El papa Francisco afirmó este domingo que “no es lícito” matar y hacer la guerra “en nombre de Dios”, al visitar Mosul, en el norte de Irak, ciudad símbolo de los crímenes del Estado Islámico (EI) contra la población iraquí, en especial los cristianos, entre 2014 y 2017.
“Si Dios es el Dios de la vida, y lo es, a nosotros no nos es lícito matar a los hermanos en su nombre”, planteó el Papa en el tercer día de su visita al país. “Si Dios es el Dios de la paz, y lo es, a nosotros no nos es lícito hacer la guerra en su nombre. Si Dios es el Dios del amor, y lo es, a nosotros no nos es lícito odiar a los hermanos”, agregó durante su “Oración por las víctimas de la guerra”, tras escuchar el testimonio de una mujer musulmana y de una monja que relataron el calvario de la ocupación extremista.
“Aquí en Mosul las trágicas consecuencias de la guerra y de la hostilidad son demasiado evidentes”, denunció Francisco desde la denominada “Plaza de las cuatro Iglesias”, que reunía a cuatro Iglesias de diversas ramas del cristianismo, una católica siríaca, una ortodoxa siríaca, una ortodoxa armenia y una católica caldea, atacadas por el Estado Islámico.
Durante el denominado califato islámico que la agrupación instauró en el norte y oeste de Irak entre 2014 y 2017, de hecho, partes de las iglesias fueron usadas como edificios de administración, cárceles y tribunales.
De acuerdo al Vaticano, medio millón de personas, entre ellos más de 120.000 cristianos, escaparon de Mosul durante el califato del EI, reduciendo casi a la mitad la población, que en 2004 era de 1.846.500 habitantes.
Este domingo, Francisco invitó “a la comunidad cristiana a regresar a Mosul y a asumir el papel vital que le es propio en el proceso de sanación y renovación”. En ese marco, Jorge Bergoglio lamentó que “la trágica disminución de los discípulos de Cristo, aquí y en todo Oriente Medio, es un daño incalculable no sólo para las personas y las comunidades afectadas, sino para la misma sociedad que dejan atrás”.
“En efecto, un tejido cultural y religioso tan rico de diversidad se debilita con la pérdida de alguno de sus miembros, aunque sea pequeño”, enfatizó Francisco, quien desde su llegada ha hecho de la protección de los cristianos, y del rechazo a su persecución, uno de los ejes de sus discursos.
Elishua, una iraquí de 60 años, contó a metros del Papa que tuvo la suerte de salir de la ciudad dos horas antes de la llegada del Estado Islámico, y que espera volver en dos semanas más. “Hay muchos chicos musulmanes que están ayudando y que viven en paz, no quieren más guerra”, subrayó.
Según el Vaticano, la sucesión de guerras y terrorismo que azotó al país en los últimos 20 años disminuyó la cantidad de cristianos en Irak desde más de 1,2 millones a cerca de 300.000.
“La verdadera identidad de esta ciudad es la convivencia armoniosa entre personas de orígenes y culturas diversas”, planteó el Papa.
Francisco consideró en ese marco que “es cruel que este país, cuna de la civilización, haya sido golpeado por una tempestad tan deshumana, con antiguos lugares de culto destruidos y miles y miles de personas, musulmanes, cristianos, yazidíes y otros, desalojadas por la fuerza o asesinadas”, criticó al referirse al accionar del grupo extremista.
“Estábamos viviendo todos juntos: cristianos, musulmanes, y no pudimos creer lo que pasó”, con la llegada del Estado Islámico, apuntó desde la ciudad Rana Bazzoie, de 37 años, que dejó Mosul en 2013.
En ese marco, y “a pesar de todo”, según planteó, Francisco mostró la “convicción de que la fraternidad es más fuerte que el fratricidio, la esperanza es más fuerte que la muerte, la paz es más fuerte que la guerra”.
“Esta convicción habla con voz más elocuente que la voz del odio y de la violencia; y nunca podrá ser acallada en la sangre derramada por quienes profanan el nombre de Dios recorriendo caminos de destrucción”, sostuvo el Papa, que llegó a Mosul en helicóptero desde Erbil, capital del Kurdistán iraquí que visitó a primera hora del domingo.
Francisco inició el viernes su visita de cuatro días a Irak, la primera de un Papa al país del suroeste asiático, y primer desplazamiento del Pontífice al extranjero desde el inicio de la pandemia de coronavirus a fines de 2019.
CB con información de Télam