Bolsonaro también va a Moscú: “Putin es conservador, gente como nosotros”

Eleonora Gosman

San Pablo —

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El viaje de Jair Bolsonaro a Moscú, con fecha ya definida y ratificada del 14 de febrero para su entrevista con Vladimir Putin, tiene más de un motivo para su concreción. Responde, como es obvio, a una necesidad electoral del gobernante, quien busca demostrar su capacidad de jugar un papel internacional y ser recibido por líderes mundiales, frente a su principal adversario Luiz Inácio Lula da Silva. El ex presidente fue recibido en Europa entre el 11 y el 18 de noviembre últimos, por jefes de Estado y por el Parlamento europeo.

Pero también mueve esa gira un interés diplomático de endosar la neutralidad brasileña frente al conflicto entre Estados Unidos y Rusia, que tiene a Ucrania en el medio. Brasil pasó a integrar el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en enero de este año como miembro rotativo, lo que reviste de una importancia especial a su posición. Y en ese contexto deben mencionarse además los intereses económicos, especialmente el comercio agropecuario y compra de armas. No es detalle menor el encuentro con el presidente ruso, protagonizado la última semana por Alberto Fernández, que aparece frente al establishment bolsonarista como el eterno competidor.

La gira de Bolsonaro fue acordada el 2 de diciembre de 2021, cuando aceptó la invitación que le formulara el líder ruso. “Acepté el convite y estoy muy feliz y honrado. Abre una ventana de oportunidades” declaró el presidente brasileño en aquel momento. Pero en enero surgió el episodio internacional entre las dos superpotencias militares que puso en juego fuertes presiones de Estados Unidos para que Bolsonaro renunciara a ese viaje. Fue lo que reclamó el secretario de Estado norteamericano Anthony Blinken en una conversación telefónica con el canciller brasileño Carlos França, el domingo pasado.

A ese esfuerzo de la diplomacia estadounidense, Bolsonaro replicó el miércoles: “Brasil es Brasil y Rusia es Rusia. Quiero tener buenas relaciones con todo el mundo. Si Joe Biden me invita, iré a Estados Unidos con el mayor placer”. Su declaración fue realizada en un momento particular: su encuentro con el “izquierdista” peruano Pedro Castillo en Porto Velho, capital del estado occidental de Rondonia, a quien inicialmente había criticado. En un viraje ideológico-filosófico respecto a posturas pasadas, el jefe del Palacio del Planalto explicó: “En política cada uno cuida de su espacio. Tenemos interés y cada pueblo es responsable por sus elecciones. No pienso decir si el pueblo (peruano) votó bien o mal”. Y continuó: “Queremos una América del Sur libre, con libertad de expresión, libertad de prensa. Lógicamente, este encuentro (con Castillo) tiene que ver con eso. Solo podemos tener buena relación si impera la democracia”. Respecto de las relaciones de Brasil con Perú, que se vieron enturbiadas con la elección del nuevo presidente peruano, Bolsonaro fue tajante al decir que no hay ningún conflicto: “Está todo superado. Todos los países de América del Sur son importantes para nosotros”.

Desde luego, no han cedido los apremios de Estados Unidos ante ese notorio giro bolsonarista, defendido incluso por los militares de su entorno más íntimo. En Washington se preocupan por las señales que podría dar el cuestionado viaje. Entre otros detalles por el peso que podrá tener un posicionamiento de Brasil en el Consejo de Seguridad de la ONU, que es el único con poder, al menos en teoría, de autorizar el uso de fuerzas militares entre dos países.

La definición brasileña frente a la disputa entre Washington, Moscú y la OTAN fue explicitada por el embajador brasileño ante las Naciones Unidas, Ronaldo Costa Filho. En su discurso del lunes último, el diplomático sostuvo: “En referencia abierta a acciones militares, sanciones económicas unilaterales y otras medidas, estos son desarrollos que deben ser evitados, de acuerdo con la Carta de las Naciones Unidas”.

Entretanto, ya se iniciaron los viajes previos de diplomáticos a Moscú y a Budapest, donde Bolsonaro se irá a reunir con Viktor Orbán. El domingo pasado embarcaron las misiones hacia ambos destinos, para ultimar los detalles.

En su intercambio habitual con sus seguidores, Bolsonaro aclaró que no hay ninguna contraindicación para reunirse con el presidente de la Federación Rusa. Es que en su visión, Putin “es conservador. Es gente como nosotros”. Añadió que su pretensión es “mantener las mejores relaciones comerciales”.

Hay un elemento adicional que debe tomarse en cuenta. En la visita de Fernández a Moscú, el presidente argentino le planteó a su colega ruso el deseo argentino de ingresar al BRICS, el grupo económico integrado por China, Rusia, India, Brasil y Sudáfrica. Putin respondió: “Lo debemos conversar con Brasil”. Por el momento, es un enigma cuál será la respuesta de Bolsonaro.

EG