Las fuerzas de seguridad iraníes han matado al menos a 448 personas desde que se iniciaron las protestas hace más de dos meses, según cifras de la ONG Iran Human Rights.
La organización señala que entre los muertos hay 60 menores y 29 mujeres. Su denuncia se suma a la del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, que recientemente alertó de que en Irán hay “una crisis de derechos humanos en toda regla”.
En medio de la confusión sobre la supuesta eliminación de la policía de la moral, los manifestantes han convocado tres días de huelga esta semana. Se trata de las protestas que están amenazando el régimen ultraconservador islámico como nunca en cuatro décadas.
Tres personas de diferentes puntos del país explican cómo han evolucionado las protestas y cómo han cambiado la vida cotidiana en su ciudad.
“Ahora veo a mujeres sin velo a diario”
Farah, 24 años, trabaja como profesora en Tabriz, en el noroeste de Irán
En mi ciudad no ha habido tantas protestas en comparación con otros lugares. En apariencia, la situación no es tan diferente a la que había antes de que todo empezara, pero en realidad sí hay diferencias. La cantidad de guardias en cada plaza es más elevada que antes. Están equipados sobre todo con porras y pistolas eléctricas y a veces van armados. A pesar de ello, la población comparte un sentimiento de desafío.
Desafían a las autoridades, sobre todo, mediante la desobediencia civil, por ejemplo ignorando la obligatoriedad del hiyab, haciendo huelga, las manifestaciones en las universidades y los cánticos de “muerte al dictador”. Han detenido a muchas personas, entre ellas dos de mis mejores amigos.
La gente escribe consignas antigubernamentales en todos los lugares públicos. Los funcionarios de la ciudad intentan limpiarlas lo más rápido posible, pero siguen reapareciendo. La semana pasada, tras el partido y la derrota de la selección de fútbol iraní ante Estados Unidos, la gente vitoreó en las calles y en sus casas.
A diario veo a mujeres [sin velo] en el autobús, en el metro, incluso en la universidad. La mayoría son jóvenes. Antes ninguna se atrevía a hacerlo, al menos donde vivo yo. Mi región es muy conservadora. La mayoría de la gente no reacciona, pero a veces se notan algunas miradas fijas de personas mayores.
La semana pasada, mi amiga y yo nos pusimos delante de la policía, sin velo. Fue aterrador, pero lo hicimos. Después de alejarnos de ellos, una chica y su amiga nos pidieron que chocáramos los puños y me dieron un caramelo. Un par de personas mayores que estaban cerca de los guardias se rieron y dijeron “Mashallah” [Lo que Dios ha querido]. Intento hacerlo tan a menudo como puedo. A veces me da mucho miedo, otras veces tengo más valor.
Las familias no apoyan esta acción. O bien temen por sus vidas o son religiosas y estrictas. En el caso de mi familia, es por el primer motivo. Mi padre me aconseja a diario que no me involucre, pero lo hago de todos modos. Me parece natural: ¿cómo hemos vivido todos estos años sin hacerlo? ¿Sin sentir esta libertad que tienen [tantas] mujeres?
Ahora mismo, [las protestas en Tabriz] están disminuyendo, pero esto ya ha sucedido antes: una bajada y luego una revuelta. Quizá esta vez se acabe, pero lo dudo mucho.
“Quieren estudiar fuera para escapar”
Shirin, 22 años, vive en Shiraz, en el suroeste de Irán
El 17 de noviembre las fuerzas de seguridad entraron en la biblioteca de la universidad e intentaron sacar a un estudiante [que había participado en las protestas]. Después, los estudiantes se reunieron en la biblioteca para protestar porque no quieren intrusos en la universidad ni que los guardias ataquen a los estudiantes. Corearon “la biblioteca de la universidad es nuestro hogar, no dejemos que los enemigos entren en nuestra casa”. La universidad amenazó con suspender a los estudiantes y, de hecho, algunos lo fueron.
El Gobierno tiene previsto castigar a los estudiantes que participen en las protestas con una prohibición de salir del país durante 10 años. Ir a la universidad en el extranjero ya no es solo un proyecto académico para los estudiantes, sino una forma de escapar cuando a algunos no se les permite salir del país.
En Shiraz, las protestas tienen altibajos. A mediados de noviembre fueron muy intensas. Mi padre vio cómo [las fuerzas de seguridad] rompían los cristales de los coches con porras y amenazaban a la población cuando la gente tocaba el claxon en señal de protesta.
Desde entonces, las protestas han disminuido. En muchas provincias de Irán los camioneros se suman a la huelga para decir que no trabajarán hasta que se escuche al pueblo, como forma de protesta.
[En general, las protestas] siguen siendo fuertes en Shiraz, pero adoptan otras formas. Por ejemplo, los vecinos están boicoteando negocios o tiendas que apoyan al régimen. Algunos días todo se desarrolla en las calles. Los vecinos tratan de seguir con las protestas y a la vez mantenerse a salvo.
“La gente canta casi todas las noches”
Mohsen, 38 años, trabaja en marketing en Teherán
En mi barrio de Teherán los vecinos se mostraron muy activos las dos primeras semanas, pero luego hubo muchas más fuerzas policiales y basij [milicias paramilitares voluntarias] que empezaron a patrullar en las calles más importantes y, sobre todo, en la plaza principal.
Entonces las protestas activas adoptaron otras formas, como tocar el claxon de los coches y provocar atascos. Eso también ha disminuido. En ocasiones en las que el consenso es generalizado, la gente sale a la calle a protestar.
En mi barrio hay muchos menos gritos de protesta por la noche: de hecho, son prácticamente inexistentes, pero eso es más bien una excepción, ya que en otras partes de la ciudad en las que he estado, los vecinos protestan casi todas las noches. El cántico de protesta más común es “muerte al dictador”.
A veces se producen enfrentamientos por la noche. Hay muchos miembros de las fuerzas basij vestidos de paisano [entre los manifestantes] y eso rompe la confianza de la multitud.
No salgo mucho porque soy muy activo en internet y limpiar mis dispositivos de cualquier contenido problemático es demasiado complicado. Existe el riesgo de ser reconocido en las protestas por un basiji de tu barrio. La verdad es que es una dinámica complicada.
Hay muchos grafitis, que se cubren continuamente y vuelven a aparecer. Yo mismo he hecho algunos. Solían ser los nombres de las víctimas, sobre todo de Mahsa Amini y Nika Shakarami. A veces son lemas como “abajo el dictador”. Muy a menudo se repite “zan zendegi azadi” (“mujeres, vida, libertad”).
Las mujeres intentan ignorar la obligatoriedad del hiyab cuando pueden y donde pueden. Por lo que he visto, esta actitud va en aumento y hasta cuatro de cada diez mujeres en las calles principales no llevan la cabeza cubierta. Muchas amigas me han dicho que es extremadamente estresante, pero que tratan de hacerlo. Las fuerzas del orden lo ignoran porque no pueden permitirse perseguirlas a todas. Algunas más valientes incluso pasan por delante de las fuerzas del orden sin hijab.
*Se cambiaron los nombres para proteger a las personas.
Traducción de elDiario.es