Bengalas, granadas aturdidoras, gases lacrimógenos y porras. Son algunas de las armas que emplearon los cientos de antidisturbios que irrumpieron en la madrugada del jueves (hora de Estados Unidos) en la acampada contra la guerra de Gaza en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). Los agentes la desmantelaron en unas horas y arrestaron a decenas de estudiantes. El desalojo se produjo la misma semana que la policía de Nueva York irrumpió en la Universidad de Columbia y puso fin a las protestas en ese campus, convertido en el corazón de las movilizaciones en Estados Unidos.
La represión en UCLA marca un nuevo punto álgido en la escalada de la violencia policial contra las manifestaciones propalestinas en los campus de todo el país. Entre el miércoles y el jueves, también se realizaron detenciones en la Universidad de Fordham (Manhattan), la Universidad de Texas en Dallas, el Dartmouth College (New Hampshire) y en la Universidad de Tulane (Nueva Orleans); y fue desalojado el campamento de la Universidad de Wisconsin. Más de 2.000 personas han sido arrestadas en 32 centros educativos de EEUU, según un recuento de la agencia Associated Press.
Desde que empezó la ofensiva israelí contra la Franja de Gaza –en la que han muerto más de 34.500 palestinos–, las manifestaciones universitarias representan un tercio del total de todas la movilizaciones en contra el conflicto que se han registrado en EEUU, según datos del centro Armed Conflict Location & Event Data Project (ACLED).
Asalto a la acampada de madrugada
En un principio, la administración de la UCLA se había mostrado tolerante respecto al campamento de protesta que se erigió en el recinto, pero el pasado martes empezó a aumentar la tensión después de que un grupo proisraelí atacara a los estudiantes propalestinos que estaban allí acampados. Los agresores utilizaron conos de tráfico, gas pimienta y tumbaron barricadas, y causaron heridas a algunos de los manifestantes anti-israelíes, tal y como denunciaron en una rueda de prensa el miércoles. “Vi a mujeres de 18 y 19 años ser golpeadas en la cara por hombres de 25 o 30 años, afirmó Aiden Doyle, participante en la acampada, citado por el periódico The Guardian.
Tras el incidente, la UCLA anunció que cancelaría todas las clases el miércoles “debido a la angustia causada por la violencia”. El jueves, las clases seguían suspendidas. “La respuesta limitada y retrasada de las fuerzas del orden en el campus de UCLA anoche fue inaceptable y exige respuestas”, dijo en un comunicado la oficina del gobernador de California, Gavin Newsom. El rector de la universidad californiana, Gene Block, afirmó a través de la red social X que el ataque contra los estudiantes y miembros de la comunidad había sacudido “el núcleo” del campus.
Sin embargo, posteriormente pidió a las fuerzas de seguridad que actuaran contra la acampada de protesta, en torno a la que se había desplegado un amplio dispositivo policial el miércoles. Según Associated Press, los agentes quitaron las barricadas que protegían el campamento y empezaron a desmantelar las tiendas y carpas, y a detener a aquellos que ofrecían resistencia. El jueves por la tarde ya sólo quedaban objetos rotos, tiendas arrancadas del suelo y las pertenencias de los manifestantes desperdigadas, mientras los agentes patrullaban el área donde antes se había levantado el campamento.
A pesar de que algunos campus han sido desalojados, aún quedan una cuarentena de acampadas en pie, como la de la Universidad de Georgetown en Washington. Las exigencias de los estudiantes son las mismas a lo largo y ancho del país: un alto el fuego en Gaza y que los centros universitarios corten cualquier relación con Israel y aquellas empresas vinculadas con el Estado hebreo. En todos los casos, las manifestaciones están siendo tachadas de antisemitas tanto por parte de algunos grupos judíos como por parte del partido republicano, mientras que la Administración del demócrata Joe Biden no ha defendido de forma unívoca el derecho a manifestarse de los jóvenes.
