Qué cortas son las vacaciones y qué rápido se pasan. Una, dos, tres semanas, no importa cuántos días nos escapemos, es corto comparado con las otras 50 semanas que toca trabajar. Por eso, vale la pena pensar la mejor forma de aprovecharlas. Por supuesto, mucho depende de cuántas vacaciones efectivamente tengamos, los presupuestos disponibles y las preferencias personales, pero hay evidencia sobre algunas cosas que podemos hacer para exprimirlas al máximo, más allá de las situaciones particulares.
La primera es planificar. No para volver las dos semanas en la costa una experiencia de campamento militar, sino para anticiparse a lo que van a ser las vacaciones. Porque el proceso tiene tres fases: la planificación, las vacaciones en sí y el después, cuando recordamos y contamos lo que hicimos. Y esa fase previa al viaje es clave, nos puede mejorar mucho el ánimo pensar lo que se viene.
Un estudio que se hizo con encuestas a cientos de personas, algunas a punto de tomarse vacaciones y otras no, registró que efectivamente unas semanas antes, había un pico de felicidad que podía estar explicado por la anticipación de lo que se venía. Uno está pensando qué vas a hacer, lo qué vas a comer, cuánto lo vas a disfrutar y todo lo lindo que se viene.
No todo es perfecto. En otro estudio, en el que le pedían a los participantes que completaran una encuesta todos los días previos y posteriores a unas vacaciones, encontraron que en la semana antes de viajar aumentaba el estrés por la necesidad de cerrar cuestiones pendientes en el trabajo. Y más en el caso de las mujeres, donde además se sumaba una mayor carga de tareas del hogar antes de la partida.
Dado el estrés previo que pueden generar, parecería que es mejor que sean largas y amortizar ese proceso. Pero para el disfrute de las vacaciones en sí, no pareciera que la duración sea clave. Uno de los factores que un grupo de investigadores identificó como central para la experiencia es la novedad. En este caso, a través de un cuestionario, las personas registraban cada día de sus vacaciones, sus emociones, cuán nuevo era lo que habían experimentado y cuán diferente era a su vida cotidiana, entre otras cosas. Lo que encontraron fue que la novedad de lo que experimentamos tenía un peso significativo en las emociones positivas. Por eso, lo más importante es tener experiencias diferentes a las de nuestra vida cotidiana. Y, en general, la novedad de las vacaciones también se va gastando a medida que pasan los días, así que si no hay muchos días, unas vacaciones cortas para cambiar la rutina pueden valer mucho.
Sí es importante llegar a desconectar y entrar en el modo vacaciones. En un seguimiento que hicieron de un grupo de turistas, encontraron que en la primera fase de las vacaciones nuestros niveles de felicidad tienden a estar un poco más bajos y luego van subiendo. Así que puede ser que algo demasiado corto tenga menos efecto.
Y una vez pasadas las vacaciones, vale ser el insoportable que cuenta todo mil veces. Y si no querés ser ese, mirá las fotos, mandalas a imprimir, o lo que sea que ayude a recordar lo que viviste. Porque pasan rápido. De hecho, el efecto de las vacaciones, esa sensación que podés tener cuando funcionan bien, de estar descansado y feliz, dura muy poco, alrededor de una semana después de que volvemos, la mayoría de las mejoras en nuestro ánimo desaparecen.
Por eso, todo lo que podamos hacer para recordarlas, para extender la experiencia, ayuda. Además, porque tenemos una tendencia a recordar todo un poco mejor de lo que fue. Nos olvidamos del martirio de estar subiendo ese cerro al sol durante tres horas y nos acordamos de lo linda que era la vista. Pasamos por alto el quilombo organizativo que era salir todas las mañanas y nos acordamos de lo buena que estaba la comida. Cuando miramos en retrospectiva, nos contamos una mejor versión de lo que fueron las vacaciones y hasta las cosas malas se vuelven anécdotas graciosas. Así que extender las vacaciones con recuerdos, historias, fotos y todo lo que podamos puede ayudar a que las sigamos disfrutando un poco más.
OS