Carla Zambelli es una diputada federal brasileña de 42 años, casada y con un hijo. Fue elegida por primera vez en 2019 y reelecta el 2 de octubre último. Su nombre no tendría por qué resonar en las radios, la TV y las páginas online de los diarios brasileños, a no ser por su alianza sin fisuras con Jair Messias Bolsonaro. Cuando faltan menos de 24 horas para el comienzo de unos comicios trascendentes para el país, la prensa testimonió un acto de extrema violencia protagonizado por la parlamentaria, este sábado a las 17.30, en uno de los mejores barrios de la capital paulista. Persiguió a un hombre negro con un arma en ristre, por cuadras muy transitadas; e ingresó con la pistola en un bar donde el acorralado había buscado refugio. Dijo que se “sintió agredida” por un “petista” y que quiso entonces defenderse.
El episodio es una pintura de época. Pone de relieve el vidrioso clima que se vive en las horas previas a la apertura de las urnas. Y genera una terrible aprehensión por lo que podrá ocurrir el día después, si el actual jefe de Estado sale derrotado. Según relatan las últimas encuestas, el escenario más probable es que el presidente electo mañana sea Luiz Inácio Lula da Silva. La última pesquisa de Datafolha, divulgada a las 18, indica que Lula obtendría la victoria con 52% de los votos válidos; su adversario queda cuatro puntos atrás, con 48%. La consulta con los electores fue hecha entre el viernes y este mismo sábado, y ya refleja los resultados de dos hechos que perjudicaron al actual mandatario. Uno de ellos, fue un acto feroz de sus hombres, el ex diputado Roberto Jefferson, quien reaccionó a tiros y granadas contra una patrulla de la policía federal. El otro hecho, que también tuvo impacto, fue la inusual conducta del presidente brasileño en el debate del viernes por la noche en la emisora Globo. En los votos totales, que incluyen blancos y nulos, Lula obtendría 49% y Bolsonaro quedaría con 45%.
El balotaje transcurre en medio de una campaña más complicada aún que aquella que se desarrolló antes de la primera vuelta. En estas cuatro semanas que mediaron desde el primer turno, se desató una guerra brutal en las redes sociales, acompañada de acciones insólitas el actual gobierno. La última operación montada por el cuartel general del mandatario consistió en crear un “factoide” (una notable palabra para definir el acontecimiento) con la difusión desigual de propaganda gratuita que, en teoría, perjudicó a Bolsonaro y favoreció a su oponente. A partir de esta supuesta comprobación, que aludió a un presunto complot montado entre el Superior Tribunal Electoral y el líder petista, el jefe del Planalto reclamó que se suspendiera esta segunda vuelta; algo que fue desechado de plano por el STE.
Lula reafirmó este sábado, en una cita con la prensa extranjera, que a su juicio el presidente brasileño “está descompensado” ante la inminencia de un fracaso. Lo cierto la imagen exhibida por Jair Bolsonaro, en una conferencia con el periodismo después del debate en los estudios de Globo, no fue precisamente de calma. A un periodista de Portugal, a quien no quería responder la pregunta formulada, le replicó: “No le entiendo. No hablo español ni tampoco portuñol”. El enviado especial retrucó: “Soy portugués y estoy hablando en mi idioma”.
No fue el único altercado. El ex capitán discurría acerca de los supuestos vínculos de Lula da Silva con el narcotráfico de Río de Janeiro. “Uno de sus programas es volver a la prohibición de armas en manos de civiles. Por eso le dije que el tema lo había arreglado con la facción del CPX (que no existe)”. La sigla se refiere al Complejo del Alemán, un conjunto de favelas cariocas. Un reportero de Folha de San Pablo sostuvo, ante Bolsonaro, que esa denominación se correspondía con uno de los morros de las villas miserias de Río de Janeiro y no tenía nada que ver con actividades criminales. El gobernante se puso furioso: “¿Cuál es tu moral para tratarme de mentiroso?” enrostró a los gritos. De la sala de conferencias del estudio televisivo tuvieron que sacarlo sus propios guardaespaldas.
La agitación presidencial tendría un justificativo en las aspiraciones del jefe de Estado, que, de no contar con otros cuatro años en el Poder Ejecutivo, podrá ser procesado en el futuro por varias causas, tanto de él como de sus hijos, que fueron archivadas hasta ahora. No son pequeñas sus chances de perder: otras encuestas, como Quaest e Ipec, también lo muestran atrás del antagonista Lula da Silva.