El año de Milei en 12 frases

Cómo convertir un derecho en un error de cálculo

10 de diciembre de 2024 00:01 h

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Si ustedes van y leen El Libro de Shemot, van a encontrar que en esa época el aborto era un mecanismo para masacrar poblaciones que estaban usando los egipcios para liquidar a los judíos. Más acá en el tiempo todo lo que está inspirando la agenda asesina de hoy es el Club de Roma. Cuando se desclasifican los archivos de Nixon se encuentran que sugerían impulsar la agenda del aborto, para aquellos que se creen tan avanzados. Les aviso que es una agenda absolutamente asesina hecha por un par de salames que hicieron mal las cuentas

Un error de cálculo. Para el presidente Javier Milei la “agenda del aborto” y lo que llevó a consagrar en 2020 el derecho de las mujeres a interrumpir un embarazo tiene en el origen a “un par de salames que hicieron mal las cuentas”. Todo en su universo se codifica en números, teoremas y ecuaciones. Aun mal entendidos, aun mal aplicados. 

Se refirió al tema del aborto muchas veces. Dice poder demostrar que se trata de un homicidio agravado por el vínculo “desde una perspectiva matemática, filosófica, desde el liberalismo y lo biológico”. Pero fue tal vez su presentación en el Luna Park (ese día en que convocó a sus militantes bajo la promesa de que cantaría y rebotó en el escenario con su sobretodo de cuero al ritmo de “Panic show”) en la que su argumentación aterrizó como una nave averiada en los planetas más exóticos, habitados de textos religiosos y teorías conspirativas. 

Salteo la explicación de El Libro de Shemot, la diatriba contra las ideas del Club de Roma supuestamente encontradas en los papeles filtrados de Nixon: la línea argumental del Presidente es que el “control de la natalidad” (en la ensalada presidencial sinónimo del aborto) fue una reacción a la teoría equivocada de un posible colapso del planeta Tierra producto de un exceso de población. Los salames que hicieron mal las cuentas, porque pasó el año 2000 y todo indica que todavía estamos aquí, lo más bien. 

Aun si el cálculo estaba efectivamente mal y no sólo no hay que producir menos humanos sino, como coincidieron en la última reunión con Elon Musk, “poblar” el planeta. ¿Y el deseo, Javier? ¿Los proyectos de vida? ¿La voluntad de las mujeres? ¿Sus emociones? No trabajamos. 

En un año de gobierno los argumentos del Presidente nunca se encontraron con las inquietudes de las mujeres, ni dialogaron con ninguna de sus preocupaciones concretas. No hay una sola idea que les sea útil a quienes plantean que el aborto es una cuestión de salud pública, ni a la preocupación por las muertes que la práctica genera cuando se realiza en condiciones desesperadas. Los razonamientos del Presidente se tejen en una maraña paralela a los hechos, indiferente a las preocupaciones de la mitad de la humanidad, a la que desatiende deliberadamente, le retacea recursos y derechos y, sobre todo, le niega la capacidad de autodeterminación. Pero el liberalismo es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo.  

Perros, hombres, tal vez luego las plantas, los hongos o las bacterias: las mujeres (sobre todo las jóvenes) son los seres vivos con los que menos empatiza el Presidente. A Milei y su “guardia pretoriana” las mujeres los tienen sin cuidado porque ni siquiera las necesitan. Su apoyo electoral es esencialmente de la juventud masculina. Un segmento social que –teorizan los consultores– no tenía representación frente a una agenda progresista de la que se sintieron marginados.

Es posible que así haya sido. Milei –y seguramente muchos de sus seguidores hardcore– nunca vio de cerca la marea verde ni, menos, fue parte. No vio las calles llenas de glitter y la alegría que da saberse con el derecho a decidir. No sintió los abrazos de las mujeres en la vigilia de diciembre de 2020 ni escuchó las canciones que inventamos. Seguramente nunca adivinó la determinación y el miedo en los ojos de una amiga ni la acompañó en la toma de misoprostol.

¿Cuánto puede importarle a una mujer que ve un positivo en un test de embarazo y está firme en su decisión de no tener un hijo en ese momento lo que dicen las páginas del Éxodo o los papeles desclasificados de Nixon? Nos da lo mismo el error de cálculo de los científicos de Roma o las necesidades del planeta para evitar su extinción o aumentar su riqueza. ¿Tiene, el presidente Milei, contacto con alguna mujer joven? ¿Algún puente tendido, alguna manera de conocer el universo de sus deseos y preocupaciones? (¿Será  Brenda di Aloy, la hija de Yuyito González, nuestro nexo?)

Esto es un hecho: nunca vimos que la invocación de una mujer –diría que a excepción de su hermana, pero tampoco– le ablandara la voz o los gestos como el relato de su encuentro con Sylvester Stallone o con Elon Musk. Musk es para él un “héroe de la historia de la humanidad” con quien, afortunadamente, tuvo oportunidad de hablar largamente de demografía. En su último encuentro en Estados Unidos compartieron la preocupación de poblar el planeta. Musk tiene 12 hijos (una de ellas transgénero, sin vínculo con su padre y acusada por él de ser quien es producto del “adoctrinamiento progresista” del colegio al que asistió). 

–¿Y usted para cuándo va a avanzar en esto? –le dijo Musk, según relató el Presidente en una entrevista con Lex Fridman. “Por qué les hace el juego a los salames”, pudo haber agregado. 

–Mire, yo tengo cinco hijos –contestó él, tal vez emocionado por el recuerdo de Conan, solamente muerto en el irrelevante plano de la experiencia.  

–Los de cuatro patas no cuentan. 

FN