El acuerdo de alto el fuego en Gaza es una tregua que no aborda el asunto de fondo: la ocupación y el apartheid

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La ocupación, la opresión, la segregación, los asesinatos y los crímenes israelíes contra el pueblo palestino se producen desde hace décadas. No comenzaron el 7 de octubre de 2023 ni terminan con el acuerdo de alto el fuego que hoy entra en vigor y que, por el momento, es más bien una pausa temporal.

El riesgo de ruptura de la tregua en la primera fase

La primera fase del pacto, la única más detallada, duraría cuarenta y dos días. El riesgo de violación del alto el fuego en ese periodo es muy alto. En esta etapa se contempla la puesta en libertad de 33 israelíes y 1.890 palestinos y la entrada de 600 camiones diarios de ayuda humanitaria, tras meses con un bloqueo israelí que ha generado hambre y enfermedades y que ha sido señalado como un acto de genocidio en sí mismo por expertos y relatores de la ONU.

Además, las tropas israelíes tendrán que retirarse solamente de las áreas pobladas de la Franja y podrán continuar con sus operaciones aéreas de reconocimiento catorce horas al día. La siguientes fases del acuerdo están menos definidas y deberán ser negociadas con más detalle dentro de dieciséis días.

De momento, en la segunda fase se contempla la puesta en libertad de más rehenes israelíes y palestinos y la retirada del Ejército israelí de otras zonas, pero manteniendo presencia en partes del corredor de Filadelfia, que se extiende a lo largo de la frontera entre Gaza y Egipto.

Los pactos pasados no impidieron que Israel volviera a cometer matanzas de civiles en Gaza en 2004, 2006, 2008, 2011, 2014, 2019 y 2021

Lo que no está definido

Israel intentará imponer sus preferencias para un futuro gobierno de Gaza, algo que debe corresponder únicamente a la población palestina. También se resistirá a abandonar el corredor de Filadelfia o a entregar el control de los pasos fronterizos. Cualquier incidente o excusa serán usados para justificar la permanencia de las tropas israelíes, la perpetuación de la ocupación y la reanudación de los ataques, como ha ocurrido a lo largo de los años.

No se menciona nada sobre el futuro de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA), esencial para la supervivencia de la población -a través de sus servicios educativos, sanitarios y de ayuda humanitaria- y prohibida por el Parlamento israelí a través de una resolución reciente que entra en vigor a finales de este mes. Tampoco está perfilada la posibilidad de un alto el fuego permanente.

Todo esto deja un amplio margen a la fragilidad del acuerdo. De hecho, Netanyahu dijo hace unas horas que Trump le ha asegurado el carácter temporal del alto el fuego y que tanto él como Biden le han dado “pleno apoyo” para reiniciar los ataques en Gaza “si Israel considera que las negociaciones en la segunda fase no van a ningún lado”.

En el sur de Líbano, donde se pactó un alto el fuego el pasado mes de noviembre, el Ejército de Israel viola el acuerdo a menudo, con disparos, incursiones, demolición de casas o el vuelo de drones.

Cualquier incidente o excusa serán usados para justificar la permanencia de las tropas israelíes y la ocupación

Los pactos pasados

Los pactos por fases nunca han llegado a la etapa final. El primer ministro Netanyahu tiene un largo historial de incumplimientos, incluido el Memorándum Wye River de 1998, por el que se comprometía a la retirada parcial de Cisjordania.

Los Acuerdos de Oslo de 1993 y 1995 tampoco pasaron de sus primeras fases, y han sido usados por Israel como instrumento para dividir Cisjordania en áreas acantonadas donde la población palestina vive sin libertad de movimientos, y donde el colonialismo israelí ha ido extendiéndose más allá del Área C, que controla por completo. La negociación con detalle sobre la retirada militar nunca se produjo, porque el objetivo de los sucesivos gobiernos israelíes ha sido -y es- ocupar más territorio, hacer uso de sus recursos naturales y no decepcionar a los sectores partidarios del Gran Israel.

Desde los años noventa hasta hoy, lejos de lo establecido por resoluciones de la ONU y acuerdos varios, la población israelí en el territorio palestino de Cisjordania se ha triplicado, a través de la ocupación ilegal. Esto en sí mismo constituye un crimen de guerra, definido como tal por el derecho internacional: el traspaso de población del Estado ocupante al territorio ocupado.

Desde los Acuerdos de Oslo de 1993 hasta hoy se ha triplicado el número de colonos israelíes en Cisjordania y Jerusalén Este

En Gaza, en las últimas dos décadas y antes del genocidio actual, el Ejército israelí impulsó masacres en 2004, 2006, 2008-2009, 2011, 2014, 2019 y 2021, con miles de civiles palestinos muertos. Los pactos de alto el fuego alcanzados en cada uno de esos años mencionados no sirvieron para impedir que Israel volviera a cometer las siguientes masacres.

Las treguas salvan vidas y, en ese sentido, el plan de alto el fuego es percibido con alivio, pero no dispone del contenido necesario para convertirse en permanente y definitivo, ni aborda las cuestiones fundamentales que llevan décadas perpetuando opresión y violencia.

Sin el fin de la ocupación ilegal israelí, del sistema de apartheid contra la población palestina y sin medidas de presión que obliguen a Israel a abandonar sus políticas de abuso y de anexión de más territorio palestino, no habrá solución duradera. Lo ocurrido a lo largo de las décadas es buena prueba de ello.

