Los grandes medios de comunicación franceses se concentran en manos de un puñado de familias. Grandes fortunas a la cabeza de grupos industriales para los que el control de la información es, a menudo, una herramienta para aumentar notoriedad e influencia y proteger intereses económicos o ideológicos.
La inminente fusión de dos grandes grupos de televisión, TF1 y M6, va a reducir aún más el paisaje y crear un gigante audiovisual. Hasta el punto de que el Senado francés lanzó una comisión de investigación, a petición del grupo socialista, ecologista y republicano, “para esclarecer los procesos que llevaron a la concentración de medios de comunicación en Francia y evaluar su impacto en la democracia”.
Ocho apellidos se reparten la mayor parte del panorama mediático francés. Bernard Arnault, director de LVMH Moët Hennessy-Louis Vuitton, controla los diarios Les Echos y Le Parisien y la revista Challenges. Patrick Drahi, a la cabeza de un imperio en las telecomunicaciones (Altice/SFR), posee el canal de noticias BFMTV y el semanario L'Express. Xavier Niel, presidente de otro gigante de telecomunicaciones (Iliad), es accionista mayoritario del editor de Le Monde y L’Obs y está a punto de hacerse con Nice Matin y La Provence, además de ser propietario de uno de los principales grupos europeos de producción audiovisual, Mediawan. La familia Dassault, referencia en la defensa y la aeronáutica, mantiene el control de Le Figaro. François-Henri Pinault, a la cabeza de la multinacional del lujo Kering, posee el semanario Le Point.
Los hermanos Bouygues, por su parte, son los herederos de una multinacional de la construcción y las telecomunicaciones. Ya son accionistas mayoritarios del primer grupo de televisión francés, TF1, que está a punto de fusionarse con su principal competidor, M6, propiedad del grupo alemán Bertelsmann (que incluye la emisora RTL). Una operación compleja desde el punto de vista económico y legal, ya que TF1 y M6 serían hegemónicos en el mercado de la publicidad (75% de la cuota de mercado, sin contar el segmento online). Una amenaza para la competencia, especialmente para la supervivencia del ente audiovisual público. En cualquier caso, la operación cuenta con el visto bueno del actual Gobierno, cuyas declaraciones van en la línea de las realizadas por los directivos de ambas cadenas, que esgrimen que asociarse es la única salida para asegurar su supervivencia ante la llegada de los gigantes estadounidenses de Internet.
El imperio Bolloré
Pero si hay un nombre que representa la concentración de los medios es el de Vincent Bolloré. Accionista mayoritario de Vivendi, propietaria del grupo Canal+, su imperio incluye, entre otros, el canal de noticias CNews, modelado a la imagen de Fox News. El empresario bretón comenzó su actividad profesional en la banca en los años 70, rescató la papelería familiar en 1981, se pasó al transporte y la logística en los 90 y a la publicidad en los 2000. La última década ha sido la de los medios de comunicación. En España posee el 9,936% del capital del Grupo Prisa y ha solicitado al Ministerio de Industria, Comercio y Turismo permiso para aumentar su participación hasta el 29,9%.
“En la historia de Francia ya hubo otros precedentes de grupos de comunicación con grandes ambiciones, como el intento fallido de Robert Hersant en los años 80 y, si nos vamos a siglos anteriores, hay casos de grupos de prensa que se remontan al XVII”, explica Alexis Lévrier, profesor de la Universidad de Reims y especialista en historia del periodismo.
“Pero el periodo actual es singular porque está ocurriendo de manera brutal: por un lado, hay una crisis estructural, la prensa debe inventar un nuevo modelo de adaptación al digital; por otro, la crisis coyuntural del Covid afectó también a la radio y a la distribución e implica cambios repentinos, como la retirada de Bertelsmann y los problemas del histórico grupo Lagardère”, apunta.
La muerte repentina de Jean-Luc Lagardère en 2003 dejó a su hijo –que por aquel entonces vivía en California ajeno a la gestión del negocio familiar– a los mandos del grupo. Una dirección errática, una sucesión de malas decisiones y los efectos de la crisis obligaron a la multinacional a desprenderse de varias de sus filiales.
