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Dicen los anales de la sexología internáutica que la culpa fue de la popularización de las películas pornográficas. En cambio, algunas páginas de salud y belleza femenina aseguran que fue el empuje del negocio de la depilación, e incluso unos pocos creen que es un paso más hacia el sumo placer sexual, el orgasmo galáctico. El caso es que durante la última década la depilación genital, tanto femenina como masculina, se ha impuesto como una tendencia no sólo cool, sino también supuestamente limpia y estéticamente más agradable.
Puede que el ver las dimensiones de la herramienta de trabajo de Rocco Siffredi, las sinuosas protuberancias de Kris Evans, rey del porno gay, o la nitidez perlada y brillante de las rosadas entrañas de Mia Khalifa, y otras estrellas femeninas de este arte, nos haya impregnado de la sensación de que el sexo 'a pelo' y sin pelo es lo más.
No son pocas las pensadoras feministas que proclaman que la depilación es una imposición de las corrientes culturales predominantemente masculinas, pero algunas sexólogas defienden entre las ventajas de la rasuración femenina el descubrimiento por parte de muchas mujeres de su propio órgano genital, y por tanto de las zonas donde mayor sensibilidad pueden tener.
Al fin y al cabo, lo que importa es la esencia que se esconde debajo de la nebulosa de queratina que conforma el vello, y en cierto sentido la ausencia del mismo puede ayudar a tomar conciencia de cómo es realmente nuestro sexo. De ahí a decir que esta 'autoconciencia sexual' nos dota de mayor capacidad para la excitación y el placer, hay un paso. De hecho, existe una categoría sexual de individuos, las personas acomoclíticas, que no conciben el orgasmo si no es con la entrepierna de su contraparte sexual completamente rasurada.
Pero entonces, ¿por qué la evolución de nuestra especie solo ha conservado el vello corporal precisamente en esta zona erógena, axilas aparte? ¿Por qué, además, el vello es allí abundante y comienza su desarrollo en las etapas en que nos volvemos individuos sexualmente activos? Algún motivo habrá. A continuación se relatan seis argumentos que pueden ayudar a comprender que el vello púbico es un éxito evolutivo y no una tara genética.
1. El vello es una barrera contra los gérmenes
Según los dermatólogos, y de manera unánime, el vello púbico ejerce una importante función de barrera física a la transmisión de patógenos durante el coito. Contra lo que pudiera parecer, el vello actuaría como los cilios de la nariz, esos pequeños pelos que tan inconvenientes resultan cuando crecen más de la cuenta y que protegen los orificios de la entrada de partículas externas cargadas de gérmenes. Así, una entrepierna vellosa se traduce en un púbis más sano y en un sexo más seguro.
El vello no protege ni el pene ni el interior del la vagina o el ano, pero crea un perímetro de seguridad que reduce hasta en un 20%, según algunos estudios, el riesgo de padecer enfermedades de transmisión sexual. Esto es así siempre que no nos olvidemos de hacer pasar por el agua y el jabón a nuestras gónadas y también bajo la premisa de que nuestras relaciones sexuales serán selectivas y responsables, es decir con preservativo o ceñidas a nuestra pareja estable. Los venereólogos estiman que la suma de vello y preservativo suponen una protección casi total contra todo tipo de bacterias, virus y hongos.
2. La depilación genital genera heridas fácilmente infectables
Llevar la zona genital rasurada es un factor de riesgo mucho más importante de lo que creemos. No solo perdemos la barrera física, sino que podemos incrementar exponencialmente la transmisibilidad venérea. El motivo es que la depilación de esta zona, por muy higiénica y cuidadosa que sea, genera micro heridas y traumas que suponen puertas abiertas a los patógenos para que penetren en nuestro organismo. Los hombres lo entenderán mejor si piensan en el escozor que producen los aftershave con alcohol tras el afeitado y que se siente a causa de estas micro heridas.
Si consideramos que la piel de la zona genital es mucho más frágil y proclive a los traumas, nos haremos una idea del nivel de daño producido. Aunque la depilación se haya producido días antes, en una refriega pasional contra otro pubis afeitado, las heridas pueden reabrirse con facilidad, dejando dispuestas minúsculas bocas de sangre donde los patógenos pueden asentarse con rapidez. Estamos hablando de bichos tan nocivos como las cándidas, la tiña, la sífilis, los herpes o las verrugas. Por no citar el virus del papiloma, que en las mujeres puede terminar en cáncer de útero, o la hepatitis B, que en ambos sexos peligra con convertirse en cirrosis crónica o cáncer de hígado.
El peligro es real para personas con una actividad sexual promiscua y elevada, y la solución es tan sencilla como evitar los traumas de la depilación, sin que ello suponga renunciar a podar el vello de manera moderada con unas tijeras hasta dejarlo más o menos arregladito.
3. El vello es un colchón contra las erosiones de las costuras de la ropa
Sin embargo, se podría objetar que la depilación láser, que quema los folículos e impide la salida de nuevo vello podría ser una tercera vía. A ver: la depilación láser aplicada con intensidad puede ser más agresiva que la convencional, pero es cierto que si se observa una cierta cuarentena y las heridas cicatrizan, ya no será necesaria una nueva depilación. Ahora bien, perdemos también el efecto de barrera física y el roce de unos vaqueros demasiado ajustados o del hilo de un tanga pueden tener un efecto abrasivo en partes tiernas que provoque nuevas erosiones. Además, en relaciones intensas la refriega contra otro cuerpo puede producir micro heridas.
4. El pelo renacido tras una depilación puede pinchar condones
Este último supuesto puede llegar a suponer un factor de alto riesgo en el caso de que nuestra contraparte se haya depilado recientemente y comience a mostrar la salida de vello nuevo, que será más duro y grueso, el típico vello “que pincha”. El vello corto tiene la rigidez de una aguja y puede llegar a actuar no solo sobre la piel púbica y anogenital de la pareja sexual, sino que es capaz de perforar el látex de un preservativo en tensión y abrir una vía de entrada de contaminaciones.
5. La mata de vello mantiene el equilibrio ambiental para la flora benigna
El vello púbico no solo es bueno como barrera contra gérmenes e impurezas. También ejerce una función aclimatadora de la zona genital, ya que mantiene estable la temperatura sobre todo de la vagina, evitando cambios en el flujo que pudieran disminuir sus funciones. Además, regula la humedad, algo que algunos microbiólogos consideran que podría favorecer a poblaciones bacterianas benignas frente a las nocivas.
6. El 'mato grosso' retiene un perfume sexual natural
Finalmente, el vello púbico denso, el popularmente denominado 'mato grosso', ayuda a retener las feromonas. Se trata de hormonas corporales segregadas por las glándulas sudoríparas, que se encuentran en el tejido sebáceo de los genitales, y también están presentes en la orina y otros fluidos. Son las mismas que se producen en la axila, otra zona peluda, y aunque no se sabe mucho sobre su efecto en homínidos, en otros animales tienen una función muy importante en la regulación del comportamiento sexual y social.
Sin embargo en la línea de los primates en la que se ubica el ser humano, el órgano que se encarga de captar estas hormonas y enviar una señal al cerebro, conocido como órgano vero nasal (OVN), está atrofiado. Por lo tanto es poco probable que las feromonas humanas tengan gran incidencia sobre nuestro comportamiento, aunque recientes estudios avalan la teoría de que como mínimo sirven para que congéneres desconocidos puedan indentificar nuestra condición sexual.
J.S.