Este miércoles Kamala Harris dio su discurso de la derrota al aire libre, en el campus de la Universidad de Howard, su universidad y que fue creada en Washington para la educación de afroamericanos después de la guerra librada contra la esclavitud. El escenario era un lugar muy diferente del típico salón de hotel donde Hillary Clinton y tantos otros vencidos antes que ella han reconocido el resultado.
La llamada a la unidad y el intento de inspirar para seguir luchando se parecían a los de otros discursos, pero la vicepresidenta tenía un tono más íntimo, diferente en este trance. “Sé que la gente está sintiendo una variedad de emociones ahora mismo”, dijo Harris ante una multitud, sobre todo de jóvenes estudiantes, muchos afroamericanos y de otras minorías. “Lo pillo”, añadió con una risita, fiel a su estilo.
El discurso de la todavía vicepresidenta, que acaba de cumplir 60 años, no sonaba a una despedida. Los precedentes de derrotados que han vuelto a la primera fila de la escena política e incluso han llegado a la Casa Blanca incluyen al republicano Richard Nixon y al demócrata Joe Biden. Y la manera de aceptar la derrota importa para el futuro en la vida pública de Estados Unidos.
El discurso fue un canto al civismo tras una campaña en la que el futuro presidente la ha llamado “retrasada mental” y el próximo vicepresidente, “basura”. Las palabras de Harris fueron alabadas por comentaristas a la izquierda por su “dignidad y elegancia” y su “ejemplo” para Trump, y a la derecha por reforzar las normas democráticas que el candidato republicano ha resquebrajado y conseguir “el tono casi perfecto”. En un contexto marcado por la ruptura de las rutinas más básicas, la defensa apasionada y clara de Harris de la transición pacífica era noticioso.
“Un principio fundamental de la democracia de Estados Unidos es que cuando perdemos unas elecciones, aceptamos el resultado. Ese principio, tanto como otros, distingue la democracia de la monarquía o la tiranía. Cualquiera que busque la confianza pública debe honrarlo”, dijo esa tarde, unas horas después de perder las elecciones. Donald Trump sigue sin reconocer su derrota en las de 2020, de las que han pasado 1.467 días.
A la vez, y ante los tiempos oscuros que se avecinan si el presidente elegido cumple sus promesas de purgas, persecución y deportaciones, Harris recordó que “la lealtad” de los ciudadanos no es a un presidente o a un partido, sino a la Constitución de EEUU, y que la lucha sigue también a un nivel más local. Mencionó de manera específica la igualdad ante la ley, la libertad de las mujeres a decidir y la protección de los derechos fundamentales de cualquier persona sin importar su origen. “Seguiremos librando esta lucha en las urnas, en los tribunales y en la plaza pública. También la libraremos de maneras más silenciosas: en cómo vivimos nuestras vidas, en la manera que tratamos a otros con amabilidad y respeto, mirando a la cara a un extraño y viendo un vecino, utilizando nuestra fuerza para elevar a las personas, para luchar por la dignidad que todo el mundo merece”.
El mensaje de Harris no sugería, en todo caso, un abandono de la política. “En la campaña, yo a menudo decía que cuando luchamos, ganamos. Pero el asunto es: a veces la lucha lleva su tiempo. Eso no significa que no vayamos a ganar. Lo importante es que nunca abandones”.
El discurso, según fuentes de la campaña, no estaba preparado de antemano antes de las elecciones porque los borradores se habían centrado en mensajes de llamada a la calma mientras avanzaba el escrutinio, que, si se repetía la experiencia de 2020, podía durar días.
Lo primero
Harris sigue siendo vicepresidenta con pleno mandato, igual que Joe Biden presidente, hasta el mediodía del 20 de enero de 2025, cuando Trump tomará posesión. La agenda sigue con las reuniones habituales en la Casa Blanca y Harris ya ha dicho que una de sus prioridades es asegurar una transición ordenada con la nueva administración. Tendrá que darle el relevo a su sucesor, JD Vance, el exsenador que en las últimas horas de campaña la llamó “basura” y antes cuestionó su lealtad al país por no tener hijos biológicos.
Harris, como vicepresidenta, además presidirá la sesión del Congreso que el 6 de enero certificará los resultados de las elecciones. Ni ella ni nadie en el Partido Demócrata han cuestionado los resultados, por lo que se espera que el proceso se cumpla siguiendo la ceremonia habitual.
La última vez que le tocó a un candidato presidencial dirigir la sesión del Congreso que certificaba su derrota fue en 2001, cuando el demócrata Al Gore tuvo que hacer lo mismo tras un tenso y controvertido escrutinio en su carrera contra George W. Bush que se resolvió por un voto en el Tribunal Supremo. Varios miembros de la Cámara de Representantes demócratas y afroamericanos, la mayoría mujeres, intentaron objetar al proceso para protestar por el recuento interrumpido en Florida, pero, como no contaban con el apoyo de ningún senador, Gore dijo una y otra vez que no podía aceptar las objeciones.
¿California?
Harris, que nació en Oakland, ha hecho la mayoría de su carrera en California, como fiscal del distrito, fiscal general y senadora por este estado. Su hogar sigue estando allí, igual que la mayoría de su familia, y esta podría ser una salida en uno de los estados más poblados de Estados Unidos y que además está de nuevo en plena transformación por la influencia del sector tecnológico, cada vez más conservador y cercano al Partido Republicano.
La derrota de algunas medidas progresistas en referendos el pasado martes –por ejemplo, para acabar con el trabajo forzado en las cárceles– indica un contexto más complejo en el estado que ha sido bastión de la izquierda en las últimas décadas. En 2020, Biden ganó en California por casi 30 puntos, pero puede que este año la victoria de Harris sea por un margen menor. Todavía quedan más del 40% de los votos por contar en este estado, pero la ventaja de la demócrata en este momento del escrutinio está más cerca a 20 puntos.
