Las grandes multinacionales llevan semanas señalando que la batalla arancelaria que ha puesto en marcha Donald Trump, con sus vaivenes, puede derivar en una subida de precios. Esta no tiene por qué estar acotada a Estados Unidos, Canadá, México y China, dado que al final el comercio internacional funciona como una especie de efecto dominó o mariposa, donde todo está interconectado.
Uno de los sectores más afectados por estas trabas al comercio es el del automóvil. Hace tiempo que los grandes fabricantes están haciendo números para ver cuánto pueden costar estos recargos, pero también todos los sectores ligados al consumo –Ikea es una de las empresas que ha avisado de una subida de precios–, en una nueva amenaza inflacionista donde la falta de certezas sobre cómo va a actuar la Casa Blanca y hasta qué punto sus advertencias son reales hace difícil hacer predicciones y tomar medidas preventivas.
De momento, lo único que está claro es que, desde este martes, los productos chinos que se comercializan en Estados Unidos tienen un nuevo recargo del 10%. Mientras, los producidos en Canadá y México están en una especie de compás de espera, de 30 días, para ver si los gobiernos de ambos países llegan a nuevos acuerdos que satisfagan a Washington para evitar esos aranceles del 25% que prometió Trump, pero que, de momento, aún no son una realidad.
Esta estrategia va a encarecer todos los productos que China fabrica y vende en Estados Unidos. También a la inversa. En el primer caso, sobre todo, productos electrónicos –desde ordenadores, teléfonos a televisores–, componentes para la industria del automóvil, juguetes, muebles o ropa. También, la gasolina. En este tema resumimos la relación comercial entre Estados Unidos y los países con los que ya ha iniciado una disputa comercial. Además, hay que recordar que estos no son los únicos aranceles que Washington ha impuesto a China, porque la anterior Administración de Joe Biden, ya fijó unos del 100% a los autos eléctricos chinos, del 50% a las células fotovoltaicas y semiconductores y del 25% a determinados minerales para hacer baterías, el acero o el aluminio.
Queda así un mes para saber cómo va a quedar la relación comercial de EEUU con México y Canadá y si habrá movimientos similares respecto a la Unión Europea, donde España ya ha pedido que se actúe con “urgencia”, pero ya hay estudios que indican cuánto le puede costar a un hogar este tipo de guerras comerciales, aunque de momento se centran, sobre todo, en los consumidores estadounidenses. Por ejemplo, la Universidad de Yale calcula que, con toda la gama de aranceles que ha propuesto Trump –tanto los de China como los de Canadá y México– la inflación puede subir en más de 0,7 puntos porcentuales y puede conllevar, de media, una pérdida de poder adquisitivo de unos 1.250 dólares por hogar (más de 1.200 euros). En el caso de las frutas o de los vegetales, el alza de precios puede llegar al 2%; la ropa y los textiles, entre un 3% y un 3,7%; y los componentes y aparatos electrónicos, cerca de un 5,7%, según el mismo análisis.
“Los aranceles no solo aumentan los precios de las importaciones, sino que también impulsan a los productores nacionales a aumentar sus precios, aunque en qué medida depende del tamaño de la recarga, la exposición del mercado a la competencia extranjera y nacional y la sensibilidad de los clientes a los precios”, explica el análisis realizado por The Budget Lab, de la citada universidad de Yale.
Esas cifras luego pueden mitigarse en función de cómo actúe la Reserva Federal, si mantiene o no los tipos de interés para impulsar la economía. También de cómo cambie el modelo de consumo y si se eligen productos alternativos a aquellos sobre los que se imponen aranceles, si estos son más o menos baratos.
3.000 dólares más por cada auto nuevo
El dato de Yale sobre el impacto en el poder adquisitivo no puede extrapolarse directamente a otros países, pero sí hay segmentos de productos que van a sufrir alzas de precios, porque los eslabones de la cadena están interconectados. Es el caso del automóvil, ya que hay componentes de la industria del automóvil que se producen en China o en México y cualquier elemento que distorsione la cadena –como se vio tras la pandemia, cuando se fracturó esa línea de suministro– tiene efectos globales.
En el caso de los autos, el precio de uno nuevo en el mercado norteamericano puede ascender en cerca de 3.000 dólares (unos 2.925 euros al cambio actual), según un análisis realizado por la firma de consultoría Wolfe Research. Esto tensionará, además, los márgenes de las empresas y sus resultados. Un análisis de la firma S&P publicado ya en diciembre calculaba que las automovilísticas a las que más golpearán los aranceles son General Motors, Stellantis, Volvo y Jaguar Land Rover, que se pueden jugar incluso más del 20% de su Ebitda, su resultado bruto de explotación. Por detrás estarán, según esta firma, Volkswagen y Toyota, que podrían llegar a perder entre el 10% y el 20% de su Ebitda; mientras que en el caso de BMW, Mercedes, Hyundai-Kia o Ford estarían por debajo del 10%.
También hay compañías ligadas a la alimentación que están avisando de que no pueden realizar previsiones de ventas a medio y largo plazo ni de cómo va a evolucionar su negocio ante la incertidumbre provocada por Trump. Es el caso de Diageo, el gigante de las bebidas alcohólicas dueño de J&B, Guinness o Johnnie Walker, entre otras muchas marcas. “La confirmación durante el fin de semana de la implementación de los aranceles por Estados Unidos, si bien se esperaba, podría afectar muy bien este impulso creciente”, asumió Debra Crew, consejera delegada de Diageo, al presentar los resultados de la multinacional. Se refería a que la empresa preveía un crecimiento de ventas de entre el 5% y el 7%, que ahora ya no se atreve a confirmar. “Estamos tomando una serie de medidas para mitigar el impacto y la interrupción de nuestro negocio que los aranceles pueden causar”, se limitó a decir a los inversores.
Otra empresa que reconoce que los aranceles van a afectar al gran consumo es Pepsico, aunque, de nuevo, no da detalles sobre qué consecuencias van a tener. “No somos inmunes”, apuntó el martes el presidente y consejero delegado de Pepsico, el español Ramón Laguarta. “Obviamente, compramos un montón de aluminio de Canadá. Importamos algo de avena también”, añadió, aunque matizó que la mayoría de alimentos que compra la multinacional los adquiere de productores estadounidenses. Pepsico, además de hacer refrescos es dueño de Matutano, del gazpacho Alvalle y de la avena Quaker. “Pero nos va a impactar”, resumió.