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Cifras del Indec

La pobreza bajó del 52,9% al que la había subido Milei al 38,1%: son casi 18 millones de personas en esa situación

En la Argentina, al cierre del segundo semestre de 2024, bajo el gobierno de Javier Milei, 11.337.979 personas eran pobres y 2.451.657, indigentes, es decir que su ingreso no les alcanza ni siquiera para comer diariamente.

elDiarioAR

31 de marzo de 2025 16:18 h

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Durante el segundo semestre de 2024, la tasa de pobreza en la Argentina experimentó una baja significativa con respecto al semestre anterior: cayó del 52,9% al 38,1% de la población, lo que representa un descenso de 14,8 puntos porcentuales. Es decir que se redujo prácticamente en la misma cantidad de puntos porcentuales que había subido durante la primera mitad del año pasado, es decir bajo el gobierno de Javier Milei.

A nivel de hogares, la pobreza también se redujo de un 42,5% a un 28,6% en el mismo período. Estas cifras aún son preocupantes, no solo porque significa que 4 de cada 10 ciudadanos que viven en la Argentina son pobres sino que, traducido a los números, se trata de 17,9 millones de personas. Además, el 8,2% de la población vivía durante la segunda parte del año pasado, ya en plena administración libertaria, en la indigencia, lo que significa que el ingreso que tienen ya no les alcanza ni siquiera para comer diariamente.

La situación es más crítica en las regiones del Noreste (NEA) y Noroeste (NOA), donde la pobreza alcanza el 47% y 42,8% respectivamente. Estas cifras contrastan con la Patagonia (33,5%) y la región Pampeana (35,6%), que presentan los índices más bajos. Dentro del NEA, Gran Resistencia es uno de los aglomerados con mayor índice de pobreza (60,8%) y de indigencia (22,4%).

El ingreso promedio de los hogares pobres fue de $599.837 mientras que la Canasta Básica Total (CBT) promedio para el mismo grupo alcanzó los $952.313, lo que implica una brecha del 37,0%. Aunque hubo un aumento en los ingresos familiares promedio del 64,5% respecto al semestre anterior, este crecimiento no es suficiente para alcanzar la CBT ni la Canasta Básica Alimentaria (CBA), que aumentaron 26,7% y 22,2% respectivamente.

Los niños y adolescentes son los más afectados por la pobreza. El 51,9% de las personas de 0 a 14 años vive bajo la línea de pobreza, mientras que en el grupo de 15 a 29 años la cifra es del 44,9%. En cambio, el impacto en adultos de 30 a 64 años es menor (33,6%) y se reduce significativamente en personas de 65 años y más, con un 16,0% de pobreza.

Limitaciones metodológicas que distorsionan la realidad

El Gobierno emitió un comunicado oficial celebrando la marcada baja en los índices de pobreza e indigencia registrados durante el segundo semestre de 2024, atribuyéndola a las reformas económicas impulsadas por la actual gestión, a la estabilidad macroeconómica, a la eliminación de restricciones y a la lucha contra la inflación, e insiste en que se trata de “un proceso real de baja de la pobreza” que marca un punto de quiebre respecto de las políticas previas.

Sin embargo, diversos especialistas y organizaciones sociales cuestionan la veracidad de estos datos y su interpretación triunfalista, y sostienen que estos números no reflejan completamente la situación económica real de la población.

Según Agustín Salvia, director del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (ODSA-UCA), la mejora estadística que celebra el gobierno de Milei está lejos de reflejar un aumento genuino en el poder adquisitivo o la calidad del empleo. Más bien, se debe a un desfasaje metodológico que impide capturar adecuadamente el impacto del aumento de las tarifas de servicios básicos sobre la canasta básica (CBT), que se utiliza como referencia para medir la pobreza.

La CBT vigente se basa en patrones de consumo de 2005, obviando los cambios significativos en la estructura de gastos de las familias, especialmente en un contexto de fuerte incremento tarifario.

Gonzalo Assusa, investigador del Conicet, también pone en duda que la reducción de la pobreza se traduzca en una mejora real para la población. Señala que el descenso estadístico se debe principalmente a un incremento del pluriempleo y no a trabajos mejor remunerados. “Las familias están poniendo un sobreesfuerzo para suplir la pérdida de ingresos”, explica Assusa, advirtiendo que muchos de esos nuevos ingresos provienen de empleos precarios, sin derechos laborales básicos como vacaciones pagas, jubilaciones o acceso a salud. Además, sectores vinculados a servicios esenciales y trabajo público continúan siendo los más perjudicados, mientras que sólo se ven mejoras en rubros vinculados a las finanzas e inmuebles.

Otro punto crítico señalado por Salvia se refiere a la base de comparación elegida por el Gobierno para destacar la supuesta mejora. Los datos del segundo semestre de 2024 se contrastan con los del mismo período de 2023, que estuvo marcado por un pico inflacionario debido a la devaluación aplicada por el gobierno de Milei y la liberalización de precios. Al omitir estos factores, se presenta una baja en la pobreza que en realidad es menos significativa si se considera la estabilidad macroeconómica reciente como un mero efecto rebote.

Más allá de las cifras puntuales, Salvia advierte que la pobreza estructural en la Argentina continúa siendo alarmante. Este tipo de pobreza no se mide únicamente por ingresos sino también por carencias en educación, salud, vivienda, seguridad y alimentación. Según el investigador, aproximadamente un tercio de la población se encuentra en esta situación. La mejora de corto plazo en los indicadores oficiales no logra ocultar que las condiciones estructurales que perpetúan la pobreza siguen intactas. Para revertir esta realidad se requiere un compromiso sostenido de inversión en infraestructura social y políticas públicas inclusivas, que hoy están lejos de ser una prioridad.

JJD

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