempo”. 

Yo me creía que era rapero con 14 años, no me dio por el chotis. Supongo que para Yerai también es es una cuestión. Desde luego la identidad es es uno de los temas de nuestro tiempo

“Yo creo que es por culpa de que somos una generación que hemos crecido con la globalización. Yo me creía que era rapero con 14 años, imagínate. No me dio por el chotis. Supongo que para Yerai también es una cuestión importante. Desde luego la identidad es uno de los temas de nuestro tiempo, y yo, aunque me crea que no estoy hablando de esto, al final sale, porque está de fondo. Hay una búsqueda constante”, dice Tangana y cede el testigo al guitarrista que cree que ese tema está presente todo el rato, incluso en la música: “Cuando me junto con unos, pienso en cómo tocan ellos; y cuando me junto con otros, pienso en qué les hace llorar a los otros, porque no es lo mismo. Entonces, ¿tú dónde te posicionas y qué coges de cada sitio? Creo que la identidad es una cuestión muy bonita, porque te hace todo el rato estar en búsqueda”.

Para Yerai Cortés este documental era una forma de presentarse a su familia. “He querido decirles ‘mira, yo llevo mucho tiempo fuera de mi casa, llevo muchas crianzas, y quiero que me conozcáis tal como yo soy cuando no estoy con vosotros’. Porque es verdad que cuando yo estoy con ellos, o en según qué sitios, hay un contagio bonito, me pongo camaleónico y quiero ser cómo ellos para sentirme aceptado. Entonces siempre tuve la necesidad de contar esto para ver cómo ellos me veían. Lo digo todo el rato en la peli, que lo que quiero es que me quieran. Eso no quiere decir que no me quisieran antes, pero quiero que me acepten, que vean todos estos cambios de una manera positiva”, argumenta.

Ríe cuando dice cuántas veces sintió que el pudor vencía, “miles”, dice con una sonrisa que confirma aquello que sorprendió a Tangana cuando le conoció por primera vez: “Lo discreto que era. Las emociones del flamenco no suelen ser discretas. El flamenco tiene esta cosa histriónica de la emoción fuerte, que a mí me encanta, pero Yerai no tiene ningún problema con estar detrás, despacio, y eso me llamó mucho la atención”.

JZ/CRM