Una ciudad lista para el funeral

Estampas, estampitas y una reunión de 'enemigos': Roma se prepara para despedir al papa Francisco

Natalia Chientaroli

Roma (enviada especial) —

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Francesco comparte nombre con el Papa muerto, y es de los pocos que parece estar en este rincón del centro de Roma “a disagio” (a disgusto), obligado por las circunstancias. Con la noticia de la muerte de Bergoglio, el lunes suspendieron su día libre, que en Italia además era festivo –la llamada pasquetta– y ahora la confirmación de que el sábado será el funeral aleja cada vez más el horizonte del descanso. La ciudad, explica, necesita taxis porque no deja de recibir gente: periodistas, devotos, políticos y diplomáticos, religiosos. El aluvión que señala el taxista está ocurriendo, pero no es evidente; a simple vista parece una jornada primaveral como tantos otros en una urbe que presume de eternidad.

La monumentalidad de Roma se expresa en estampas; la devoción católica lo hace en estampitas. Ambas, la monumentalidad y la devoción han convivido siglos en los confines de esta ciudad y su pequeño Estado interior, cuyas fronteras han ido lentamente desdibujándose bajo el peso de hordas de turistas. Este martes radiante, la estampa majestuosa de la piazza Navona observa, como siempre, el errático peregrinar de los viajeros. El sol invita a un gelato al paso en una callejuela. Más allá, en el Lungotevere, dos señoras se disputan la última mesa a la sombra en un café. Roma parece ajena a la noticia que la ha conmocionado. Pero basta cruzar el río Tíber para ver que no es así. 

En cuanto los pasos se acercan al Vaticano, el laico mercadeo de imanes y postales deja lugar a un inusual fervor religioso y laboral: grupos de peregrinos blanden sus banderas mientras son conducidos hacia la basílica entre vallas serpenteantes. A su lado, periodistas de todo el mundo pelean por una acreditación y medio metro cuadrado para sus cámaras. Policías y carabinieri desplegados en todas las esquinas intentan controlar la marea humana como quien abre y cierra las compuertas de una presa. El Papa ha muerto, pero Roma vive y late aún con más fuerza en las inmediaciones de San Pedro. 

Y lo hace aún en una plaza en la que el pontífice no está. La multitud avanza lenta entre los hierros para acercarse a la basílica incluso antes que el propio Papa. El cuerpo de Jorge Mario Bergoglio comienza este miércoles por la mañana su procesión póstuma, una de apenas unas pocas calles, acompañado por fieles, el camarlengo y el resto de cardenales que ya están en Roma. Un camino breve acompañado por música desde la plaza Santa Marta a la plaza de los Protomártires Romanos: “A través del Arco de las Campanas se subirá a la plaza de San Pedro y se entrará en la Basílica Vaticana por la puerta central”, dice el comunicado oficial.

Tres días permanecerá el féretro en San Pedro para que los fieles puedan acercarse a él y ver por última vez a su Papa. Este miércoles será posible desde las 11 y hasta la medianoche. El jueves, desde las 7.00 hasta las 24.00, y el viernes cerrará sus puertas a las siete de la tarde.

El cónclave paralelo

A Francesco, el taxista, no le interesan mucho los papas. Prefiere hablar de Giorgia Meloni que, destaca, presumía de una buena relación con el pontífice. Ella tiene esa capacidad, explica, de llevarse bien con los poderosos. Incluso con personas como el presidente de EEUU, Donald Trump, “que se creen dueños del mundo” y a quien el líder de la Iglesia católica acusó de no ser cristiano por sus políticas migratorias. Una mujer que ha conseguido estar a buenas con estos dos personajes en las antípodas es, para este romano, una señal de que será capaz de hacer a “Italia grande otra vez”, zanja parafraseando involuntariamente (o quizá no) al propio Trump. 

Meloni, que ha anulado un viaje previsto a Asia, tendrá que hacer gala de esa capacidad que le alaba el taxista Francesco. Será de alguna manera la anfitriona de un cónclave paralelo, una cumbre política diversa e incómoda. Además del presidente de Estados Unidos, recibirá estos días al francés Emmanuel Macron, a los tres líderes de las instituciones europeas –Ursula Von der Leyen, António Costa y Roberta Metsola–, Javier Milei –que ha pasado de llamar al Papa “hijo del maligno en la Tierra” a dedicarle cariñosas palabras tras su muerte– y el ucraniano Volodímir Zelenski. Vladímir Putin ha dicho públicamente que Rusia “no olvidará” a Francisco por la actitud positiva que mostró en las tres reuniones que mantuvieron. No asistirá al funeral. Su presencia pondría en un aprieto diplomático a Italia, ya que pesa sobre él una orden de detención de la Corte Penal Internacional.

El ministro de Protezione Civile calcula que llegarán en estos días a Roma cinco millones de personas. El despliegue de seguridad será enorme, anunció, y continuará más allá del funeral, mientras dure el cónclave, que todavía no tiene fecha de inicio, pero debería comenzar como muy tarde el 5 de mayo.

Los plazos previstos para el inicio de la reunión tenían en cuenta lo difícil que podía ser para los cardenales llegar al Vaticano desde el lugar donde estuvieran destinados. Las comunicaciones han mejorado mucho, y se calcula que más de la mitad de los 133 que se encerrarán en la Capilla Sixtina ya está en Roma. Quedan muchos días, si la fecha no se adelanta, en los que se sucederán reuniones y encuentros entre ellos, ya que muchos ni siquiera se conocen.

Pero la multitud es ajena a todo esto que sucede de puertas adentro. Animan la tarde con cánticos unos peregrinos llegados de Nueva Caledonia. Un grupo de jóvenes de Croacia se hacen fotos con la basílica de fondo. Una de ellas, en perfecto italiano, explica que han venido a Roma para el Jubileo de los Jóvenes, que se celebra este fin de semana y que coincidirá con el funeral. La muerte de Francisco los sorprendió aquí. “Estaba siempre cerca de los jóvenes”, dice emocionada apretando contra el pecho una pequeña imagen del pontífice. No es una estampita propiamente dicha. Pero ya llegarán. De momento hay aquí y allá pequeños altares improvisados con Franciscos sonrientes en los que la gente va dejando flores.

Roma vive su particular metamorfosis: estampas, estampitas y una cumbre en ciernes que confluyen para despedir a un Papa que llegó del fin del mundo para poner a esta ciudad en el centro, rodeado de devotos y también de enemigos. En un último gesto de modestia –o quizá una pequeña broma desdeñosa– cuando toda esta parafernalia ceremoniosa acabe Bergoglio saldrá por última vez del Vaticano. Descansará en el rincón de una capilla en su iglesia favorita, Santa Maria Maggiore, bajo una lápida que solo dirá: Franciscus.