Chile 2023 - Análisis

El futuro político del presidente Boric: cumplir un año de gobierno a cincuenta años del golpe de Pinochet

27 de marzo de 2023 23:09 h

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Este año 2023, el 11 de septiembre se cumplirán en Chile los 50 años del Golpe de Estado del general Augusto Pinochet que derrocó al gobierno de la Unidad Popular (UP) presidido por Salvador Allende. En el mes de marzo de este año se cumplieron los 20 años de la invasión militar de EEUU y sus aliados a Irak, dos décadas del gobierno de Bagdad presidido por Saddam Hussein, dos decenios buscando las inhallables armas de destrucción masiva que habían justificado la guerra. Y en una renovada coyuntura de nueva guerra internacional en Eurasia, donde EEUU favorece a Ucrania contra Rusia, el sábado 11 de marzo se cumplió un año de presidencia de Gabriel Boric.

Del acontecimiento revolucionario que no fue a la larga duración de los cambios que duran

El joven presidente de 37 años había sido elegido en segunda vuelta en diciembre de 2021. El ex líder estudiantil y ex diputado estaba al frente de la coalición electoral más a la izquierda de la historia chilena desde el socialista Allende. “Chile, que fue la cuna del neoliberalismo, será su tumba”, había prometido en campaña el Candidato. La derrota oficialista en el plebiscito constitucional de 2022 hizo admitir al Presidente: “A veces, ir muy rápido puede ser un error”. Hoy Gabriel Boric ve más encogido aquel horizonte eufórico de cambios revolucionarios abierto por el 'estallido social' de octubre de 2010. Hoy el gobierno se ha visto obligado a dar prioritario realce en su agenda a los temas de seguridad y narcotráfico en todo el territorio nacional, a los migratorios en el norte, y a la insurgencia mapuche en el sur.

Gabriel Boric fue el primer presidente de Chile en ganar el balotaje después de perder en primera vuelta. Fue el candidato que ganó el menor número de votos en elecciones presidenciales en el entero registro de la historia chilena. Su gobierno de izquierda, que no anteponía a su definición el prefijo limitativo de 'centro', hoy ya requiere, para precisar su índole, la reintroducción del adverbio de lugar moderador de extremismos, temidos o anhelados. Boric ha llamado a integrar su gabinete al así llamado 'socialismo democrático', un ala de partidos y figuras que antes colaboraron, como su ala más a la izquierda, con la Concertación. En el estallido de 2019 las pintadas gritaban, en la protesta social brotada por un aumento en el precio del pasaje de subte, “No son 30 pesos, Piñera, son 30 años”, en esas tres décadas que no habían sabido enfrentar la desigualdad, la mayoría de las presidencias había sido 'concertacionista'. Un centroderechista como el multimillonario Sebastián Piñera, dos veces presidente, ha sido la (única) excepción. Si se suman todos sus años en el poder, la Concertación gobernó Chile sobradamente más que Pinochet.

“A pesar del mal año que ha tenido, el presidente Boric sigue contando con el goodwill de la opinión pública. Es simpático, es empático, cae bien, tiene esta relación cercana con los niños, las mujeres y es feminista. Tuvo buenos resultados económicos, inflación negativa y un tercer factor relevante fue la dinámica de utilizar el humor para referirse al Presidente. Cómo es aplaudido en el Festival de Viña del Mar y cómo reacciona a la rutina: genera cercanía y simpatía. Termina con el despliegue de los militares en la zona norte de Chile y la constante renovación del estado de excepción en la Araucanía”, dice en radio Bío Bío el gerente de la encuestadora Cadem, Roberto Izikson.

Un año de Boric, cincuenta años de Pinochet

En septiembre se conmemorará el golpe de Estado que dio inicio a la prolongada dictadura cívico-militar (1973-1989). El Gobierno chileno prepara con meticulosidad la campaña comunicacional de información y grandes actos públicos: promueve una gran toma nacional de conciencia democrática a la medida de la media centuria transcurrida desde el violento triunfo de la fuerza sobre la razón sufrido por la República.

Sería difícil asegurar que medio siglo después vemos por completo cancelada la obra de los vencedores de 1973, por obra de los vencidos de entonces, una vez regresado en 1989 el ejercicio de la democracia electoral tras la victoria del candidato de la Concertación, el democristiano Patricio Aylwin, en las presidenciales. El 11 de septiembre de 2023, Chile seguirá siendo regido por la Constitución pinochetista de 1980 plebiscitada en 1981, y hoy vigente.

Tres meses sin Bolsonaro, doce meses sin Kast

En el mismo mes de marzo de 2023, Luiz Inácio Lula da Silva cumplió en Brasilia tres meses en el palacio de Planalto y en Santiago de Chile Gabriel Boric un año en el palacio de La Moneda, el mismo que la aviación chilena había bombardeado en 1973 cuando el golpe de Estado de Augusto Pinochet que cumplirá su cincuentenario este 11 de septiembre. Las campañas electorales de Lula en 2022 y de Boric en 2021, sus victorias en balotaje por márgenes muy estrechos pero muy nítidos en el triunfo, el apoyo popular con el que contaron sus rivales antiprogresistas, probado por la contundencia del número de votos ganados en las primeras vueltas, y, más que nada, el perfil ultraderechista, novedoso en Sudamérica, de sus dos contrincantes sólo derrotados in extremis en las urnas, electrónicas y no, Jair Messias Bolsonaro y José Antonio Kast, se habían contado con énfasis en los paralelismos.

