David Lynch, uno de los directores más importantes e influyentes del cine de las últimas décadas como Mullholland Drive, Terciopelo Azul o Twin Peaks ha muerto a los 78 años, tal como ha informado la familia del autor en su página oficial de Facebook. “Con profundo pesar, nosotros, su familia, anunciamos el fallecimiento del hombre y artista David Lynch. Agradeceríamos un poco de privacidad en este momento. Hay un gran agujero en el mundo ahora que ya no está con nosotros. Pero, como él decía, 'Mantén la vista en la rosquilla y no en el agujero. Es un hermoso día con sol dorado y cielos azules todo el camino'”, dice el escueto comunicado.
El año pasado, Lynch había comunicado públicamente que había sido diagnosticado enfisema, una enfermedad crónica del pulmón que provoca la falta de aire y que debía guardar reposo, aunque rápidamente él se encargó de asegurar que nunca se retiraría. Irónicamente, la noticia de su enfermedad llegaba tras muchísimos rumores de que había rodado una película en secreto que iba a presentarse en el festival de Cannes de 2022 y que se demostró como solo un bulo de internet al que dieron validez medios de EEUU como Variety.
Además de varios vídeos y de sus virales predicciones del tiempo en redes sociales, Lynch no se ponía en la silla de director desde 2017, cuando retomó una de sus creaciones más míticas, Twin Peaks, para rodar una última temporada que volvió a volar la cabeza de todos los espectadores como la primera en 1990 -el mismo año que ganaría la Palma de Oro en Cannes por Corazón Salvaje-, cuya frase promocional, “¿quién asesinó a Laura Palmer?” y los acordes de la música de Angelo Badalamenti pronto calaron en la audiencia.
Lynch revolucionaba la televisión con una serie que se anticipó a su tiempo y donde mezclaba todos los elementos de un imaginario que ya había sido desarrollado en una obra maestra como Terciopelo Azul, una de las más influyentes del cine reciente, cuya escena inicial y varias de sus imágenes han permanecido en la retina y en la pesadilla de los espectadores desde entonces. Lynch fue uno de esos directores que se convierten en adjetivos y cuya mezcla de surrealismo, cine negro y terror acuñaron un término como Lynchiano e hicieron de su trabajo uno de los más influyentes para el cine de autor de todo el mundo.
Tras conocer su fallecimiento, multitud de cineastas han publicado sus mensajes de recuerdo a David Lynch. James Gunn, Steven Soderbergh, Harmoni Korine... entre todos ha destacado el de Steven Spielberg, que le dio el papel de John Ford en Los Fableman, su útlima aparición en un filme. “Me encantaron las películas de David. Terciopelo azul, Mulholland Drive y El hombre elefante lo definieron como un soñador singular y visionario que dirigió películas que parecían hechas a mano. Conocí a David cuando interpretó a John Ford en Los Fabelman (2022). Allí estaba uno de mis héroes, David Lynch interpretando a uno de mis héroes. Era surrealista y parecía una escena de una de las propias películas de David. El mundo va a extrañar una voz tan original y única. Sus películas ya han resistido la prueba del tiempo y siempre lo harán”, dijo en unas declaraciones a Variety.
Muchos emparejaron su trabajo con el del otro maestro del surrealismo, el español Luis Buñuel, pero Lynch se encargaba de negarlo. En 2013, en un encuentro con alumnos en Madrid, el director fue preguntado por ello y aseguró que nunca había visto ningún filme del español y que su influencia principal estaba en sus raíces y se llamaba Filadelfia, la ciudad donde estudió arte en los 70. “”Era fea, sucia, peligrosa, desagradable, oscura. Tan terrible que acabó gustándome mucho, con una arquitectura, unos espacios y una manera de ser, un tono, que todavía me intriga“, dijo entonces. Quién sabe si mentía, si era una boutade, o si quizás era verdad y simplemente el universo por ambos genios era, de alguna forma, compartido sin que lo supieran.
A pesar de ello, Lynch demostró que también era un cineasta impecable e imbatible cuando se salía de 'su estilo'. Su segunda película tras Cabeza Borradora (1977) fue El hombre elefante (1980), con Anthony Hopkins, John Hurt y Anne Bancroft, y que mostró otro Lynch más sobrio pero igualmente soberbio. Algo que volvió a demostrar décadas después en la emocionante Una historia verdadera (1999), dirigida solo dos años después de Carretera perdida y en la que Lynch mostró una sensibilidad, una austeridad y un clasicismo ejemplares para contar la historia de un anciano (Richard Farnsworth), que recorre 500 kilómetros para visitar a su hermano que ha sufrido un infarto y con el que lleva una década sin hablar.
A pesar de una carrera llena de títulos brillantes e inolvidables, David Lynch nunca ganó el Oscar por una de sus películas, y tuvo que esperar hasta 2020 para recibir el premio de la Academia de Hollywood de forma honorífica. No es de extrañar, ya que su cine estaba más ligado a los autores europeos y lejos del cine academicista que los Oscar han premiado de forma casi continua y que está en las antípodas de un director cuyas películas actuaban como la navaja de Buñuel, cortando el ojo del espectador en Un perro andaluz.
Sí que fue rápidamente querido y deseado por el Festival de Cannes y todos los certámenes de autor. En La Croisette no solo logró una Palma de Oro, sino que también logró el premio al Mejor director por Mullholland Drive (2002), la última vez que optó también al Oscar a la Mejor dirección. Mulholland Drive consiguió de nuevo colocarse como uno de los filmes que entran a formar parte de la historia del cine, y lo ha hecho en apenas dos décadas. En la última encuesta realizada por la prestigiosa revista Sight & Sound, que edita el Instituto del Cine Británico, Mulholland Drive (2001) se colocaba en el octavo puesto de las mejores películas de la historia del cine, siendo, además, la más reciente en el top ten. Lynch era, además, uno de los pocos directores con dos títulos en la lista, ya que en el puesto 85 se situó Terciopelo Azul.
Sus películas solían polarizar a la crítica, y, sin embargo, nadie podía quitárselas de la memoria. Sus escenas han poblado nuestras pesadillas, han alimentado nuestros miedos y han abierto horizontes en un cine casi siempre hecho con escuadra y cartabón. Ahora, como decía uno de sus personajes en una de las escenas más poderosas de Mullholland Drive solo se puede hacer una cosa, guardar silencio: “Silencio, silencio, silencio: no hay banda, no hay orquesta. Silencio, silencio, silencio: todo está grabado. Silencio”.