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Cuando hablamos de microbiota intestinal, lo hacemos de todo aquello que vive en nuestro aparato digestivo; esto son los microorganismos que viven en un cierto equilibrio y que permiten que el intestino cumpla con todas las funciones normales.
Aproximadamente el 50% del volumen de las heces son bacterias que viven en el colon y que son arrastradas con los desechos de la digestión. Se calcula que hay más de 500 especies ocupando este hábitat, lo que da lugar a un complejo ecosistema, según la Sociedad Española de Microbiota, Probióticos y Prebióticos (SEMiPyP).
El microbioma, una señal de identidad premonitoria
Se sabe cada vez mejor que estos microorganismos juegan un papel decisivo en nuestra salud, y que influyen sobre todo en la manera en que envejecemos o combatimos infecciones, incluso hasta el riesgo de desarrollar obesidad, enfermedades cardíacas o diabetes tipo 2.
En un estudio publicado en Nature, por ejemplo, y tras analizar la flora intestinal de más de 9.000 personas, los expertos descubrieron que el envejecimiento saludable se asociaba con un conjunto diverso de bacterias, mientras que la falta de diversidad bacteriana se observaba en una serie de condiciones como el envejecimiento no saludable.
En respuesta a todo ello, se empezaron a vender en algunos países test de microbiota en forma de kits de recolección de heces que se pueden tomar en casa y que se envían al laboratorio, donde se analizarán y detectarán, en teoría, enfermedades como la celiaquía o alergias alimentarias.
Pero ¿son realmente tan factibles estas pruebas? ¿De verdad vale la pena hacerse una?
Qué nos dicen los tests de microbiota
Desde hace un tiempo, un número creciente de empresas ofrece pruebas que permiten “ver” nuestro microbioma intestinal, es decir, la comunidad de millones de microbios que habitan en nuestro tracto digestivo.
Muchas veces este tipo de prueba se solicita para controlar problemas relacionados con el intestino o saber qué tipo de dieta o complemento alimenticio se adapta mejor.
La mayoría de estas pruebas analizan las bacterias buenas y malas en el intestino, signos de patógenos potenciales, marcadores inmunológicos e inflamatorios e indicadores de cómo está funcionando el tracto digestivo.
El objetivo de este tipo de test es, por tanto, identificar todos los microorganismos que hay en una muestra de heces y clasificarlos desde el punto de vista taxonómico: bacteria, arquea, eucariota y virus.
A partir de este análisis se analizan las posibles alteraciones, lo que ayudaría por ejemplo a un diagnóstico de disbiosis intestinal. El estudio también incluye la detección de parásitos. Pero las pruebas actuales basadas en microbiomas no pueden diagnosticar enfermedades.
Limitaciones de los los tests de microbiota
La investigación en este campo avanza y da como resultado estudios como el que presentaban a principios de 2022 el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) y el Laboratorio Europeo de Biología Molecular (EMBL) de España.
Los expertos encontraron entonces una firma molecular de 27 microorganismos en muestras de heces que podría predecir qué pacientes tienen alto riesgo del cáncer de páncreas más frecuente, e incluso diagnosticar a aquellos pacientes con estadios más tempranos de la enfermedad.
Los investigadores destacan el alto valor predictivo de esta prueba de las heces como biomarcador para definir la población de riesgo. Son avances prometedores que animan a continuar investigando en este campo.
Si bien, sobre los tests de microbiota, las limitaciones parecen ser de momento las mismas que las de cualquier otro tipo de prueba de muestras, ya que el microbioma intestinal de una persona cambia de forma constante.
Así que una muestra no proporciona una imagen precisa de un ecosistema que está en rápida evolución. De ahí que los test no pueden ser una herramienta de diagnóstico.
En un estudio publicado en Clinical Gastroenterology and Hepatology, los expertos reconocen esta naturaleza cambiante del microbioma intestinal y, por tanto, la dificultad para concluir nada determinante porque no saben si se mantendrá estable o no.
Factores como el tipo de dieta, el estrés o los medicamentos pueden cambiar la función intestinal y, probablemente, el microbioma. Por tanto, los resultados de los tests pueden cambiar de una semana a otra si cambia el ejercicio o la alimentación porque son una instantánea de un momento concreto que no tiene por qué corresponder con el ecosistema intestinal.
Debe tenerse en cuenta también que los distintos microbios son más activos en ciertos momentos del día que en otros. La composición del microbioma puede llegar a variar hasta en un 60% a lo largo del día, lo que viene a demostrar por qué una prueba intestinal hecha por la mañana puede ser distinta a otra realizada por la noche, según la revista Cell.
Los estudios sobre microbioma también demostraron que no existe un solo perfil saludable, los datos son multidimensionales y complejos. Por tanto, el desarrollo de patrones predictivos probablemente requerirá el análisis de decenas de miles de muestras vinculadas a metadatos clínicos.
Aunque este tipo de pruebas basadas en microbiomas tienen el potencial de transformar la atención clínica e incorporarse a la medicina personalizada, es solo el comienzo de todo el proceso de comprender qué significa el perfil del microbioma de una persona para su susceptibilidad o progresión de enfermedad.
La causalidad que se produce entre el estado del microbioma y ciertas enfermedades sigue sin resolverse de manera eficaz y todavía estamos lejos de posibles tratamientos contra ciertas enfermedades basados en intervenciones de la microbiota, aunque los trabajos ofrecen resultados prometedores.