“Brasil está despegando, estamos en el rumbo cierto. El Brasil de hoy, además de referencia, es admirado por todos los países. Tenemos una política externa inigualable”. Así comenzó Jair Bolsonaro a las 16 horas de este miércoles su discurso en Copacabana, delante de miles de simpatizantes que lo aguardaban desde el mediodía. El presidente había participado, por la mañana en Brasilia, del acto oficial de celebración por los 200 años de la independencia del país, sin que se verificaran los temores ante eventuales “hechos violentos” por parte de sus seguidores.
En Río de Janeiro, donde Bolsonaro llegó a las 14 horas, se pobló de manifestantes que voceaban el apoyo a su reelección. Lo más destacado, en esa movilización, eran los carteles enarbolados por sus seguidores: “Bolsonaro, accione las Fuerzas Armadas y limpie el Supremo Tribunal Federal y el Tribunal Superior Electoral (TSE)” rezaba una de las pancartas. “Intervención federal. Fuera el TSE” rezaba otra. El presidente brasileño encabezó su tradicional paseo en moto, esta vez acompañado por tierra y por mar. Luego, junto al gobernador fluminense, a su hijo Flavio y al pastor evangélico Silas Malafaia, subió a un camión con potentes parlantes, del tipo de los utilizados en desfiles carnavalescos.
Desde allí, sostuvo: “Fuimos a negociar con Rusia, aún cuando toda la prensa mundial y también el mundo estaba en contra”. Se refirió así a la visita que hizo a Moscú, donde entrevistó a Vladimir Putin, justo al comienzo de la guerra de Ucrania. Luego continuó con sus dogmas ideológicos, al decir “estamos en un gobierno que cree en Dios”. Y comparó esa fe religiosa con otra de sus convicciones: “Las instituciones militares deben lealtad al pueblo”, una frase que podría tener una doble interpretación. Para el jefe de Estado, “Brasil es envidiado en todo el mundo por los números de su economía. Vamos a tener inflación este año pero mucho menor que la de Europa y la de Estados Unidos. Eso es producto de nuestro compromiso, de nuestro trabajo y dedicación”.
El mandatario no pudo con su genio y cotejó la situación de “Argentina, Venezuela y Nicaragua”. Señaló, entonces, en relación con los tres países, que “hoy ustedes saben cómo es difícil garantizar la libertad como presidente de la República. Si ustedes perdieran la libertad perderán todo en la vida”. Añadió: “Nuestro gobierno no permite cualquier control de las redes sociales; ellas vinieron para liberarnos. Conozcan la verdad y la verdad los liberará”. Bolsonaro dejó en manos de Malafaia vituperar a su adversario Lula da Silva. Y el religioso aprovechó ese espacio para lanzar, en su discurso, un ataque directo contra el líder petista: “La Biblia dice que el diablo es el padre de la mentira, y Lula es su único hijo”.
En Brasilia
Por la mañana, en Brasilia, el presidente no había conseguido eludir ciertos “excesos orales”. Una vez terminado el acto central frente al Palacio del Planalto y el desfile militar por la Explanada de los Ministerios, el mandatario brasileño se sacó la faja presidencial y, subido en un camión con parlantes, habló ante miles de adeptos. Allí no tuvo tapujos en pronunciar sus consignas predilectas: “Hoy tenemos delante nuestro la lucha del bien contra el mal”, identificando como “demonios” al Partido de los Trabajadores y las otras 8 organizaciones políticas que llevan a Luiz Inácio Lula da Silva como candidato. Según la visión bolsonarista “es un mal que duró 14 años y casi quebró nuestra patria. ¡No volverán!”
Hasta ese momento, el discurso se mantuvo dentro de los límites de “moderación” que le habían demandado sus asesores de imagen para quienes el líder derechista debía preservar y explotar, desde el punto de vista electoralista, su perfil presidencial. Fue hacia el final que quebró la línea esbozada para repetir una frase lingüísticamente inconveniente: “Inabrochavel, incomível, inmorrível”. La traducción de la primera palabra, que no puede ser literal ya que es un neologismo inventado por el propio Bolsonaro, significa: “Jamás sexualmente impotente”. Esa fue la piedra del escándalo.
Pero no terminó allí, pues acto seguido quiso establecer un paralelismo entre su mujer Michelle y la esposa del ex presidente Lula. “Podemos comparar las primeras damas. Una es una mujer de Dios, una princesa, que está activa en mi vida”.
Sus palabras, que marcaron su conducta, merecieron críticas tanto en los medios políticos como en los judiciales: “Fue abuso de poder” por parte del presidente por haber aprovechado el escenario del desfile y la celebración de los 200 años, con fines electorales. Fue lo que declaró un juez del Tribunal Superior Electoral (TSE) al diario Folha de Sao Paulo.
Desde luego, los demás presidenciables debieron limitar la conmemoración al Twitter. Lula afirmó que tiene “fe” en que Brasil “reconquistará su bandera, su soberanía y su democracia”. Y añadió: “El 7 de septiembre debería ser un día de amor y unión. Infelizmente, no es lo que ocurre hoy”.
Entre tanto en San Pablo, un mediodía lluvioso y muy frío no sirvió de estímulo para el festejo de los paulistanos, que prefirieron en su mayoría ver los actos por televisión. Hubo sin embargo quienes optaron por seguir en forma presencial los discursos de políticos pro Bolsonaro; entre ellos, los del hijo presidencial, el diputado Eduardo. Más temprano, hubo un desfile oficial frente al Museo de Ipiranga, que acaba de ser reinaugurado después de 10 años de permanecer en reformas. Desde el punto de vista histórico, la capital paulista el escenario geográfico de la independencia nacional. Fue a orillas del río Ipiranga donde Pedro I, hasta entonces regente del imperio de Portugal, gritó: “¡Independencia o muerte!”. Así habría de convertirse en el primer emperador de un Brasil independiente de la corona portuguesa.
Los paulistas contrarios al presidente brasileño tuvieron sus propios actos. Uno de ellos fue en la basílica Nossa Senhora de Aparecida (en la ciudad de Aparecida), donde se reunieron los movimientos sociales para protagonizar el “Grito de los excluidos”, una celebración que lleva décadas de vigencia. La multitud se voceó la consigna: “Fuera Bolsonaro”, en tanto el arzobispo Don Orlando Brandes pronunció la frase más aguardada por los manifestantes: “Democracia sí, golpe no. Pan en la mesa sí, hambre no”.
En los medios políticos y periodísticos hay un interrogante: ¿Hasta dónde este acto permitió elevar las apuestas en la candidatura de Bolsonaro?. Según una encuesta publicada hoy, el presidente brasileño logro alcanzar 34% de las intenciones de voto, mientras que el líder petista conserva intacto su 44%. Otra investigación difundida ayer le daba 44% a Lula y 31% a Bolsonaro. Para los especialistas, como el director general de Datafolha Mauro Paulino, “lo que caracteriza las encuestas es la estabilidad de los resultados. El voto está cristalizado”. Con todo, tal como reveló Paulino, “es muy poco probable que Lula venza en el primer turno”; es decir, habrá que aguardar hasta el 30 de octubre para tener una definición de la contienda.
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