A este paralelo subcontinental se unió la comparación hemisférica, bajo la luz, a veces encandiladora, que se enciende al constatar una amenaza común contra las democracias en renovadas formaciones de nuevas derechas. En medios tradicionales oficiales y oficiosos y en los relatos de la opinión pública viabilizados socialmente por todas las redes vimos y leímos bien dibujados perfiles coloreados del brasileño Bolsonaro y del chileno Kast -dos católicos que contaban con el voto evangélico, dos polémicos revisionistas de las largas dictaduras setentistas de sus países- donde lucían como imitadores ciegos, o aspiracionales emuladores, o nuevos mejores amigos incondicionales del americano Donald Trump. Que el ex presidente republicano ya se hubiera quedado en 2020 sin segundo mandato y que, por el contrario, sus presuntos sicofantes latinoamericanos, candidatos presidenciales religiosamente neoliberales en economía y místicamente neoconservadores en sociedad, hayan hecho en 2021 y 2022 tan buenas elecciones (Kast fue, incluso, el ganador en primera vuelta), es una sobria advertencia que invita a la morigeración en la confianza en el poder explicativo de los grandes parecidos. Tal vez Bush, Bolsonaro y Kast sean todos correligionarios, aunque nadie discípulo ni condiscípulo de ninguno.

El resquebrajamiento de la banca de la polarización a ultranza

Boric y Lula sufrieron, al inicio de sus períodos, dos catástrofes protagonizadas, de diversa manera, por la derecha. En Chile fue: la derrota contundente del proyecto de Constitución antipinochetista en el 'plebiscito de salida' de septiembre y en Brasilia fue en enero, apenas el domingo siguiente a la asunción presidencial, el asalto violento al las sedes de los poderes del Estado en la capital federal Brasilia por una oposición sublevada. Los dos acontecimientos secuestraron sus agendas, lo cual ha sido lamentable para la gestión. Queda por ver si será de lamentar para el balance de los cuatro años de sus respectivoas presidencias, la primero para Boric, la tercera para Lula. El brasileño no descarta postular a un cuarto mandato presidencial.

El petista Lula será octogenario en 2026, cuando su rival en el balotaje sea posiblemente otra vez Bolsonaro. Como ya es hoy octogenario el demócrata Joe Biden, que en las presidenciales de 2024 competirá, para seguir siendo inquilino de la Casa Blanca, otra vez contra Bush.

En Chile, el adversario de Boric sigue en la misma posición que en 2021. El ascenso político veloz y aun vertiginoso de Kast nunca se debió a su propia acción personal como candidato, sino que debe agradecerlo al derrumbe sonoro y repentino de la derecha chilena y de sus candidatos, por revelaciones desprestigiosas para las direcciones partidarias y para los candidatos presidenciales en liza, durante los últimos meses del último año electoral. Por cuestiones inconexas entre sí, cayó la bifronte derecha chilena: la de Renovación Nacional (RN), más centrista, partido de Piñera (y por eso con el lastre de la impopularidad del presidente al fin de su segundo mandato), y la de la Unión Democrática Independiente (UDI), partido de Joaquín Lavín, el alcalde de Las Condes, la comuna más opulenta del país, el candidato que siempre se daba por ganador un año antes de las elecciones que siempre perdía -también fue dado por ganador por The Economist a comienzos de 2021.

Kast sigue capitalizando aquel drenaje del electorado derechista hacia una derecha pura y dura. Cada vez se lo ve al ganador de la última primera vuelta presidencial más absorbido por la figura del gobernante de ejemplificadora 'mano dura' con la delincuencia, que era una de sus promesas de campaña en 2021. Pero la centroderecha no quiere a este ultra, le prefiere el ascendente, e independiente, alcalde de la Florida, Rodolfo Carter, católico, centrista, joven político de traje y corbata pero con plantación de marihuana (medicinal) en el jardín de su casa, en lucha cuerpo a cuerpo en su comuna contra el narco como crimen organizado, y que un par de años atrás abandonó la UDI porque ahí “se aburría”.

Es a Kast y a Bolsonaro a quienes les va mejor cuando polarizan: es lo que saben hacer. Es más dudoso que ocurra lo mismo con Boric y con Lula. El presidente brasileño siempre ha probado ser más que el candidato del Partido de los Trabajadores (PT); contra tantas prudentes predicciones en contra, el presidente chileno ya ha resultado ser mucho más que un agitador estudiantil izquierdista o un diputado opositor sin experiencia de gestión. Porque el político bisoño que perdió la primera vuelta como áspero candidato militante de Apruebo Dignidad -alianza del Frente Amplio y del Partido Comunista-, ganó la segunda como el mejor candidato de la Concertación. A Boric le esperan tres años en La Moneda antes de mandato: todavía puede ser el mejor presidente de la Concertación, aquella alianza de centroizquierda que gobernó Chile por más años que Pinochet.

AGB