El objetivo israelí en Cisjordania es ocupar más territorio, hacer uso de sus recursos naturales y no decepcionar a los sectores partidarios del Gran Israel

El papel de EEUU

En su última entrevista, Joe Biden ha contado que, en octubre de 2023, pidió al primer ministro israelí que no atacara zonas civiles en Gaza. Éste le respondió que bombardeaba a civiles porque era necesario, y que tenía que entenderlo porque EEUU también había lanzado bombardeos contra civiles en Alemania y Japón en la Segunda Guerra Mundial, haciendo uso de la bomba nuclear.

En la entrevista Biden afirma que Netanyahu “planteó un argumento legítimo: 'esos son los que han matado a mi gente'”. Tras esa referencia de Netanyahu sobre el uso de la bomba nuclear estadounidense contra Hiroshima y Nagasaki, Biden siguió facilitando armas, ayuda militar y apoyo político a Israel durante meses, hasta hoy, sin ejercer presión real sobre el mandatario israelí. De hecho, el pacto ahora alcanzado es el mismo que Israel rechazó en julio.

En los últimos días, los equipos de Trump y Biden han querido atribuirse el acuerdo de alto el fuego. Diversos medios de comunicación israelíes, así como fuentes en Washington y Qatar, subrayan la importancia de las gestiones del enviado especial de Trump a la región, Steve Witkoff, quien fue informando al equipo de Biden de los avances. Cuando ganó las elecciones en noviembre, Trump afirmó que asumiría la presidencia con un acuerdo bajo el brazo para la puesta en libertad de los rehenes.

Además de los pasos en privado, el pasado 7 de enero Trump colgó en la red Truth Social un vídeo del profesor Jeffrey Sachs, en el que éste critica duramente a Netanyahu y lo acusa de haber estado obsesionado con impulsar “guerras interminables” en Oriente Medio. La divulgación de ese vídeo por Trump constituye un gesto público de presión sobre primer ministro israelí.

El yerno de Trump duplicó esta semana su participación en una firma israelí que se beneficia de la anexión ilegal de territorio palestino en Cisjordania

Esto no significa que no haya una relación privilegiada entre ambos mandatarios, ni que Trump no apoye la impunidad de Israel, sino que consideraba necesaria una escenificación. Así lo expresó en varias ocasiones antes del verano, cuando mostró preocupación por la imagen dañada de Israel y por la falta de cuidado de “las relaciones públicas” del Gobierno de Netanyahu. El nuevo presidente de EEUU, que asume como tal este lunes, quiere aparecer en escena como un dirigente resolutivo, lograr la puesta en libertad de rehenes israelíes y, al mismo tiempo, garantizar el proyecto colonial de Israel.

No debe olvidarse que, en su anterior mandato, Trump declaró la soberanía israelí sobre los Altos del Golán sirios -ocupados ilegalmente desde hace décadas - y reconoció Jerusalén como capital israelí, en contra de las resoluciones de la ONU y del derecho internacional. Además, defendió la posibilidad de un plan que consistía, básicamente, en la anexión de buena parte de Cisjordania por parte de Israel.

El eje vertebral de sus políticas en la zona fue el impulso de los Acuerdos Abraham, por los que varios países árabes -Emiratos, Sudán, Marruecos y Bahrein- normalizaron sus relaciones con Israel. Esos pactos dejaron de lado la cuestión palestina y permitieron la perpetuación de la impunidad israelí.

Joe Biden prosiguió con el mismo plan e intentó la firma de los Acuerdos de Abraham entre Arabia Saudí e Israel, un escenario que cerraba la puerta a los derechos palestinos. En su nuevo mandato, Donald Trump tratará de cerrar ese acuerdo entre Riad y Tel Aviv, empujará por gobiernos afines a Israel en la región y facilitará la ocupación y anexión ilegal de más territorio palestino.

Este pasado miércoles, su yerno y confidente cercano, Jared Kushner, duplicó su participación en una firma de finanzas y seguros israelí -Phoenix Financial Ltd- que invierte en asentamientos ilegales israelíes en los Altos del Golán sirios y en Cisjordania, y que se beneficia de la extensión de esa anexión ilegal.

Si no se sientan las bases para una paz justa y una libertad real para Palestina, el bucle continuará, una y otra vez.

Nada termina hoy. Como ha escrito la abogada palestina estadounidense Noura Erakat, “un alto el fuego puede impedir que el cielo se derrumbe sobre Gaza, pero ya están creadas las condiciones que limitan la posibilidad de vida”. Si no se sientan las bases para una paz justa y una libertad real para Palestina, si no se garantiza una rendición de cuentas, el bucle continuará, una y otra vez.

Así lo ha recordado el Comité de Expertos de Naciones Unidas esta semana, subrayando que “una paz sostenible requiere abordar las causas profundas del conflicto”, “poner fin a la segregación racial y al apartheid, como ordenó la Corte Internacional de Justicia en julio de 2024, garantizar la igualdad de derechos”, “el regreso de los palestinos desplazados desde 1948” y “justicia por los crímenes de guerra, de lesa humanidad y genocidio”.

En su despedida, Biden y su Secretario de Estado, Antony Blinken, han ofrecido discursos y entrevistas queriendo obviar su complicidad activa con los crímenes israelíes. Como escribió al inicio de este genocidio el novelista Omer Al Akkad, “un día, cuando sea seguro, cuando no haya ningún inconveniente personal en llamarlo como es, cuando sea demasiado tarde para responsabilizar a alguien, todos siempre habrán estado en contra de esto”.