La historia de la ONG española Open Arms comienza en septiembre de 2015 con una foto: la del niño sirio Aylan Kurdi, de tres años, muerto en la costa de una playa turca. Óscar Camps, empresario y socorrista profesional, vio esa foto, juntó sus ahorros y con su compañero Gerard Canals partió a la isla griega de Lesbos, donde por entonces más de mil personas llegaban por día huyendo de la violencia política y el hambre por la costa de Turquía. Los primeros rescates los hicieron a nado y cuando empezaron a llegar las donaciones compraron dos motos de agua. Seis años después, Open Arms tiene tres barcos que integran la “armada humanitaria” que patrulla el mar Mediterráneo en busca de personas que intentan alcanzar Europa, hacinados y en embarcaciones precarias, desde distintos puntos de África y Medio Oriente.
En diálogo con elDiarioAR, Camps estima que este año los muertos por naufragios en el Mediterráneo rondarán los 2.000, lo que duplica la cifra necesaria para que un conflicto sea considerado una guerra. Señala que la Unión Europea ha pasado de la “inacción total” a la una política de externalización de fronteras, dotando de recursos a los países africanos para interceptar —y torturar— a quienes intentan huir antes de que lleguen a sus costas. “Quieren hacernos creer que la inmigración es un problema de quienes emigran, como si la desigualdad y ese expolio que durante dos siglos Europa ha cometido sobre el continente africano no tuviera ninguna consecuencia”, dice.
—Fundó Open Arms en 2015, durante la crisis en la isla griega de Lesbos. ¿Se profundizó la inmigración irregular desde entonces?
—Desde 1960 más o menos hasta la actualidad el porcentaje de la población mundial que emigra es el 3,5% y se ha mantenido durante décadas, excepto en dos momentos puntuales de la historia: en los 90, en la guerra de los Balcanes que hubo un gran desplazamiento europeo y en el 2015 con la guerra de Siria, que hubo un salto importante de sirios y afganos que se desplazaron a Europa. Excepto estos dos momentos puntuales, el número se mantiene y hay muchas formas de leer las estadísticas. Podemos decir que en 1960 había 90 millones de migrantes y que ahora hay 270 millones, pero ha crecido la población mundial. El flujo migratorio africano que quiere llegar a Europa es un 18% de toda la migración africana, el resto son desplazamientos internos en África; tampoco estamos hablando de un gran movimiento migratorio. Y si lo llevamos a España, solamente es un 35% la inmigración irregular que llega en patera [barcos precarios], la inmensa mayoría viene en avión. Entonces, ¿qué está pasando? ¿cómo se le está dando tanta importancia y visibilidad a este tema —no a las muertes en el Mediterráneo, sino las llegadas en patera— como si fuera una invasión, cuando no existe tal invasión.
—¿Ha habido cambios en la manera que los gobiernos lidian con la inmigración irregular?
—En 2015 había una inacción deliberada por parte de la Unión Europea, una decisión de no proteger a la gente en las fronteras, dejar que la naturaleza y el mar hicieran su trabajo, aunque esas personas murieran de frío o de hambre. De ahí pasamos a la externalización de fronteras. O sea, un paso más. No solamente no vamos a hacer nada, sino que encima vamos a poner muros y vamos a utilizar otras fronteras que no son las europeas, sino de otros países, para dificultar que las personas que quieran llegar a Europa o buscar asilo o pedir refugio, como no tengan vías seguras para hacerlo posible, se frenen.
—Quiere decir, anticipar la barrera de ingreso.
—Sí, hemos pasado de la inacción a financiar grupos armados y milicias, incluso darles barcos y llamarles “guardacostas” cuando pertenecen a un Estado fallido que no tiene gobierno [alude a Libia] para que con esas barcas intercepten en aguas internacionales a las personas que intentan huir y llevarlos por la fuerza de vuelta a un país en guerra, vulnerando no solamente los derechos humanos, sino también la Convención de Ginebra. Todo esto es lo que Europa está haciendo y no lo está haciendo de una forma clara, sino que pervierte y retuerce los convenios internacionales, el derecho marítimo y toda su responsabilidad para hacernos creer que la inmigración es un problema de quienes emigran, como si esa desigualdad y ese expolio que durante dos siglos Europa ha cometido sobre el continente africano, no tuviera ninguna responsabilidad ni ninguna consecuencia. Como si esas guerras que financia la Unión Europea, esas armas que vende la Unión Europea en diversos países de África, no tuvieran ninguna consecuencia.
