Una vez más, una noticia que llega desde Estados Unidos nos recuerda el dolor y la desolación que supone perder a un ser querido en un tiroteo. Nada puede prepararte para lo que se siente al dejar a tu hijo en la puerta del colegio por la mañana y no volver a verlo con vida. Hace 26 años, mi familia y yo pasamos por esta terrible experiencia. Mi hija Sophie, de cinco años, fue una de las víctimas de la masacre de la escuela primaria de Dunblane, en Escocia, el 13 de marzo de 1996.
No es la primera vez que se establecen paralelismos entre lo que ocurrió en una pequeña ciudad escocesa y lo que tuvo lugar este martes en otra pequeña ciudad de Estados Unidos. El mismo horror. Sin embargo, mientras que el de Dunblane ha sido el único tiroteo en una escuela de Reino Unido, no se puede decir lo mismo de lo ocurrido en la escuela primaria Robb de Uvalde. En este caso, solo es el último de una letanía de tiroteos masivos en Estados Unidos, a menudo en escuelas.
Después de Dunblane, muchos en Reino Unido, incluyendo las familias de las víctimas, reconocieron que el factor determinante la tragedia había sido la facilidad con la que el autor de la matanza había tenido acceso a las armas, en su caso pistolas de alta potencia. En aquel momento, la legislación británica le permitía poseerlas legalmente. Las familias de Dunblane y muchas otras personas hicieron campaña para que se prohibieran las pistolas y no nos dejamos arrastrar por quienes decían que la posesión de armas no era el problema.
Menos armas, más seguridad
Sobra decir que, independientemente de otros factores, el único elemento común a todos los tiroteos masivos es que el responsable tenía un arma. Gracias al apoyo masivo de la opinión pública, que se canalizó a través de las familias de Dunblane, otros activistas, los medios de comunicación y un número importante de políticos, los sucesivos gobiernos conservadores y laboristas hicieron posible que se aprobara una nueva ley en 1997 que prohibió la propiedad privada de pistolas. Todo ello a pesar de tener en contra al lobby de las armas y a muchos miembros de la derecha, entre ellos el primer ministro actual, Boris Johnson, que se opusieron enérgicamente a cualquier cambio en las leyes sobre armas.
Los cambios no solo redujeron la disponibilidad de un tipo de arma peligrosa, sino que marcaron el camino de Reino Unido para minimizar el uso y la disponibilidad de las armas y priorizar siempre la seguridad pública. Desde finales de la década de los 90, la tasa de delincuencia con armas de fuego en Reino Unido ha descendido considerablemente, los homicidios con armas de fuego son escasos y se han producido muy pocos tiroteos masivos.
En aquel momento, muchos sugirieron que solo hacíamos campaña como una forma de afrontar nuestra pérdida, aunque en aquel momento nunca nos pareció catártico. Pero sabíamos que nuestras voces serían escuchadas por lo que les había sucedido a nuestros hijos, y para mí había una responsabilidad de hacer todo lo posible. Sigo estando muy orgulloso de haber formado parte de algo que logró tanto y que hizo la vida más segura para otros.
Cifras estremecedoras
La experiencia de Reino Unido demuestra que el control de armas sí funciona, pero esta es una lección que los estadounidenses se resisten a aprender. Justo después de Dunblane, cada vez que se me pedía que comentara los tiroteos en las escuelas de Estados Unidos, que se producían cada vez con más frecuencia, yo decía ingenuamente que en cuanto los estadounidenses se dieran cuenta de lo que se había conseguido tras nuestro propio tiroteo en una escuela se apresurarían a adoptar medidas similares. No podía estar más equivocado. Con leyes de armas cada vez más laxas, demasiados de sus ciudadanos siguen pagando el precio con sus vidas.
Las cifras son estremecedoras. Las muertes por violencia con armas de fuego suman más de 17.000 solo en lo que va de año, miles de ellas homicidios (en 2022 solo se han registrado cuatro homicidios con armas en Reino Unido). En 2020, 999 niños menores de 11 años murieron o resultaron heridos en tiroteos en Estados Unidos. La violencia armada sigue siendo una de las principales causas de muerte, de hecho, la principal entre los menores de 20 años.
Las comparaciones internacionales muestran una correlación entre el nivel de posesión de armas de fuego de un país y el número de muertes por arma de fuego. En Estados Unidos, la presencia de un arma en el hogar aumenta, y no reduce, la probabilidad de que un miembro de la familia sea asesinado con una. Cuantas más armas, más muertes. Por lo tanto, si Estados Unidos quiere realmente convertir sus pensamientos, lágrimas y oraciones después de cada tiroteo masivo en algo positivo, tiene que centrarse en acabar con la facilidad para acceder a las armas de fuego.
Sin optimismo
Demasiados se aferran a la segunda enmienda de la Constitución de Estados Unidos y a cómo esta supuestamente confiere el derecho a poseer armas, una interpretación que muchos consideran cuestionable. Independientemente de su interpretación, los padres fundadores de EEUU seguramente estarían horrorizados de que sus palabras, pronunciadas en el siglo XVIII, se utilicen para justificar que se arme a los adolescentes con armas del siglo XXI que han convertido sus propias escuelas en campos de batalla y que permiten que se regale a un adolescente en su 18 cumpleaños armas que luego utiliza para matar a niños pequeños.
Tras el tiroteo en el instituto Marjory Stoneman Douglas de Florida en 2018, escribí un discurso que decía: “Siempre se nos habla de la historia de amor de Estados Unidos con las armas. Sin embargo, desde aquí se parece más a una relación de abuso, que causa demasiado dolor, miseria y muerte. Aprovechen la oportunidad y cambien esa relación ahora, y permitan a sus hijos mirar hacia un futuro más seguro”.
Estoy desolado porque en los cuatro años transcurridos desde entonces ha habido muy pocas señales de que un país que por lo demás se considera solidario, se preocupe lo suficiente por las consecuencias de esta relación amorosa. Como siempre, ahora son muchos los que creen que la situación cambiará tras los sucesos de Uvalde. Esperemos que así sea, pero la experiencia pasada no me hace ser optimista. Las víctimas, y sus familias, de este y todos los demás tiroteos se merecen algo mucho mejor.
* Mick North es miembro fundador de Gun Control Network (Red de control de armas) y padre de Sophie, una de las niñas asesinadas en la escuela primaria de Dunblane.
Traducción de Emma Reverter
MN