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Fani Willis, la fiscal pionera de Georgia que pone a Trump contra las cuerdas

María Ramírez

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A la fiscal Fani Willis le gusta contar una conversación que tuvo cuando era niña con un juez en Washington. Ella acompañaba a su padre, abogado y que la crió casi en solitario, y era demasiado pequeña para estar junto a su padre y sus clientes. Al juez le pareció mejor que se sentara a su lado en el estrado. 

El magistrado era Joseph Hannon, blanco, de Boston, miembro de varias organizaciones católicas y con fama de duro. Su padre, John Floyd, negro, abogado defensor y activista de derechos civiles, de joven había sido miembro fundador del partido marxista de las Panteras Negras en Los Ángeles y le gustaba hablar de la herencia africana (eligió para ella un nombre en suajili, Fani Taifa, algo así como “pueblo próspero”). Willis dice que con ocho años ya ayudaba a su padre a ordenar sus archivos y aquellos sábados en que le acompañaba al tribunal la inspiraron para dedicarse a la aplicación de la ley. Entonces su padre estaba de guardia y le tocaba representar a personas que habían sido arrestadas la noche anterior en medio de la ola de delincuencia y crack. 

Según ha contado Willis y también su padre, en el estrado, el juez le preguntaba a la niña ante los detenidos: “¿Los mandamos a casa o al cuarto trasero?”, en referencia a la cárcel. Fani le decía entonces a su padre que quería ser jueza.

Muchos años después, Willis perdió sus primeras elecciones para ser jueza de un tribunal superior en Georgia; después logró serlo en un tribunal municipal. Pero la mayoría de su carrera ha sido fiscal, el puesto que la ha llevado a un momento único en su carrera: procesar a un expresidente de Estados Unidos y acusarle de conspiración criminal para alterar unas elecciones presidenciales.

Pionera

En enero de 2021, a los 49 años, Willis se convirtió en la primera mujer en ocupar el cargo de fiscal del distrito del condado de Fulton, que incluye Atlanta, después de presentarse contra el veterano que había estado en el puesto más de dos décadas y para el que ella misma había trabajado durante 16 años. En sus primeras horas en la oficina, la noticia del día fue la llamada amenazante del todavía presidente Donald Trump al secretario de Estado de Georgia, el republicano Brad Raffensperger, para que le “encontrara” los votos que le faltaban para ganar ese estado que había perdido contra Joe Biden. Unas semanas después, la fiscal lanzó oficialmente la investigación sobre la interferencia en las elecciones. 

Es demócrata -los jueces y fiscales se presentan a elecciones en Estados Unidos como otros cargos públicos- y tiene un perfil centrista. En la campaña de las primarias demócratas de 2020, circuló propaganda contra ella acusándola de ser “republicana” encubierta con su imagen pegada al lado de la de Trump. Ella misma se define como más conservadora que su padre, que está jubilado y sigue siendo más de izquierdas, y presume de los acuerdos a los que ha llegado con los legisladores republicanos de su estado. Se presentó como fiscal progresista, pero con el apoyo del más conservador sindicato policial; defiende programas comunitarios de prevención y reinserción, pero también el endurecimiento de los castigos, en particular contra las bandas.

“No es atípica entre muchos fiscales de las grandes ciudades que tienden a ser demócratas, que son duros con ciertos tipos de delitos, especialmente los delitos violentos, pero que también están tratando de hacerlo de formas que minimicen el delito antes de que suceda”, explica a elDiario.es Caren Morrison, profesora de Derecho en la Universidad estatal de Georgia y que fue fiscal asistente de distrito en Nueva York. “Es un poco el nuevo modelo de fiscales de los últimos años”. En todo caso, suele ser una mezcla, porque “si no quieres enjuiciar a nadie, no quieres ser fiscal”.

Uno de los casos más polémicos que puso a algunos activistas locales en contra de Willis fue la acusación contra educadores que participaron en un amaño de los resultados de los test de sus estudiantes para mejorarlos y que en algunos casos recibieron compensaciones extra de premio. La fiscal utilizó la ley para perseguir a las bandas criminales, RICO por sus siglas en inglés, la misma que ahora está empleando contra Trump, para acusar a los educadores de una “conspiración” que entra en la definición de “crimen organizado”. 

En 2015, 11 profesores y otros educadores fueron condenados por la manipulación de los exámenes. Tanto ellos como la fiscal y la defensa eran negros, pero varios de los críticos acusaron de racismo a Willis. Ella argumentó que la alteración de los resultados había perjudicado a los niños más pobres, en su mayoría afroamericanos, porque les había privado de posibles ayudas públicas, por ejemplo, para tutorías extra. En sus argumentos, relató la existencia de “fiestas de hacer trampas” en que administradores y profesores se reunían, borraban las respuestas incorrectas y las cambiaban por las buenas, y luego “comían pescado frito”. “No me puedo inventar algo así”, decía Willis, entonces fiscal asistente del distrito. Después, algunos abogados la criticaron por las penas de cárcel que consideraban un castigo excesivo y reflejo de un sistema “racista”. Algunas profesoras no han aceptado acuerdos que ofreció la fiscal y siguen apelando. 