La carrera más evidente para Harris es la de gobernadora del estado. Las elecciones son en 2026 y el actual gobernador, Gavin Newsom, ya no se puede presentar por los límites de mandato. Harris tendría que pasar, eso sí, por las primarias demócratas, que ya están concurridas y eso supondría competir con aliadas suyas como la vicegobernadora.
Otra opción para Harris sería volverse a presentar al Senado, pero esta vía es más improbable mientras no se retire ninguno de los dos demócratas actuales.
¿Kamala 2028?
Los demócratas ya han empezado una lucha interna por el alma del partido y del país, similar a la de 2016 y cuyo futuro dependerá en gran parte de quiénes se afiancen como posibles candidatos para las primarias de las presidenciales de 2028. En Estados Unidos, los partidos tienen poca estructura y poco poder más allá de los canales para la recaudación de dinero, así que el rumbo lo marcarán las personas que tomen fuerza en el debate público en los próximos años.
Dentro de los múltiples debates sobre qué ha pasado en estas elecciones, una de las ideas más aceptadas es que Harris, fuera o no víctima de la misoginia y el racismo que sigue sintiendo una parte de la población, tenía un camino difícil por delante por la impopularidad de Biden y la Administración de la que ella sigue siendo parte. “No creo que un partido en el poder haya ganado nunca con una posición tan baja en la pregunta de si Estados Unidos está en el camino correcto”, decía unas horas antes de las elecciones David Axelrod, que fue el jefe de campaña de Barack Obama.
Ahora, tras el resultado, Axelrod alaba la campaña de Harris por su organización en los poco más de tres meses de margen que tuvo tras la retirada tardía de Biden, en particular por la convención, el debate y el esfuerzo en los estados clave, donde Harris concentró toda la campaña y perdió por una media de tres puntos, es decir la mitad de lo estimado a nivel nacional.
“Los marcadores históricos estaban inclinándose hacia la derecha. Todo el mundo tenía claro que era una apuesta difícil”, decía también este jueves en una charla sobre las elecciones la historiadora Leah Wright Rigeour, especialista en política y raza. A la vez, ella subrayaba “el entusiasmo radical” que despertó la campaña de Harris entre las mujeres negras, en particular, que son, como recordó, “la columna vertebral del Partido Demócrata”. No hay votantes más fieles y no olvidarán algunos hitos en esta campaña inesperada, como la llamada de Zoom de 90.000 mujeres negras de apoyo a Harris unas horas después de la retirada de Biden y que se bloqueó por la cantidad de mujeres que intentaban entrar.
Harris podría volver a presentarse a las primarias demócratas en 2028 y tendría que competir con estrellas ascendentes del partido, en particular el gobernador de Pensilvania, Josh Shapiro, y la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer. Otro con ganas de presentarse es Newsom, el gobernador de California. La congresista de Nueva York Alexandria Ocasio-Cortez también ha cumplido 35 años, la edad mínima para ser presidente según la Constitución.
Entre los precedentes de candidatos derrotados que lo volvieron a intentar con éxito está otro californiano, Richard Nixon, que perdió las elecciones presidenciales de 1960 y los comicios a gobernador de California en 1962, y luego ganó las presidenciales de 1968 y 1972. Otro ejemplo es Biden, que perdió en las primarias demócratas en 1998 y 2008, y logró ganarlas y ser elegido presidente en 2020. El fracaso de Trump en las elecciones de 2020 tampoco le detuvo –ni los dos procesos de destitución política, ni las condenas en casos de soborno y abuso sexual, ni los juicios pendientes por intentar alterar el resultado de las elecciones e incitar el asalto al Capitolio–.
¿Jueza del Supremo?
En un momento de pánico por lo que se avecina, fuentes demócratas sugieren que Biden debería aprovechar los dos meses de transición que quedan para nombrar a otra persona más joven para el Tribunal Supremo en sustitución de Sonia Sotomayor. La jueza tiene 70 años, sufre diabetes y no ha dado señales de que se quiera retirar, pero el nerviosismo por la posibilidad de que Trump nombre a otra persona en el Supremo durante su mandato y consiga una mayoría aplastante de siete a dos ha puesto a algunos demócratas en marcha. La favorita en este caso sería Michelle Childs, una jurista centrista que podría tener el apoyo de algunos senadores republicanos.
Pero no hay que olvidar que Harris es jurista y tiene una carrera más larga que otros políticos en la aplicación de la ley y más responsabilidad al haber estado al frente del Departamento de Justicia de California, el segundo mayor del país, después del federal. Jueza del Supremo parece una improbable en el contexto actual, pero no otro cargo en el sistema de justicia.
En un futuro Gobierno demócrata, si el partido vuelve a la Casa Blanca a partir de 2029, Harris también tendría posibilidades en un gabinete, igual que John Kerry fue secretario de Estado después de perder las elecciones de 2004.
¿Una fundación?
Como otros excandidatos antes que ella, Harris puede dedicarse a dar lucrativos discursos o escribir libros, pero sus primeros mensajes no parecen indicar ganas de trabajar para empresas privadas con ánimo de lucro. Quienes mejor la conocen creen que podría trabajar para una fundación u otra organización de activismo social o político para promocionar los derechos de las mujeres o las minorías.
Una de sus frases más repetidas en campaña es que su “principal cliente” siempre ha sido “el pueblo”, y ese es exactamente el mensaje que compartió en público tras su derrota. “For the people. Always” (por o para el pueblo, siempre).
DM