“Tres orcas estaban próximas a una embarcación. Cuando esta se detiene perdieron el interés por la misma y por su timón. Pero cuando se encendió el motor y comenzó el desplazamiento lento del barco, se estimuló súbitamente el interés de las orcas por aproximarse y, al alcanzar mayor velocidad, las orcas lo hicieron también colocándose los adultos uno a cada lado de la embarcación (incluso rozándola o 'empujándola' por las amuras), penetrando por la popa un ejemplar joven para alcanzar el timón e interaccionar con éste”.
Este es uno de los relatos sobre “interacciones con orcas” que se pudo escuchar en la reunión a la que este jueves asistieron representantes de Capitanía Marítima de Cádiz, el director general de Pesca de la Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo sostenible, el alcalde de la localidad de Barbate y diferentes actores del sector pesquero, de la náutica y la comunidad científica para abordar el comportamiento “insólito” de las orcas que recorren las costas de España.
En el Grupo de Trabajo Nacional “Orca Atlántica” (GTOA) se han registrado ya cerca de 150 interacciones de unas 50 orcas (pertenecientes a cinco familias) con embarcaciones deportivas (esencialmente veleros). La preocupación ha llevado a Capitanía Marítima a restringir la navegación entre el Cabo de Trafalgar y Barbate porque algunas de estas embarcaciones dañadas han quedado “a la deriva” y han tenido que ser remolcadas. Incluso en algún caso han generado una pequeña vía de agua.
¿Entrenamiento de caza?
Hasta ahora la situación y el comportamiento de las orcas tenía en un estado de “confusión” a los expertos: ¿Por qué se comportan así? Sin embargo, ha sido precisamente este relato el que podría haber abierto una puerta a la comprensión. Así lo explica el científico español José Carlos García-Gómez, catedrático de Biología Marina de la Universidad de Sevilla y miembro del Grupo de Trabajo Orcas Atlánticas. En lo que califica fue una “reunión enriquecedora y clarificadora”, lo escuchado por el profesor García Gómez podría permitirle “estrechar el cerco a una hipótesis explicativa que tendría que confirmarse en el futuro. En síntesis, ha cobrado fuerza y consistencia argumental la hipótesis del aprendizaje de jóvenes de sus padres para cazar atunes, utilizando los veleros como herramienta importante para ese aprendizaje”. Se trataría pues de una suerte de entrenamiento de las jóvenes orcas para la caza del atún.
Para sostener esta hipótesis García-Gómez ha puesto sobre la mesa los siguientes argumentos, a falta de ser validados: “Antes de 2008, cuando se estableció la política de cupos para las capturas de atún rojo, esta especie estaba al borde de la extinción comercial y la orca competía directamente con el sector pesquero por las exiguas capturas, desarrollándose en ella un comportamiento finalista orientado a capturar los atunes que previamente habían capturado los pescadores y no a cazarlos en el medio salvaje, dada la gran escasez de presas. Pero en 2018 se consideró recuperado el stock de la valiosa especie comercial y actualmente son miles los atunes que liberan las almadrabas al alcanzar estas con rapidez su cupo anual de atún de 'derecho' (el que migra hacia el Mediterráneo, desde el Atlántico, a desovar)”.
El catedrático de Biología Marina explica que “en 2020 se registraron las primeras interacciones. Ya había abundancia de atún, incluso con presencia permanente en el Estrecho (donde se captura durante todo el año), por lo que decae el interés de las orcas por intentar arrebatar las capturas del sector pesquero. Ya pueden cazarlos en el medio sin problemas. En este contexto, ha resurgido recientemente la necesidad de enseñanza a las crías de cómo capturar los atunes cuando estos abundan”.
“Esta nueva necesidad -continúa- (practicada en orcas de todo el mundo desde tiempos inmemoriales, especialmente para grandes presas) permite descubrir a la orca ibérica que los veleros (¿por qué éstos y no otro tipo de embarcaciones?) constituyen un juguete inesperado y frecuente para aprender y entrenarse a cazar: tiene un timón grande, navegan más lento que las embarcaciones a motor (que lo pueden hacer a una velocidad inalcanzable para las orcas) y la hélice auxiliar queda bastante lejos del timón (no como en las embarcaciones a motor, mucho más cerca) por lo que hay escaso riesgo para las orcas de herirse si el motor está en funcionamiento”.
Sí se ha observado que son “los juveniles” normalmente los que más interactúan con los timones mientras que los adultos los escoltan a cierta distancia. Y no al revés. Así que volvemos al relato inicial.
Lobos de mar
Según el citado profesor, lo que cuenta esta persona afectada por la interacción con orcas podría tener la siguiente comparativa: “El acelerón del barco desencadena el de las orcas que intentan darle alcance (símil con un atún que aparece e intenta huir con rapidez), la ulterior disposición de los dos adultos por ambos lados del barco (símil con un atún que queda en el centro, para evitar que escape) y la entrada por detrás, entre los dos adultos, del juvenil para cazar el atún (símil con el timón, elemento móvil y 'blando' -como las presas- y no fijo y 'duro' como sería la orza, con la cual no interaccionan) son aspectos que encajan muy bien con un comportamiento de enseñanza (o entrenamiento) de jóvenes orcas por sus adultos”. Es más, el profesor señala que merece la pena recordar que “las orcas son llamadas también lobos de mar porque cazan en grupo y rodean o cercan a los grandes atunes para interceptar sus posibles vías de escape”.
De hecho, recientes experiencias por parte de navegantes aseguran que “al navegar hacia atrás las orcas pierden interés”. Hecho éste que el profesor cree que podría casar también con la hipótesis de la enseñanza de la caza. “Si navegan hacia atrás ya no sirven para el propósito” de entrenar a las jóvenes orcas y, además, se encontrarían por delante del timón la hélice, no por detrás como ocurriría en situación normal. “Esta información puede reforzar la ya propuesta (parar el motor de la embarcación) en el protocolo ya difundido ampliamente, elaborado por el GT Orca Atlántica y para futuras resoluciones de Capitanía Marítima de Cádiz”.
Hace falta investigar
No obstante, insiste José Carlos García-Gómez, esta “hipótesis debe validarse o descartarse en el futuro con investigaciones científicas sólidas que deben impulsarse con urgencia para conocer cuanto antes las causas reales que provocan el anómalo comportamiento y adoptar, así, medidas de mitigación acordes específicamente a tales causas, de manera que no causen daño -ni intención de realizarlo- a tan extraordinarios y emblemáticos animales (declarados 'en peligro de extinción' los del litoral ibérico), cuya especie existe en todos los mares del mundo y nunca provocó la muerte de un humano en el medio marino”, recalca.
Recuerda que se han documentado “múltiples encuentros en la naturaleza donde las personas tenían todas las de perder (buceo, ”snorkeling“, natación, surf, paddle surf, kayak …)”. El citado profesor confía en que, de momento, por las razones expuestas, se descarte la hipótesis de que las orcas “atacan” a los veleros porque se han vuelto hostiles contra el hombre, por ejemplo, al competir en desventaja con el sector de la pesca por las mismas presas. “Si fuera así, ya lo hubiéramos comprobado … y padecido”, asegura. “Y no necesariamente la tendrían que haber tomado con los veleros”.
No obstante, en catedrático de la Hispalense hace un llamamiento al sector de la pesca y la náutica para “convivir más que nunca con estos animales y respetarlos al máximo”, al tiempo que reclama apoyo de las instituciones para los que han recibido daños en sus embarcaciones.