“Si me critican por defender a los niños negros, porque eso es lo que estábamos haciendo,… si me critican por hacer algo para proteger a personas que no tenían voz por sí mismas, me quedo con esas críticas, y todos vosotros lo podéis poner en mi obituario”, dijo Willis en 2021 al New York Times utilizando para “vosotros” el deje sureño “y’all”. 

California, Washington y Georgia

Willis nació en Inglewood, una ciudad cerca de Los Ángeles, en 1971, justo después de que un juez obligara a desagregar las escuelas y en medio de agresiones contra los estudiantes negros. La familia se mudó pronto a Washington y ella se quedó allí con su padre cuando sus progenitores se separaron y su madre se volvió a California. 

Siguiendo los consejos paternos, estudió Derecho en Howard University, una de las primeras universidades de élite refugio para afroamericanos y donde también se graduó la actual vicepresidenta y exfiscal Kamala Harris. Willis se mudó a Georgia para estudiar en Emory, una universidad privada con una reputada facultad de Derecho. 

Dice que además de las oportunidades laborales, se quedó en Georgia por Fred Willis, un joven “de piernas bonitas” que conoció durante el examen que tenía que pasar para ser abogada. Se casó con él a los pocos meses (de ahí le viene el apellido Willis) y han tenido juntos dos hijas. Están divorciados pero ella ha conservado el apellido. 

Después de trabajar en un bufete y fundar otro suyo, en 2001, empezó a trabajar en la oficina del fiscal del distrito. Algunos la describían entonces como “una estrella”. Tenía fama de dura y convincente cuando presentaba los casos ante el tribunal. 

“Es un pitbull”, decía hace unos meses Vince Velazquez, veterano inspector de homicidios en Atlanta ya retirado y que trabajó con Willis. “Si cometo un delito, no me gustaría ser procesado por Fani Willis”. “Le das la mano y te coge el brazo”, explicaba, según Reuters.

Tras su derrota en la carrera electoral para ser jueza de un tribunal superior, en 2018, volvió a su propio bufete, donde ganaba más y su familia estaba cómoda fuera del foco público. Sus hijas son ahora estudiantes veinteañeras, pero no lo veían claro cuando Willis se decidió a presentarse a otras elecciones en la carrera de fiscal del distrito contra su antiguo jefe, Paul Howard, tocado por acusaciones de acoso sexual y conflictos de interés. En 2020, Willis arrasó contra Howard

Trabajo minucioso

El condado de Fulton es mayoritariamente demócrata, pero las cámaras legislativas del estado tienen mayoría republicana y la fiscal ha trabajado bien con los legisladores. A los pocos meses de su llegada, el presidente del Partido Republicano en Georgia la alabó por su “pasión” y “sinceridad” al contar la crisis en el condado por el aumento de delitos y qué necesitaba para combatir a las bandas criminales violentas y ayudar a las víctimas (le aprobaron más fondos). La fiscal ha nombrado como asesor a un republicano especialista en la ley contra las bandas, su principal obsesión en Atlanta. Más allá de Trump, es famosa por haber procesado a varios raperos locales célebres, también con la ley RICO. 

Morrison, la profesora de Derecho y antigua fiscal, alaba el trabajo de Willis en el uso de esta ley, que dice es una buena herramienta para mostrar un relato coherente con múltiples personas involucradas, como en el caso de Trump. “Ha hecho un trabajo muy minucioso construyendo el caso a través del gran jurado de propósito especial, y luego la acusación. Su escrito de acusación es muy específico, está lleno de hechos”, explica Morrison. “Es muy minuciosa y eso es una gran cualidad en una fiscal”.

Willis insiste en que aunque ella sea demócrata, sólo está cumpliendo con su deber y que la ley “no es partidista”. Pero en 2022 fue amonestada por un juez por organizar un acto de recaudación durante las primarias del partido para un demócrata que se presentaba a vicegobernador cuando ya había empezado la investigación sobre Trump y su interferencia en las elecciones. El político demócrata se tenía que presentar después en las generales contra Burt Jones, uno de los republicanos elegidos por Trump para ser representante del colegio electoral en su nombre y que rellenó papeles para asegurar falsamente que el republicano había ganado las elecciones de 2020 en Georgia. El juez no apartó del caso contra Trump a Willis, como pedía el republicano, pero sí la criticó: “Es un momento en plan ‘¿en qué estabas pensando?’. Las apariencias son horribles”. Jones sigue siendo vicegobernador y, aunque no ha podido ser procesado por Willis por este posible conflicto, su conducta como “falso elector” de Trump va a ser examinada por un fiscal especial. 

Willis es bien consciente de las presiones y los riesgos personales. Está amenazada, lleva escolta y es objetivo constante de los insultos de Trump (“racista” y “lunática”, entre otros muchos). Las tres primeras semanas de agosto pidió a su personal que trabajara en remoto para que los funcionarios no corrieran peligro por el inminente anuncio del procesamiento de Trump. Dice que no tiene miedo y que está acostumbrada a las presiones después de que su oficina se haya encargado de más de 12.000 casos. 

Este es como ningún otro. Pero ella dice que siempre sigue los mismos pasos, como ha hecho en particular en 11 casos utilizando la ley RICO contra mafiosos. “Una investigación es como una cebolla”, dijo en 2021 en una entrevista al New York Times. “Nunca sabes lo que va a pasar. Tiras de algo y de repente encuentras otra cosa”.