Análisis

El idilio de Ayuso y Milei empieza a no hacer tanta gracia en la derecha española

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La motosierra de Milei pasó por Madrid y hay unos cuantos en la derecha española que aún están temblando. Escucharon su discurso fanático contra la regulación del mercado y creían estar viendo a uno de esos revolucionarios de los que antes la gente de orden siempre se mantenía a distancia. El argentino quiere prender fuego a todo lo que tenga que ver con el Estado, con lo que es legítimo que conservadores y liberales se pregunten en qué momento se decidió que estaba bien recurrir al cóctel molotov para discutir sobre política económica.

En la dirección nacional del Partido Popular saben que lo mejor es silbar y hacer como si no hubiera pasado nada. Antes de permitirse la más mínima crítica a la presidenta de la Comunidad de Madrid Isabel Díaz Ayuso, el portavoz Borja Sémper hizo auténticas contorsiones verbales el lunes para no respaldar ni reprochar la decisión de la presidenta madrileña de entregar una condecoración a Milei. La polémica habría sido menor si Ayuso se hubiera limitado a reunirse con el argentino. No era suficiente si quería provocar a la izquierda. Necesitaba homenajearlo y elogiar de forma prematura sus seis meses de gestión.

Donde sabían que no podía dejar pasar el espectáculo de Ayuso, otras veces tan celebrado en sus páginas, fue en el diario ABC, donde se publicaron cuatro artículos críticos con Milei o con la decisión de premiarlo con la medalla de Madrid.

¿Se puede ser liberal y defenderlo con pasión, como hizo Ayuso? La respuesta es negativa, tanto si se consideran cuestiones de coherencia ideológica como de estrategia política. Ser liberal es algo más que bajar impuestos, escribe Diego Garrocho, su jefe de opinión. “La motosierra de Milei, su discurso confrontativo o la persistente descalificación de quien piensa de manera diferente a él desacreditan su condición liberal”.

José F. Peláez se atreve a destacar la incoherencia de Ayuso: “No se entiende que Ayuso se eche en brazos de discursos marginales como el de Milei, tan opuestos a lo liberal y a la derecha española”. En una opinión que lo llevaría a ser perseguido con saña en las redes por los adictos a Milei, Peláez afirma que la economía necesita que el Estado sea fuerte. “Sin él, no hay capitalismo, sino selva”.

Ignacio Camacho aprovecha la ocasión para mostrar su desdén por los que apuestan todo a las guerras culturales. Llega a sostener que “los deslizamientos hacia la radicalidad” perjudican a la derecha, algo que contrasta con las acusaciones descalificadoras del PP al Gobierno de Pedro Sánchez de ser un peligro para la Constitución y la democracia. El exdirector de ABC está convencido de que es un error acercarse al mensaje de Milei al servir sólo para movilizar a los que ya están movilizados y se corre el riesgo de asustar a los más templados: “El fragor de las guerras culturales conduce a derrotas electorales recibidas con cara de sorpresa”, dice en una descripción que se ajusta a lo que sucedió tras las elecciones de julio.

Las invectivas de Milei contra la justicia social –“una idea verdaderamente aberrante” en la que creen los socialistas– provocan perplejidad en los que leyeron la Constitución española y los programas de los partidos políticos, incluido el PP. La duda es cómo Ayuso puede aceptar tales ataques sin perder la sonrisa. “¿Pretende erradicar la justicia social de la Comunidad de Madrid? Si es así, ¿cómo? Y si no lo pretende, ¿por qué enaltece estas ideas?”, se pregunta David Mejías en El Mundo.

No es extraño que un católico casi del Concilio de Trento como Juan Manuel de Prada también descalifique esos ataques a la justicia social, un concepto habitual en la doctrina católica, y denomine a la idea de libertad que defienden Milei y Ayuso como “la más formidable fábrica de socialistas que vieron los siglos”. Milei tiene una visión absolutista de la libertad del individuo y abomina de cualquier limitación. Su egoísmo no es una consecuencia de sus ideas, y sí un rasgo esencial.

Al menos sobre ese punto, nadie puede negar que la política que más se acercó a esa frase de Milei en España es precisamente Ayuso. En la campaña electoral de mayo de 2023, afirmó que la justicia social es “un invento de la izquierda para promover el rencor, una pretendida lucha de clases en la que perpetuarse”. No fue un desliz causado por la pasión de un acto electoral, porque repitió el argumento unos días después al afirmar que bajo el concepto de justicia social se permite “que los abusos del poder (del Gobierno) se justifiquen”.

En la radio y televisión tampoco ocultaron el error de premiar al nuevo amigo de Ayuso. Carlos Alsina dijo en Onda Cero que lo suyo era “el populismo faltón camuflado de batalla cultural” y que el argentino desprecia a todo el que no ve el mundo como él. Incluso Vicente Vallés destacó que Ayuso se había saltado las leyes al premiarlo sin que fuera una visita oficial y que había actuado al margen de los intereses de su partido, porque Milei es “el líder favorito de Vox”.

Críticas como las reseñadas resbalarán sobre la piel de Ayuso sin dejar marca. Su prioridad es mostrarse como la heroína de la libertad frente a la amenaza de la izquierda. Sólo ella puede salvar a la patria, que es exactamente el mismo mensaje con el que Milei llegó a la presidencia. En su discurso en Madrid al recibir el premio del Instituto Juan de Mariana, dijo que no es un “liber-tarado” ni un “liber-boludo”, lo que permite entender que sólo tolera su particular idea del liberalismo.

Lo mismo podrían decir Díaz Ayuso y su capataz. No hay que descartar que algunos medios reciban una llamada de Miguel Ángel Rodríguez estos días en la que les recordará quién decide dónde coloca el Gobierno de Madrid su publicidad institucional. Si hay que prestar atención a su reputación, lo más probable es que esas llamadas ya se hayan producido. Tampoco hay que tomárselo a la tremenda. Al menos, a ellos no les van a decir que los van a triturar.

ISU/CRM