Bolloré fue el principal beneficiado de esta liquidación: se hizo con el control de la editorial Hachette, de las influyentes publicaciones JDD y Paris Match y de una de las principales emisoras de radio generalistas, Europe 1. El empresario también adquirió las cabeceras de prensa del grupo Prisma y según varios medios franceses, tanto él como Bernard Arnault hicieron sendas ofertas por Le Figaro, aunque por el momento los Dassault se niegan a ceder las riendas.
Pero, además de por su voracidad, Vincent Bolloré se distingue de sus rivales por sus objetivos abiertamente políticos. “La otra gran diferencia de la situación actual es que habitualmente una gran parte de la prensa era relativamente cercana al poder o, por lo menos, no contestataria y ahora está en manos de un magnate hostil”, subraya el profesor Lévrier. “No solo porque quiere que triunfen ideas de extrema derecha, sino porque además está en un conflicto abierto con el Elíseo. Tiene una mala relación personal con Emmanuel Macron y la oposición del Gobierno a que Bolloré entrase en negociaciones para adquirir la cadena M6 fue para él una humillación”, indica.
Trampolín de la ultraderecha
Así, CNews sirvió de trampolín al candidato de ultraderecha Eric Zemmour, a quien los sondeos sitúan a día de hoy tercero o cuarto en la carrera hacia el Elíseo. Tertuliano estrella de la cadena, el ente regulador del audiovisual le obligó a abandonar la antena cuando sus ambiciones políticas se hicieron evidentes (lo que no impide que su nombre e ideas protagonicen programas y debates). En este contexto, si Zemmour se presenta realmente en la primera vuelta, podría dividir el voto de extrema derecha y favorecer al partido Los Republicanos. Otros, sin embargo, ven una maniobra de fondo para suavizar, por comparación, la imagen de Marine Le Pen.
“La situación es muy inestable en todos los sondeos, la candidatura de Zemmour movió el cursor ideológico a la derecha”, señala Lévrier, “parece evidente que Macron va a estar en la segunda vuelta, pero la identidad de su rival está en el aire. Desde ese punto de vista, Bolloré logró su objetivo: influyó en el juego electoral y sumó incertidumbre a los planes del presidente”.
“Hiperconcentración” histórica
La entrada de Bolloré en Europe 1 fue abrupta, como ya lo fue la de Canal + hace años. Presentadores de CNews protagonizan ahora la parrilla de programas y Louis de Raguenel, procedente del semanario ultraconservador Valeurs Actuelles, fue nombrado redactor jefe. En octubre, Reporteros Sin Fronteras (RSF) denunció los “métodos brutales” del empresario para controlar las redacciones y pidió la intervención del Estado para garantizar el debate democrático.
Bolloré es también el principal objetivo de una tribuna publicada el 15 de diciembre en Le Monde y firmada por 250 profesionales denunciando la “hiperconcentración” de los medios de comunicación. “Nunca un empresario francés concentró tantos medios de comunicación en sus manos”, escriben. “Nunca la producción cultural y de noticias dependieron tanto de una misma persona que desprecia uno de los valores fundamentales de cualquier democracia: la independencia de los periodistas”, dicen.
La comisión que comienza ahora en el Senado ya convocó a los principales dueños de los medios a audiencias públicas y quiere poner bajo los focos el ascenso del imperio Bolloré más que el de cualquiera de sus competidores. “La concentración es una cuestión fundamental, desde hace 15 años el paisaje audiovisual está cambiando, sin hacer ruido, sin que haya debates sobre lo que esto significa”, denunció esta semana el senador socialista David Assouline, relator de la comisión, en la radio pública France Inter.
“La comisión es una muy buena noticia, porque tiene un poder muy importante, que es el de obligar a comparecer a todos los jefes de la prensa. Y es notorio que Vincent Bolloré en particular detesta pronunciarse en público”, subraya Alexis Lévrier. “El problema es que su influencia es limitada: en Francia, con su sistema de monarquía republicana, el verdadero poder no está en el Senado, sino en el Ejecutivo y en la Asamblea General”, concluye.