Contra todo pronóstico, los partidos de izquierda integrados en el Nuevo Frente Popular lograron bloquear el avance de la extrema derecha de Agrupación Nacional y alzarse como primera fuerza parlamentaria en las elecciones de este domingo en Francia. La coalición progresista ha cosechado alrededor de 190 diputados si suman candidatos independientes, lejos del umbral requerido de 289 escaños para la mayoría absoluta, seguida de las fuerzas macronistas, el partido de Marine Le Pen y sus aliados y la derecha tradicional de Los Republicanos (LR).
Sin mayorías claras que aseguren la gobernabilidad, el panorama es incierto mientras hay quienes ponen sobre la mesa el riesgo de un bloqueo institucional. A medida que se intensifican las negociaciones, que pueden durar días o semanas, el centro de gravedad de la política francesa se desplaza estos días a la Asamblea Nacional, fragmentada en tres grandes bloques. De momento, no se perfila ningún candidato para reemplazar a Gabriel Attal de inmediato. ¿Cuándo y cómo se formará un nuevo gobierno? Esto es lo que sabemos:
¿Cuándo puede haber un nuevo gobierno?
En estos momentos, una de las pocas certezas es que, como marca la tradición, Gabriel Attal presentó su renuncia a Emmanuel Macron este lunes y que, según informan los medios franceses, Macron ha pedido a Attal que siga siendo el jefe del Ejecutivo “por el momento” para “garantizar la estabilidad del país”.
Attal ya anticipó este domingo que podría seguir en el cargo mientras se forma un nuevo gobierno. “Nuestro país vive una situación política sin precedentes y se prepara para recibir al mundo dentro de unas semanas. Por supuesto, cumpliré con mis obligaciones”, dijo, con la mirada puesta en el inicio de los Juegos Olímpicos.
No hay un calendario claro que establezca cuándo debe nombrar Macron a un primer ministro y, según los expertos franceses, la Constitución no impone ningún plazo para ello.
Attal permanecerá en Matignon hasta que el Jefe del Estado nombre a su sucesor. Según el Consejo Constitucional, la aceptación de la renuncia “abre un breve periodo (de unas horas a unos días) durante el cual el primer ministro de un gobierno dimisionario es responsable de ocuparse de los ‘asuntos de actualidad’ y de las urgencias”, es decir, se encarga únicamente de la función administrativa.
Este domingo, el presidente francés hizo saber que va a tomarse tiempo para examinar los resultados de las elecciones legislativas antes de decidir sobre el Gobierno que se pueda constituir. Macron “esperará a la estructuración de la nueva Asamblea Nacional para tomar las decisiones necesarias”, indicaron fuentes del Elíseo. El presidente galo tiene previsto viajar a Washington para participar en la cumbre de la OTAN que terminará el jueves.
La vida parlamentaria se reanudará en la Asamblea Nacional el jueves 18 de julio, con la elección del nuevo presidente de la cámara. Para entonces, los diferentes partidos políticos deben haber formado grupos parlamentarios. En los días posteriores se procederá al reparto de cargos clave y, finalmente, a la discusión del calendario parlamentario. En otoño hay una votación clave, la de los presupuestos.
“No es imposible que el presidente desee que el Gobierno actual gestione los Juegos Olímpicos de París hasta septiembre. Excepto en el periodo comprendido entre el 18 y el 31 de julio, la Asamblea Nacional no estará reunida”, dice a elDiario.es Thibaud Mulier, profesor de Derecho Público en la Universidad de París Nanterre. “No obstante, durante este periodo podría presentarse una moción de censura, pero me pregunto: si se acepta la dimisión del Gobierno de Attal, ¿cómo se puede censurar a un Ejecutivo ya en funciones? ¿No sería políticamente peligroso censurar en pleno verano y Juegos Olímpicos?”.
Por otro lado, la cámara baja no podrá ser disuelta de nuevo hasta que no transcurra un año desde las elecciones. Por lo tanto, un eventual bloqueo no podría resolverse en las urnas a corto plazo, abocando a los actores políticos a encontrar una solución.
Entonces, ¿ahora qué?
Entonces, ¿quién gobernará? Sigue sin estar claro. “Todo es política ficción en este momento. Es difícil de decir, pero promete ser una secuencia fascinante para un constitucionalista”, responde Mulier.
En teoría, el presidente Macron puede elegir a quien desee para encabezar el Ejecutivo, pero lo habitual es que tenga en cuenta los resultados de las legislativas y la lógica institucional dicta que debe nombrar a un miembro de la fuerza que gane en las urnas, en este caso el Nuevo Frente Popular.
