Bolsonaro, la razón por la que muchos brasileños podrían hinchar hoy por Argentina

Eleonora Gosman

San Pablo —

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Para un corresponsal extranjero hay coberturas inolvidables. Algunas trágicas, como las guerras o los terremotos. Otras amenas, como contar el carnaval en Brasil. Y otras igualmente impactantes, como por ejemplo un mundial de fútbol donde participa la selección de su país. Todas esas experiencias serán recordadas en forma vivencial por el resto de sus días. Pero si se trata de un periodista argentino en Brasil, esos momentos especiales pueden convertirse en pura angustia. Fue lo que le ocurrió a esta periodista el domingo 13 de julio de 2014, cuando el fabuloso Maracaná acogió la final entre Argentina y Alemania.

Como había que relatar las emociones del público, en San Pablo no había mejor lugar para asistir a la fiesta deportiva que el Valle de Anhangabaú, en pleno centro capitalino. Allí, la intendencia había montado una enorme pantalla donde el público iba a seguir en tiempo real el partido a jugarse en Río de Janeiro. El tiempo estaba bien fresco, como es habitual en julio en esta ciudad localizada en el trópico, pero a 800 metros de altura. A las 16 comenzó el juego. Pasó el primer tiempo y nada. Pasó el segundo, y también nada. Con cierta desilusión y angustia, habría de retornar al departamento. Fueron apenas unos 15 a 20 minutos de viaje en taxi.  Pero al sacar el pie del auto, luego de haber pagado, un gigantesco temblor sacudió el barrio de Higienópolis, un lugar de clase media bien posicionada. Era el grito de gol que surgió de todos los edificios circundantes y que en ese instante confirmó la victoria de Alemania. Los felices vecinos vivieron el triunfo germánico como si fuera propio. No les hizo mella en la memoria, la humillante derrota vivida por la selección brasileña apenas unos días antes, cuando los alemanes le ganaron 7 a 1, porque según dijeron los futbolistas europeos no querían hacer más goles a los brasileños. Había que evitar una vergüenza mayor. 

Pero en el Maracaná, de un momento para otro, la selección alemana se convirtió “en el equipo extranjero más brasileño del Mundo”, como vociferaba un destacado relator radial. Y continuó: “Alemania dio una verdadera clase de fútbol”. En verdad, una conclusión bastante curiosa ya que los alemanes metieron el gol en el segundo tiempo del alargue.

Al día siguiente, vino el festejo de los grandes diarios. En uno de ellos, un cronista escribió: “Los alemanes ganaron el tetracampeonato mundial. Es la consagración de una generación brillante y de un trabajo serio de años”. Demás está decir que a los germánicos les duró poco tanta magnificencia. Cuatro años después, en Rusia, no repetirían la “hazaña” que había dejado locos a los brasileños. El equipo fue tempranamente derrotado en la fase de grupos. ¿Será la maldición del Maracaná? Basta recordar a los uruguayos en 1950, que en el mismísimo estadio carioca se llevaron la Copa del Mundo luego de derrotar a Brasil. Luego, nunca más consiguieron el galardón.

Pero claro, esta vez se trata de la Copa América, que no figura entre las más prestigiosas. Pero hay que reconocer que Brasil y Argentina en una final, es lo que se llama un “clásico” que será visto urbi et orbi. Ahora, cuando falta menos de un día, el presidente Jair Bolsonaro le debe rezar por estas horas a los santos católicos y a los dioses Umbanda, para que Neymar y sus compañeros se lleven el premio mayor.

Como alguien sediento, en el desierto de Sahara, un triunfo futbolero sería para él más que una botella de agua bendita. Es que el jefe de Estado brasileño atraviesa uno de los momentos más críticos de su gobierno, con una Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI) del Senado que quiere saber a cuánto, y a cuántos, alcanzó la corrupción que cabalgó en el Ministerio de Salud desde que se desató la pandemia. Las cifras no son las de un PBI, pero igualmente horrorizan. Se afirma que una farmacéutica de la India le exigió al ministerio un pago anticipado de 45 millones de dólares para adquirir el inmunizante Covaxin. Y hay más casos.

De hecho, las políticas del gobierno federal en el combate del Covid-19 pueden acarrear desgracias para el proyecto de Bolsonaro, que busca ser reelecto en 2022. Las encuestas son amedrentadoras: una tras otra, indican un rechazo creciente de los brasileños a la figura presidencial. Según la última encuesta del Instituto Datafolha, 56% de los entrevistados manifiestan que, en la batalla contra el Coronavirus, la actuación de Bolsonaro ha sido mala o pésima. Hay otro dato revelador y es que 46% de la población juzga al presidente como el principal responsable por los tremendos números de contagios y de fallecimientos, que al día de hoy supera los 530.000.

Más allá de los números, valen los testimonios profesionales, sobre todo de periodistas deportivos de Brasil. Uno de ellos, el comentarista Julio Gomes, escribió una columna en UOL que pone de manifiesto la gran contradicción vivida por los brasileños, que ya no quieren saber nada con Bolsonaro y su elenco ministerial. “Prefiero que la Argentina salga campeón” reseña. Y luego subraya que no será el único en dar la espalda al equipo nacional. “Mucha gente va a hinchar contra la selección brasileña por el simbolismo. Tenemos un gobierno negacionista que deja morir a la población en la mayor pandemia que enfrenta el mundo. Ese gobierno eligió organizar un torneo de fútbol en vez de trabajar. Argentina hizo lo opuesto: entendió que era necesario suspender la Copa América” para evitar decenas de miles de nuevas muertes. “Esta la razón política para hinchar por la Argentina”.

EG/WC