Aquí, en el norte de Gaza, prácticamente no hay alimentos disponibles. La gente está recurriendo a comer alpiste para mantenerse con vida. Algunos sólo tienen hierba para comer. Los médicos llevan meses advirtiendo de que los más de cinco meses de bombardeos y asedio de Gaza por parte del Ejército israelí acabarían en hambre e inanición.
La iniciativa de Clasificación Integrada de las Fases de Seguridad Alimentaria, en la que participan varias agencias de la ONU, dijo este lunes que la hambruna es “inminente” y puede ocurrir en cualquier momento en los próximos dos meses en el norte de Gaza. La mitad de la población gazatí se enfrenta ahora mismo a niveles catastróficos de hambre, casi el doble de personas que el pasado noviembre. Los niños ya están muriendo de desnutrición y deshidratación –al menos 27 han fallecido por esas causas, según el Ministerio de Sanidad de la Franja–.
Mientras tanto, el Gobierno israelí sigue estrangulando la ayuda en el paso fronterizo con Gaza y la comunidad internacional sigue observando. La escasa ayuda que recibe el visto bueno para entrar no llega a todo el mundo, especialmente en el norte, o se distribuye caóticamente, por lo que la gente está luchando desesperadamente para hacerse con lo poco que puedan. Esto está despojando a mi comunidad de su dignidad y dejando a los más vulnerables sin ningún tipo de ayuda. Cientos de personas han pagado incluso con su vida el intento de conseguir alimentos para sus familias.
La ONU ha advertido de que el deterioro del estado nutricional de la población alcanza unos niveles sin precedentes a escala mundial. Y el mundo sigue sin hacer nada.
Dátiles y sopa de plantas silvestres
Cuando voy al mercado del campo de refugiados de Yabalia, antaño bullicioso, ya no hay puestos ni alimentos en venta. El arroz, las lentejas y las judías han desaparecido, y sólo quedan especias y frutos secos carísimos. Incluso los pequeños tentempiés que solíamos dar a nuestros hijos se han convertido en lujos inalcanzables.
Algunas personas que he conocido sobreviven con una taza de café al día. Sacrifican cualquier alimento al que puedan acceder por sus hijos hambrientos. Todas las personas que conozco en Gaza han perdido peso, una media de entre 10 y 30 kg. Mis hijos y yo también hemos adelgazado, mis colegas se sorprenden cuando ven en las fotos todo el peso que he perdido.
Hace poco vi a un hombre dar unas patatas fritas a sus dos hijos y recuerdo que les dijo: “Aseguraos de calcular bien la ración de cada uno, porque no me queda nada más y esta es vuestra comida del día”. Los niños incluso han empezado a salir a la calle con platos y ollas vacías, golpeándolas con cucharas y gritando que quieren comer.
Mis colegas de los hospitales del norte de Gaza me han contado que últimamente no han podido conseguir ni siquiera una comida al día y que sólo comen dátiles y líquidos, como sopa hecha con plantas silvestres. El personal sanitario está agotado y se sienta débil mientras trabaja 24 horas al día y siete días a la semana para tratar a los pacientes. Hussam Abu Safiya, jefe de Pediatría del hospital Kamal Adwan, ha declarado que cada día son ingresados entre 25 y 30 niños, la mitad de los cuales sufren deshidratación y desnutrición.
Que nadie se equivoque: el Gobierno israelí está utilizando la inanición como arma de guerra en Gaza. Se trata de una crisis de origen humano, totalmente evitable, y a la que se puede poner fin ahora mismo. Los gestos superficiales de Estados Unidos, Reino Unido y otros Estados, como los lanzamientos aéreos y los puertos marítimos temporales, no son soluciones para acabar con la hambruna. Los vecinos me han contado que los paquetes de alimentos que lanzan desde los aviones sólo alimentan a dos o tres personas durante dos o tres días.
Como potencia ocupante de Gaza, Israel tiene la responsabilidad legal de garantizar que la población ocupada recibe alimentos y suministros médicos. Para cumplir con esta obligación, Israel debe levantar inmediatamente el bloqueo total de Gaza, reabrir todos los pasos fronterizos terrestres y permitir el acceso sin trabas de la ayuda y los trabajadores humanitarios. Si no se permite la entrada inmediata de más alimentos en Gaza, me temo que ocurrirá lo peor y cada vez más personas morirán de hambre.
Texto traducido por Francesca Cicardi