A juicio de Mulier, Macron recupera parte de las riendas. “Es él, y solo él, quien nombra legalmente al primer ministro. A continuación, debe alcanzarse un acuerdo entre él y el nuevo primer ministro para nombrar a los demás ministros”. En este sentido, políticamente hablando, el presidente “está limitado: tiene que ver quién domina la Asamblea Nacional –la izquierda en este momento, a menos que haya un acuerdo tácito o una coalición para evitar un primer ministro de izquierdas–”, dice el experto. “En consecuencia, no puede nombrar políticamente a quien quiera, pues de lo contrario se arriesgaría a una rápida [moción de] censura del Gobierno –y a la imposibilidad de disolverlo durante un año–”, agrega.
Según Thomas Ehrhard, profesor de ciencias políticas de la Universidad Panthéon-Assas, en París, al no existir la amenaza de disolución de la Asamblea Nacional, que puede fomentar el desafío parlamentario, “la única consecuencia de una moción de censura aprobada será la dimisión del gobierno”. “Por lo tanto, existe una fuerte probabilidad de inestabilidad gubernamental. Esto significa que la solución que se adopte deberá ser sólida”.
Con los resultados en la mano, Macron se enfrenta a la perspectiva de tener que nombrar a una figura de la coalición de izquierdas, en un acuerdo conocido como “cohabitación”, como se denomina a la convivencia con un primer ministro de un color político distinto al del presidente. Bajo el actual sistema político, Francia ha vivido tres cohabitaciones, la primera de ellas de 1986 a 1988, cuando el socialista François Mitterrand nombró jefe del Ejecutivo al conservador Jacques Chirac.
Tras el sorprendente vuelco en el escenario político, los dirigentes de las distintas familias que integran el Nuevo Frente Popular, como el socialista Olivier Faure o el líder de Francia Insumisa (LFI), Jean-Luc Mélenchon, han exigido que el próximo gobierno sea de la coalición de izquierdas.
La coalición ha dicho que su intención es designar esta semana a un candidato a primer ministro. Las negociaciones ya están en marcha: este domingo por la noche ya hubo una primera reunión el domingo entre los líderes del Nuevo Frente Popular Marine Tondelier ( ecologistas), Manuel Bompard (LFI), Olivier Faure (socialistas) y Fabien Roussel (comunistas). “El trabajo continuará hoy, todo el día, sin duda mañana y los días siguientes”, ha dicho Tondelier este lunes en una entrevista en la que ha insistido que Macron “debería llamar hoy oficialmente al NFP para que le transmita un nombre de primer ministro”.
El nombre de Jean-Luc Mélenchon es una fuente de tensión dentro del Nuevo Frente Popular, ya que muchas figuras dentro de la alianza se oponen a la llegada del líder insumiso a Matignon. Algunas voces de la izquierda han propuesto el nombre del exdirigente sindical Laurent Berger alegando que podría ser una figura unificadora y una alternativa popular a Mélenchon.
Gobierno en minoría, coalición o técnico
En resumen, se supone que Macron debe elegir un candidato que pueda obtener el apoyo de una mayoría de diputados o al menos que no sea rechazado por una mayoría, para que resista posibles mociones de censura. Y es un hecho que, en estos momentos, la izquierda está en una situación delicada si quiere gobernar. Sin una mayoría clara, con menos del 35% de los escaños, queda a merced de la oposición, que podrá presentar mociones de censura fácilmente, particularmente si el centro y la extrema derecha unen sus fuerzas.
En este sentido, un primer escenario que se abre es la posibilidad de un gobierno en minoría de la izquierda, sin contar con el apoyo explícito –aunque sí tácito–, de una mayoría absoluta en la Asamblea.
Este ha sido el caso de los gobiernos de los macronistas Elisabeth Borne y Gabriel Attal, que contaban solo con una mayoría relativa de asientos en la Asamblea saliente. Los aliados del presidente han tenido que buscar mayorías caso por caso para votar cada proyecto de ley, y han echado mano recurrentemente del artículo 49.3, un mecanismo controvertido para esquivar el Parlamento.
Si la izquierda logra gobernar en solitario, podría tender puentes para crear alianzas texto a texto, ya que la falta de mayorías claras exige que los legisladores se pongan de acuerdo. Sin embargo, a estas alturas, flotan en el aire algunas dudas sobre cómo pondrán en marcha su programa. “Me pregunto cómo nos las arreglaríamos para aprobar un presupuesto que pudiera aplicar el programa anunciado por la izquierda. Sería paradójico que la izquierda recurriera al ‘49.3’, aunque lo haya denunciado repetidamente”, señala el constitucionalista de la Universidad de París Nanterre.
