Los fracasos militares del Kremlin polarizan aún más a la sociedad rusa

Andrew Roth / Pjotr Sauer

Moscú —

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La pérdida del buque insignia ruso Moskva la semana pasada fue un golpe difícil de digerir hasta para Vladimir Soloviev. El presentador de noticias de la cadena estatal rusa lanzó sus ataques contra un objetivo poco común: los militares rusos. 

“Explíquenme cómo fueron capaces de perderlo”, dijo enfadado en su programa de entrevistas, uno de los más vistos de Rusia. “Díganme, ¿qué demonios estaban haciendo en ese momento y en esa zona concreta del Mar Negro?”.

Soloviev sigue siendo partidario de Putin y de la guerra. Pero su poco común arrebato es síntoma de las mayores tensiones que hay en Rusia por la guerra en Ucrania ahora que la invasión comienza su tercer mes y los dos bandos anuncian una “nueva etapa” en el conflicto, la de la batalla por el Donbás.

En el Kremlin las autoridades no han dado muestra de ningún arrepentimiento. Vladímir Putin condecoró a la 64ª Brigada Motorizada de Fusileros por su “heroísmo y su coraje como grupo” después de que Ucrania acusara precisamente a esa unidad de cometer crímenes de guerra en Bucha.

Pero a medida que aumenta el coste de la invasión, aumenta también la franqueza de algunos críticos inesperados. “No veo ni un solo beneficiario de esta guerra disparatada”, escribió el empresario Oleg Tinkov el martes en su Instagram. “Están matando a gente inocente y a soldados; los generales han despertado de su resaca y se han dado cuenta de que tienen un ejército de mierda; ¿y por qué iba a ser bueno el ejército, si todo lo demás en el país es una mierda y está plagado de nepotismo, sumisión y servilismo?”, añadió. 

“Querido 'colectivo Occidente', otorgue por favor al señor Putin una salida fácil para que pueda guardar las apariencias y detengan esta masacre”, escribió también. Los diputados rusos han sugerido demandar a Tinkov por desacreditar a las fuerzas armadas de su país.

La guerra como algo ordinario

Para los dos extremos de una sociedad rusa polarizada, los fracasos de la primera etapa han hecho que haya más cosas en juego por el conflicto. Lo que el Kremlin llamaba una “operación especial” se está transformando en una operación existencial. 

Según el sociólogo Greg Yudin, “estamos viendo que el destino de Putin, de Rusia y del conjunto de la sociedad se están fundiendo en uno solo”. “Oigo cada vez más que hay gente pensando que la guerra tal vez haya sido un error, pero que no hay vuelta atrás, que tenemos que terminar el trabajo, dicen”.

Según Marina Litvinovich, una activista y política opositora que no se ha ido de Rusia, la guerra es una prueba de estrés para el Gobierno y podría derrumbar al “gigante con pies de barro” construido por Putin durante 20 años en el poder.

Pero Litvinovich también ve entre los rusos de a pie claros signos de cansancio por la guerra, provocado por la avalancha de información durante los primeros días de la invasión. La apatía va en aumento. “Veo que la gente se está acostumbrando a la guerra”, dice. “Para muchos la guerra ha pasado de ser una especie de pesadilla o de horror para convertirse en algo ordinario”.

En su opinión, la gente está “emocionalmente quemada” y se aleja cada vez más de las noticias. Incluso cuando las noticias hablan de los errores cometidos en el buque de guerra Moskva.

Consecuencias económicas

Con los primeros impactos económicos de la guerra ya absorbidos, hay pocos ciudadanos prestando atención a la recesión económica que se avecina. “Existe algo así como una falsa sensación de que la vida se ha normalizado”, dice Litvinovich. “La gente piensa que las dificultades económicas ya pasaron”.

El Gobierno ha tomado medidas extraordinarias para evitar el desmoronamiento de la economía como la introducción de un control de capitales. Maxim Reshetnikov, director del Ministerio de Desarrollo Económico de Rusia, dijo el martes que el país había “resistido al primer embate de las sanciones”. Pero dentro de la comunidad empresarial hay claros signos de preocupación ante un éxodo diario de empresas internacionales que no se detiene. 

El alcalde de Moscú estimó que se perderían 200.000 puestos de trabajo y propuso que los profesionales desempleados se reciclaran y se emplearan de forma temporal, incluyendo trabajos “socialmente importantes” en los parques.

El diario económico ruso Vedomosti informó el lunes de que Lev Khasis, ex alto ejecutivo del banco estatal Sberbank, se había ido de Rusia para vivir en Estados Unidos. Pero la mayoría de los altos cargos del Gobierno sigue en sus puestos y los paros temporales que se han producido en algunas grandes fábricas no han desatado el tipo de protestas económicas que podría preocupar realmente al Kremlin.

“Dejando a un lado las posiciones personales sobre la guerra, con algunos a favor y otros en contra, la gente se está movilizando y trabajando de la forma más dura y creativa posible”, dice un alto directivo de una importante empresa metalúrgica. “Entienden que tienen que darlo todo para que la empresa y ellos mismos sobrevivan”.

Eliminación de la cultura ucraniana

Según un nuevo sondeo de la encuestadora independiente Centro Levada, las opiniones de los rusos sobre Occidente se volvieron más negativas en marzo, lo que probablemente se debió a las sanciones y al apoyo occidental a Ucrania.

En gran medida son opiniones fomentadas por los medios estatales rusos. La prensa rusa y las televisiones han difundido cada vez más en horario de máxima audiencia declaraciones que en otra época habrían sido consideradas marginales e incluso propias de genocidas, como los llamamientos a la eliminación de la cultura ucraniana.

“Hay mucha gente que de verdad cree en estas cosas”, dice un directivo de una agencia estatal de noticias. “Y aunque no fuera así, cualquier ruso de nuestro nivel se ha convertido en apolítico, no nos corresponde analizar las decisiones que toman los jefes”.

Es posible que el Kremlin quiera terminar la guerra cuanto antes, con el 9 de mayo como objetivo en recuerdo del Día de la Victoria en que la Alemania nazi fue derrotada. Pero según Andrei Kolesnikov, del Centro Carnegie de Moscú, el Kremlin “podría prolongar las hostilidades a juzgar por cómo va la operación”. “Y el 9 de mayo sería simplemente un día para alcanzar objetivos intermedios”, dice.

Traducción de Francisco de Zárate

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