Lamentablemente, sí que ha cambiado. La Europa de la dignidad, la humanidad y la solidaridad se ha perdido y creo que estamos volviendo a ser simplemente un mercado común, una unión comercial.
—Puntualmente, ¿cuál es la situación en la frontera de Libia, desde donde intentaron cruzar a Italia los 50 refugiados que fueron trasladados recientemente en un vuelo de Cáritas Italiana y Solidaire?
—Libia es un Estado fallido. Hay actualmente tres grupos armados que se autoproclaman gobierno legítimo. Europa reconoce a uno de ellos, al que controla más o menos el petróleo, por intereses estratégicos. El país está en manos de milicias y de más de cien clanes armados. No hay control sobre el territorio, por lo tanto, los subsaharianos caen aquí porque es la única vía que tienen para llegar al mar, y en el mejor de los casos son llevados a centros de detención, donde si no pagan una extorsión no pueden salir.
—¿Es un mecanismo que está sistematizado? ¿Todas las personas que son capturadas en su intento de huida pasan por esta situación?
—Sí, sí. Te torturan con el teléfono abierto para que tu familia oiga cómo gritas y, cuando llega el dinero te piden más dinero o te venden a otro grupo para cobrar un nuevo rescate o como esclavo para trabajar en una granja donde te maltratan y no te dan ni de comer, porque hay muchos subsaharianos allí y cuando muera ese pondrán otro y otro y otro.
Y cuando llegan al mar tienen que sobornar a todo el mundo. Estos “guardacostas”, que Europa le llama así pero no son más que milicias uniformadas por Europa y dotadas de barcas que les ha regalado Italia, tienen el control de la costa y de la ciudad. Entonces para que las personas logren salir tienen que haber cierta connivencia. Son ellos mismos los que luego los interceptan en aguas internacionales y los devuelven a sus centros de detención, donde empieza otra vez su ciclo de pagar extorsión. Y en el caso de los hombres, todavía.... En el caso de las mujeres, interviene el tema sexual que el abuso sexual. Muchos de esos niños que has podido ver en el avión de refugiados son fruto de violaciones. Todas las mujeres son violadas, absolutamente todas: mujeres y niñas.
—Una de ellas lo dijo en el avión: no tenemos capacidad de imaginar lo que han vivido en las cárceles libias
—Es que ser subsaharianos y quedarse atrapado en Libia es un infierno. Cuando hablas con las personas rescatadas en el mar y les dices cómo te has jugado la vida en esta patera te dicen qué vida, si no tenía vida. Ahí me iba a morir porque no me daban de comer, me explotaba, estaba enfermo: yo me escapo así o me muero. Y la gente no entiende que los que quedan atrapados en Libia quedan en esa situación, que no tienen otra opción, porque por el sur de Libia está el desierto. Son siete días de desierto y eso es imposible de cruzar. Los meten ahí las mafias, que ellos pagan para llegar allí, pero que no saben a dónde los llevan. Los llevan en camiones, les prometen que los van a llevar a la frontera y los abandonan en el desierto. En el mejor de los casos sí se realiza ese transporte y entran en Libia. Y una vez ahí, si tu sales de tu país y tienes que cruzar ilegalmente la frontera ¿cómo lo vas a hacer? En manos del crimen organizado. A alguien le vas a tener que pagar para que te lleve. A partir de ese momento entras en manos de delincuentes que te van a robar todo lo que tienes. Vas a perderlo todo en la primera frontera, ¿cómo vas a seguir? No puedes volver atrás porque tu familia ha vendido todo para darte esa oportunidad a ti. Porque lamentablemente mientras la diáspora africana que está en Europa viviendo y trabajando mande el doble de dinero a África que toda la ayuda humanitaria del mundo que va para áfrica, entonces esto seguirá pasando.
