Como en el 23-F, hemos visto a diputados tirarse bajo sus escaños y ha habido exhibición de pistolas, pero la turba golpista que ha asaltado el Congreso de EEUU solo ha logrado detener el normal proceso democrático durante unas seis horas. El bochornoso espectáculo no lo ha dirigido un guardia civil con bigote sino un presidente con mal perder, pero igualmente no ha servido de nada. A las 3.40, hora de Washington, las cámaras han certificado la victoria electoral de Joe Biden.
Lo que casi siempre ha sido una votación de trámite se ha convertido en el capítulo más vergonzoso de la historia moderna de EEUU, pero ha salido adelante igualmente. Los congresistas y senadores evacuados alrededor de las dos de la tarde han regresado sobre las ocho. Han vuelto a ocupar los escaños en los que los partidarios de Trump se hacían selfies un rato antes y han ha hecho lo único que podía hacer hoy el Congreso: volver al trabajo y completar su tarea del día.
Los dos partidos se han conjurado para darle algo de normalidad a los estadounidenses en un día terriblemente anormal. “La violencia nunca gana y ésta sigue siendo la casa del pueblo, volvamos al trabajo” ha dicho el vicepresidente de Trump, Michael Pence, que hoy presidía la sesión conjunta de ambas cámaras y al que el presidente le reclamaba una maniobra ilegal para anular el resultado electoral. Pence se ha negado y Trump le ha señalado ante los manifestantes minutos antes de que tuviera que ser evacuado a la carrera durante el asalto.
Pence es un buen ejemplo del drama republicano de hoy. Los mismos líderes que han auxiliado a Trump a cada paso, han visto en las últimas horas cómo el monstruo que tanto han alimentado ha estado a punto de comérselos en un sentido casi literal. El ala más dura del partido tenía un plan para torpedear la certificación de la victoria de Biden impugnando los resultados de varios estados, pero después de la invasión tenían menos ganas de dar el espectáculo. Casi todos los senadores republicanos han retirado sus objeciones para acelerar la certificación de la victoria de Biden, aunque uno de ellos ha logrado forzar un parón más.
El líder republicano en esa cámara ha tomado la palabra al reiniciarse la sesión para decir que “EEUU y el Congreso se han enfrentado a mayores amenazas que la multitud descontrolada que hemos visto hoy”. En sus palabras no había nada del cariño que Trump ha dedicado a los asaltantes, a los que ha pedido que abandonaran el Capitolio, pero también les ha hecho llegar que “os queremos” y que son gente “muy especial”. Facebook y Twitter han retirado el vídeo por fomentar la violencia y le han suspendido la cuenta al presidente de EEUU.
¿Y ahora?
Ya no quedan más trámites, aunque siempre se puede esperar una última sorpresa por parte del presidente. El próximo 20 de enero a mediodía, Biden tiene que jurar el cargo como nuevo presidente. A Trump le quedan dos semanas de mandato a no ser que sea incapacitado por su propio gobierno o que le hagan un impeachment por la vía rápida, como ha propuesto ya una congresista demócrata.
Joe Biden ha intervenido por televisión durante el asalto para reclamar a Trump que pidiera a los asaltantes que abandonaran el Congreso, pero también para recordar que “la democracia es frágil”. Ha sido el tipo de discurso tranquilizador al que hasta ahora nos tenían acostumbrados los presidentes de EEUU. Ha sido, también, el tipo de discurso que daban cuando eran otros países los que tenían su parlamento invadido por un grupo de gente que no acepta una derrota electoral. Los tiempos han cambiado.