El presidente ha comparecido este jueves para hablar a la nación por primera vez sobre las protestas, que han ido extendiéndose a los campus de muchos estados de EEUU, y dio la bienvenida al disenso, pero señaló que “el disenso no debe llevar nunca al desorden”. “Somos una sociedad civilizada y el orden debe prevalecer”, agregó. “Hay un derecho a manifestarse, pero no hay un derecho a causar caos”.
“La protesta violenta no está protegida, la protesta pacífica sí (...) Destruir propiedades no es una protesta pacífica, es ilegal. El vandalismo, los allanamientos, romper ventanas, paralizar los campus, forzar la cancelación de clases y graduaciones. Nada de esto es una protesta pacífica”, afirmó el mandatario en un breve discurso desde la Casa Blanca.
Biden respondió con un seco “no” cuando un periodista le preguntó si las protestas universitarias le habían hecho reconsiderar su política exterior y su apoyo a Israel, algo que cada vez más ciudadanos estadounidenses no ven con buenos ojos, según las encuestas. El presidente también descartó que los reservistas de la Guardia Nacional intervengan en contra de las protestas, algo a lo que recurrió el gobernador de Texas, el republicano Greg Abbott, para reprimir a los manifestantes de la Universidad de Texas en Austin.
Un proyecto de ley para perseguir las protestas
La represión contra los manifestantes no se ha limitado a la intervención policial, sino que también se está gestando en el Capitolio. El presidente de la Cámara de los Representantes, el republicano Mike Johnson, está haciendo campaña en contra de las protestas universitarias, que tilda de antisemitas. Johnson, que se enfrenta a una crisis interna de su grupo con los más radicales pidiendo su cabeza por permitir la aprobación de la ayuda militar a Ucrania, está intentando desviar toda la atención hacia esta cuestión.
Este miércoles llevo a votación en la Cámara un proyecto de ley que para ampliar la persecución del antisemitismo en EEUU: el texto se aprobó con 320 votos a favor y 91 en contra, contando con un amplio apoyo de los republicanos y una buena parte de los demócratas. Solo el ala más progresista del partido de Biden y los seguidores republicanos del expresidente Donald Trump se opusieron a la norma: los primeros, por su descontento respecto a la actuación del Gobierno en la guerra de Gaza, y los segundos, por su cruzada personal contra Johnson.
El proyecto de ley se basa en el texto propuesto por la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto y pretende ampliar el concepto de antisemitismo para que incluya no sólo las amenazas contra los judíos, sino también las críticas contra Israel. De aceptarse esta nueva definición de antisemitismo, el Gobierno federal tendría más facilidad para perseguir y castigar las protestas propalestinas, en las que es frecuente escuchar y ver lemas anti-israelíes. Aun así, no es seguro que el proyecto de ley vaya a pasar el filtro del Senado.
La presión de los republicanos respecto a esta cuestión no ha hecho más que aumentar. Durante su vista al campus de Columbia la semana pasada, Johnson pidió la dimisión de la rectora de la universidad, Nemat (Minouche) Shafik, por seguir permitiendo las protestas en esa universidad de Nueva York. En estas dos semanas, Shafik no ha tenido una postura precisamente blanda respecto a los manifestantes: ha ordenado dos veces la intervención de la Policía en el campus (algo que no se veía desde las manifestaciones contra la guerra del Vietnam en el año 68) y ha suspendido a todos alumnos implicados en la acampada.
Ahora, los rectores de Yale, UCLA y Michigan, que tendrán que comparecen ante la comisión de Educación de la Cámara de Representantes el próximo 23 de mayo para dar explicaciones sobre las protestas en sus universidades. La presidenta de esa comisión, la republicana Virginia Foxx, ha lanzado un mensaje a los dirigentes de todas las instituciones educativas y les ha advertido de que el Congreso “no tolerará su incumplimiento del deber hacia los estudiantes judíos” que, en su opinión, no están siendo debidamente tutelados en los campus.