La familia que tiene un hijo o un familiar en Europa y recibe 200, 250 euros cada mes al cabo de un año puede construirse una casa y al segundo año los niños tienen sanidad y tienen educación, y al tercer año la madre puede ir a visitar a la Meca y la familia de al lado ve cómo progresa esa familia y ellos ven que no pueden progresar. Entonces van a tener un hijo y a ese hijo lo van a educar y preparar para que vaya a Europa y haga lo mismo, porque no hay otra opción.
—¿A quiénes encuentran en esas pateras? ¿Son familias, hombres solos, menores?
—A cualquier persona que pueda llegar, pero hay que tener en cuenta que África es un continente de 1.212 millones de personas y que la media de edad del continente es 18 años. Con ese dato puedes imaginar que gente mayor no llega. Así que llega mucha gente joven, menores no acompañados. No solamente vienen africanos, también pueden llegar de Afganistán, de Bangladesh, de Túnez. Son rachas. Hubo un golpe de Estado en Túnez este verano pasado y rescatamos a 400 tunecinos en una semana. La noticia del golpe de Estado queda muy diluida por el rescate de los tunecinos. La gente y los políticos dicen “ahora aparecen los tunecinos”. No, es que ha habido un golpe de Estado. Esta gente está perseguida.
—¿Cuáles son los puntos más calientes de salida y de ingreso?
—Por un lado tenemos a Libia, desde donde intentan llegar a Italia. Por otro lado, a Senegal, Mauritania para llegar a las Islas Canarias. También están saliendo de Marruecos para llegar al sur de España. Desde el Mediterráneo central tenemos, además de Libia, Túnez aunque en algunas ocasiones han salido de Egipto. Y también de Turquía, para llegar a Chipre o Grecia. Y ahora también tenemos el Canal de la Mancha, que está destapando muchos muertos, sobre todo en invierno. La semana pasada 31 personas han perdido la vida, que se sepa. Otras tantas no se sabrá nunca. Y podemos extender este flujo migratorio a 16 puntos más del planeta.
—¿Cuántas personas mueren anualmente en el mar en su intento de llegar a Europa?
—En el Mediterráneo central quizás lleguemos este año a los 2.000 muertos otra vez.
Hace un mes triplicamos el número de muertos del mismo mes del año anterior. Según Naciones Unidas 1.000 muertos al año se puede considerar conflicto armado, conflicto bélico. No queremos decirlo, pero en el Mediterráneo tenemos dos guerras al año y no se habla de ellas. En todo este período hablamos de 30.000 en el Mar Mediterráneo, son cifras escandalosas. Y Europa no hace nada. No hay ninguna operación ni civil ni militar que tenga el encargo de las aguas internacionales.
—¿Las ONGs no trabajan en cooperación con fuerzas oficiales?
—Nosotros trabajamos en cooperación entre nosotros mismos. Las organizaciones humanitarias tenemos nuestra propia armada humanitaria y tenemos que trabajar juntos para intentar detectar, buscar y encontrar las pateras que quedan abandonadas en el mar, porque difícilmente vamos a encontrar ayuda oficial.
—¿Cuán amplio es el territorio que deben patrullar?
La zona SAR (de búsqueda y rescate) libia estamos hablando de más de 350.000 kilómetros cuadrados de mar. Eso es mucho más grande que el territorio de Alemania, por ejemplo. Encontrar una persona en Alemania, aunque tengas una moto y te puedas recorrer toda Alemania, tienes que no es la ubicación exacta y en el mar no hay ubicaciones exactas porque no hay un punto quieto.
—¿Cómo trabajan: tienen una rutina de patrullaje o responden a ciertas alarmas?
Nuestra misión es estar en aguas internacionales porque si se da el aviso, la emergencia o el naufragio podamos estar relativamente cerca. Relativamente cerca puede ser a un día de distancia. Pero si estás en el puerto, es mucho más viaje. Tenemos una avioneta que de vez en cuando puede patrullar el cielo y detectar a primera hora de la mañana si hay alguna patera en la zona. O también si algún mercante hace algún avistamiento de alguna manera lo puede decir por radio y a veces los propios migrantes tienen teléfonos satélites y pueden llamar y pedir auxilio cuando van a la deriva. Algunos dicen que el rescate fomenta que otros vengan. Esa es la visión de la Unión Europea, la inacción deliberada es eso. Dejar que la naturaleza siga su curso y que la muerte disuada a otros de venir.
DT