El expresidente Luiz Inácio 'Lula' da Silva se mantiene como el máximo favorito para ganar las elecciones en Brasil el próximo 2 de octubre con el 44 % de la intención de voto, según una encuesta divulgada este lunes por el instituto Ipec. El exsindicalista, que gobernó Brasil entre 2003 y 2010, aventaja con 12 puntos porcentuales a su contrincante y actual presidente Jair Bolsonaro, que obtendría el 32 % de los sufragios, según el sondeo. Los dos se disputan el voto evangélico, un sector clave, tanto por su peso en votos como por su disciplina a la hora de acudir a la cita electoral, y participar en masa en la elección.
Las ambivalencias y los posicionamientos de la grey pentecostal
Si ahora los actores políticos reaccionarios acusan al Partido de los Trabajadores (PT) de todos los pecados de Brasil, en su época los representantes neopentecostales y evangélicos conservadores se acomodaron a los gobiernos del PT y lograron reforzar su presencia y su peso a lo largo de estos 13 años. La Iglesia Universal del Reino de Dios, entró en el gobierno petista desde 2003, primero a través del Partido Liberal (PL) y luego a través del Partido Republicano Brasileño (PRB). Permaneció en el gobierno hasta unas semanas antes de la destitución de la ex presidenta Dilma Rousseff.
Una herramienta mayor de la consolidación de la influencia de los evangélicos en el escenario político brasileño es el Frente Parlamentario Evangélico, agrupación de diputados y senadores de varias iglesias evangélicas electos por distintos partidos políticos, constituido en 2003. Los gobiernos de coalición bajo las presidencias del pt encontraron en el Frente un aliado necesario para apoyar varias leyes sociales a favor de las poblaciones más precarias.
Nunca los gobiernos del PT han fortalecido las iglesias neopentecostales y otros actores religiosos conservadores. Lula pertenece desde hace décadas a una pastoral de creyentes católicos de la corriente de la Teología de la Liberación. Sin embargo, la consolidación de estos actores ocurrió durante los mandatos de los líderes progresistas y ha quedado como parte de su legado.
La fuerza de la religión en la arena política
En un país marcado por la desigualdad social, la religión suele ser la única red de apoyo que tienen estas personas y el pastor Ariovaldo Ramos Ramos, del Frente de Evangélicos por el Estado de Derecho opina que “Los pentecostales, pero también los católicos carismáticos, tienen una visión maniquea del mundo, marcada por la predicación de la batalla espiritual contra el mal. Y si se lucha contra el mal, todo vale”.
Según una encuesta de Datafolha, publicada el pasado mes de junio, solo el 36% de los evangélicos donde los adherentes al pentecostalismo serían hoy el 65%, en su mayoría mujeres, negros y pobres, tiene intención de volver a votar por Bolsonaro este año.
Para Magali Cunha, investigadora del Instituto de Estudios de la Religión (ISER) de Sao Paulo el marco de esta campaña es diferente: “En 2018, Jair Bolsonaro era un desconocido. Ahora los brasileños saben quién es. Los líderes religiosos que le son fieles no podrán convencer a los votantes con la misma facilidad”.
Desde 2020, Brasil volvió a formar parte del “mapa del hambre” de la ONU, después de haber conseguido salir de él bajo el gobierno de Rousseff en 2014. Actualmente, 33 millones de ciudadanos y ciudadanas del país más extenso de Sudamérica pasa hambre y más de la mitad de la población, 125 millones de personas, sufre inseguridad alimentaria.
Luiz Inácio Lula da Silva, que actualmente lidera las encuestas, intenta recuperar a este electorado por todos los medios. Como parte de su operación de seducción, el líder del PT ha organizado varias reuniones con pastores influyentes, como Paulo Marcelo Schallenberger, de la Asamblea de Dios. La elección de Geraldo Alckmin como su candidato a la Vicepresidencia, un católico de la derecha moderada que tiene buenas relaciones con los conservadores y evangélicos, acerca a Lula a esta comunidad.
El expresidente evita temas controvertidos como el aborto y, en cambio, parece centrarse en cuestiones económicas como la inflación y el desempleo agravados durante el mandato de Bolsonaro que ha decepcionado a buena parte de la comunidad evangélica. En su mayoría mujeres, negras, pobres, que viven en la periferia de las grandes ciudades que son las personas que más han sufrido la inflación, el hambre, el desempleo. La mayoría perdieron familiares durante la pandemia de covid-19 que causó la muerte de 675.000 personas en Brasil, el segundo país más afectado del mundo.
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