El año de Milei en 12 frases

El niño que se veía enorme

10 de diciembre de 2024 00:01 h

0

Les duele que hoy yo sea uno de los dos políticos más relevantes del planeta Tierra. Donald Trump y el otro soy yo ¿Qué visión puede tener una rata respecto de un gigante?

Bueno, bueno, bueno… Vaya si hay tela literaria para cortar en este aforismo que merece el récord Guinness del rubro autobombo. El primer efecto de lectura es de asombro: ¿cómo alguien puede hablar de sí mismo de ese modo? ¿A qué catástrofe emocional se tiene que haber sobrevivido para que alguien crea que su tamaño (imaginario, inflacionario) causa dolor en los demás?  

La relación del presidente Javier Milei con los tamaños es conocida por lo alucinógena. Sencillamente se ve grande, como es común que les ocurra a los niños que anhelan crecer para defenderse mejor de la violencia de la vida. Y también ve grandes a quienes considera poseedores de una inteligencia más o menos a la altura de la que imagina suya. 

A Federico Sturzenneger lo llama “coloso”. Quizás lo haga a los apurones, del mismo modo en que habla como si corriera en un desierto, sin considerar que “coloso” no alude a humanos del tamaño de un dios, sino más bien a esculturas megalómanas, cuando no a edificios. De hecho, el “coloso” que conocemos como tal entre nosotros es el estadio “Marcelo Bielsa” de Newell’s Olds Boys de Rosario. Y a Luis Caputo lo llama “Gigante”, que es un tipo de humanoide de varios metros de altura (Gilgamesh medía casi seis) alimentado a base de niños. 

Sin embargo, cuando Milei ganó las elecciones presidenciales, se vio que en sus alucinaciones de grandeza (en este caso bíblicas) se identificó con David bajando de un hondazo a Goliat. Es una vinculación que da para un ateneo de clínica psicoanalítica. Goliat, según la Biblia, tenía una altura que, traducida a una medida actual, alcanza casi los tres metros. Mientras que de David no se tiene ningún dato, excepto que el uniforme –del que se ignora el talle– le quedaba grande. En cualquier caso, siempre se ha dicho que David fue más pequeño que Goliat. 

¿Cómo es que quien ahora se siente gigante, sobre todo respecto de las ratas que lo miran, se haya identificado hace un año con David que, como lo sabe incluso aquel que no leyó ni siquiera “puto el que lee” en la puerta de un baño, es el verdugo de un gigante? Como dato que nada que ver, recordemos que cuando era niño, al presidente Milei lo molía a palos su padre, un “gigante” de dos metros. Lo que se pierde en la vida se gana en la “batalla cultural”. ¿Sí? ¿O no?

Creerse un gigante: qué tremendo flash infantil. No ha de haber una fantasía menos adulta que la de aumentar de tamaño, que es una vertiente monstruosa del deseo de hacerse ver. Su puerilidad –por si hace falta explicarla-- consiste en que quien pretenda ser un gigante no puede no desembocar en la irrealidad (las ratas, en cambio, sí que existen). 

Enfrascado en entenderse a sí mismo mal, el presidente parece no comprender la evidencia de la pequeñez humana. Es una falla grave de percepción a la hora de despuntar el modesto vicio humano de la metafísica; y de la física a secas también, porque salta a la vista que Milei no es un gigante.

Pero no hay que deprimirse porque no todas son malas. En un reflejo de humildad, el presidente retrocedió con sus botas de siete leguas para decirnos que tanto él como Donald Trump son los políticos más relevantes de la actualidad, aunque por ahora solamente del planeta Tierra. 

FN