Otra posibilidad evocada por algunos medios franceses es que la coalición de Macron conserve el poder en minoría, pero, para ello, tendría que convencer a diputados de otros colores políticos, lo cual también se presenta difícil. “Mientras que el Nuevo Frente Popular reclama legitimidad para gobernar debido a su alto puntuación, Macron podría estar dispuesto a abrir a la derecha Los Republicanos y otros pequeños grupos de derecha, que juntos obtuvieron poco más de 60 escaños. No sería suficiente para obtener una mayoría absoluta, pero podría permitir la formación de un gobierno minoritario de centroderecha”, dice Célia Belin, directora de la oficina del think tank ECFR en París, quien sostiene que “durante los próximos días o semanas, Macron explorará formas de retener el poder”.
Ehrhard cree que el escenario de nombrar un primer ministro con solo una minoría de escaños “es demasiado arriesgado”. “Sometido a la Asamblea, caería rápidamente”, agrega. Según su análisis, es más es que el Gobierno permanezca funciones hasta que se forma uno nuevo, como ocurre en “la mayoría de los países europeos que experimentan una cámara de diputados muy dividida, con extremos fuertes pero minoritarios, y partidos de gobierno debilitados y minoritarios”. “En este escenario, tras la disolución, la formación del gobierno podría llevar varias semanas, o incluso meses, lo que es habitual en otros países”, agrega.
La falta de mayorías de los grandes bloques políticos también abre la puerta a la formación de una coalición, una hipótesis planteada por algunos dirigentes políticos franceses antes de la segunda vuelta, con alusiones, por ejemplo, a un “gobierno de unidad nacional”.
Pero este escenario tampoco se antoja fácil dadas las posiciones de las que parten los partidos. Los macronistas y los conservadores han mantenido hasta ahora un veto al partido de izquierdas Francia Insumisa, que es la fuerza que más diputados sentará bajo el paraguas del NFP. El aliado de Macron y antiguo primer ministro Édouard Philippe ha movido ficha pidiendo “un acuerdo” de “las fuerzas políticas centrales” que excluyan a la extrema derecha y a Francia Insumisa –anticipando, no obstante, que este pacto “no será duradero”–.
La líder ecologista Chandelier ha defendido que Francia Insumisa es esencial si se quiere formar mayoría en la Asamblea Nacional. “Los que nos dicen que van a formar una mayoría sin LFI no tuvieron los mismos profesores de matemáticas que yo (...). No veo cómo es posible”, ha dicho. Por su parte, el socialista Faure ha asegurado que la alianza de izquierdas no aceptará “ninguna coalición de contrarios”. Laurent Wauquiez, hombre fuerte de LR elegido gracias al frente republicano, ha descartado que la derecha participe en una “coalición”, rechazando “combinaciones para construir mayorías antinaturales”.
Mulier opina que una coalición es posible, “pero habría una configuración o bien dominada por la izquierda, que captaría parte del centro; o bien dominada por el centro, que captaría parte de la izquierda y de la derecha, lo que parece improbable”.
Otro escenario sobre el que se han escrito ríos de tinta que se fijan en experiencias como la de Italia es el del nombramiento de un gobierno técnico, en caso de que haya que encontrar una solución si la situación se bloquea o se vuelve ingobernable, eligiendo a una personalidad sin adscripción política y un ejecutivo formado por altos funcionarios. En este caso, “tendría una legitimidad resultante de la experiencia, no de la legitimidad política derivada de las urnas”, puntualiza Ehrhard, quien cree que esta alternativa “es posible pero poco probable”.
“El Gobierno técnico es una posibilidad, pero me parece prematura a estas alturas: hay que ver cómo se comportan los aparatos de los partidos”, dice Mulier.
“La Constitución francesa, como a menudo olvidamos, establece un sistema parlamentario, que puede dar cabida a coaliciones y acuerdos de texto, y que fue diseñado para permitir la estabilidad del gobierno sin tener una mayoría clara. Además, las tres cohabitaciones y la práctica del presidencialismo han demostrado que el texto es maleable y que las interpretaciones pueden dar cabida a varios tipos de configuración”, asegura el experto. “Un gobierno ‘político’, me refiero a uno que aplique un programa, es posible: pero es poco probable que el acuerdo entre los partidos sea inmediato, y puede llevar más tiempo de lo habitual”.
En opinión del constitucionalista, una cosa parece segura: Macron ya no podrá ejercer su cargo como lo ha hecho durante siete años. “Es probable que la lectura de la Constitución sea más parlamentaria, con negociaciones entre el Parlamento y el Gobierno mucho más intensas que en anteriores cohabitaciones, cuando afectaban sobre todo a la relación Gobierno-presidente”.