Bernardo de Irigoyen es la ciudad más oriental de la República Argentina. Su ubicación geográfica le otorga una particularidad: su frontera seca con Brasil es tan sólo una calle, sin alambrados, sin un río que divide el territorio. Unos pocos pasos separan un país del otro. La localidad misionera limita con dos ciudades: Dionisio Cerqueira del Estado de Santa Catarina y Barracão del Estado de Paraná.
Pero más allá del límite internacional fronterizo, las autoridades locales admiten que las tres ciudades -que están asentadas sobre la trama de drenaje del río Pepirí Guazú, afluente del río Uruguay-, coexisten como una única sociedad. “Tres ciudades que forman un conglomerado urbano único, en el que las divisiones son sólo geográficas y políticas. El flujo de cruce de vecinos es constante y es común que quienes viven en una de estas tres ciudades trabajen en otra, compren en un negocio de cercanía extranjero o tengan que ir al país vecino para asistir a la escuela”, explican desde la Dirección Nacional de Migraciones.
Recorrer las calles de esa ciudad, en este extremo norte del país, devuelve la imagen de otra Argentina, una en la que el portuñol se impone como lengua predominante. Esa fusión de español y portugués da cuenta de la vida en comunidad que hay. Basta con recorrer los negocios de ambos lados de la frontera, para escuchar lo que comparten las emisoras radiales, los programas de televisión. Es difícil distinguir en qué país se está.
La frontera pareciera percibirse sólo en los mapas o cuando se juega un evento deportivo entre equipos de los dos países, pero en la vida diaria se reconocen los propios vecinos como parte de una misma urbe. “Si bien cada una de las tres ciudades mantiene su independencia administrativa y su organización geográfica, interactúan y han crecido casi hasta unirse, por lo que en el devenir diario resulta difícil determinar los límites territoriales. Bernardo de Irigoyen es la localidad con menos densidad poblacional de las tres, tiene 13.250 habitantes, mientras que Dionisio Cerqueira tiene 14.811 habitantes y Barracão 15.399”, indicaron desde el organismo oficial migratorio.
A pocos metros del paso internacional, los tres municipios inauguraron el Parque Turístico Ambiental de Integración, un espacio verde que comparten Bernardo de Irigoyen, Dionisio Cerqueira y Barracao. Es una muestra explícita de lo simbólica que se vuelve la frontera al noreste de Misiones. Los vecinos cruzan por los puentes de madera que separan un país del otro sin realizar ningún trámite migratorio. El recorrido es constante y nadie se cuestiona nada.
Sin embargo, esta cercanía también es propicia para el delito. El contrabando impera en esta frontera seca. “El delito funciona, por lo menos en esta zona, como organizaciones, como si fueran empresas, para que la gente comprenda la naturaleza del fenómeno, si una empresa le conviene fabricar fideos fabrica fideos, el día de mañana esa empresa le conviene fabricar capeletinis y va a diversificar y seguirá fabricando los dos productos; con la delincuencia pasa un poco lo mismo en algún momento fue un gran negocio el contrabando de tabaco, entonces se veía intensificado el ingreso de productos de una tabacalera de Paraguay, que básicamente no tenía mucho destino más que zonal aquí en Misiones y después el gran mercado era Brasil”, plantea el juez federal Miguel Ángel Guerrero.
Cuando se hace un foco particular en Bernardo de Irigoyen quedan lejanas las imágenes del contrabando de cubiertas. El negocio en este punto geográfico es otro: los vinos finos. Argentina, productora por excelencia de buenos vinos, encontró un gran mercado en Brasil pero el mercado transita por una vía paralela e ilegal. “Nos preocupa la gente que está manejando el negocio del lado brasileño. El personal de la Policía Federal de Brasil, inclusive de la Policía Rodoviaria y colegas que están en el tema están investigando, tienen secuestros por casi 290 millones de reales. No me cierra el número con la producción que tienen nuestras bodegas, habría que investigar un poco porque al público de Brasil no le gusta cualquier vino, inclusive por ahí los vinos que están mejor reputados en Argentina no son los que en este momento tienen mejor mercado allá, sino que son vinos más tradicionales con un nombre ya constituido de mercado. Y eso es lo que genera algunas dudas respecto a lo que ellos han secuestrado y su origen”, explica el juez Guerrero.
En esta ciudad no se observa la marginalidad que caracteriza a otros puntos geográficos de la frontera norte. Con una población de 35 mil habitantes tiene, según las estadísticas locales, la mayor cantidad de vinerías por metros cuadrados del país.
Las autoridades locales definen a este punto geográfico como una zona tripartita. La historia muestra que, originalmente, las tres ciudades constituían una sola localidad. Hace más de 100 años no existía la ruta 14, la 12, la 17 y eso contribuyó a que las líneas divisorias se volvieran más difusas. El territorio para los vecinos era uno solo. Esa idiosincrasia dejó su legado: hay vecinos que tienen generaciones dentro de su árbol genealógico, que son de un lado y del otro de la frontera. Es una zona muy particular y una frontera casi única, seca, urbana, que unifica más de lo que divide.
Desde Eldorado hay que tomar la ruta provincial 7 y tomar en dirección hacia el este, para después de dos horas llegar a Bernardo de Irigoyen. Durante el trayecto la radio siempre compañera de viajes, capta otra emisora y la samba brasileña y el mensaje en portugués nos indica la cercanía con el país vecino. Continuamos por ese camino hasta ingresar a la ciudad misionera. El primer impacto es visual: la prolijidad del lugar, los espacios verdes prevalecientes, las calles amplias y pocas edificaciones en altura. El segundo impacto es auditivo, estamos en una localidad argentina, pero todos hablan en portuñol.
“Es un buen clima entre nosotros acá en la frontera. Somos vecinos, nos damos muy bien. La mayoría hablamos el portuñol y convivimos bien. Vivimos con una constante integración entre los dos países, se hacen muchas reuniones, se hacen muchos eventos. Se juntan los países para hacer eventos juntos, algo muy importante”, cuenta Marcos parado en la puerta de su negocio de bebidas alcohólicas. Su remera tiene una bandera argentina en el brazo derecho y en el izquierdo, una brasilera. Las señala, las muestra y con un tono de voz alegre, quizás propio del lugar, añade: “Somos como un gran barrio, un pueblo y entre ambos no hay lo que decir, lo que hacer porque un paso estamos allá, ellos también con un paso están acá. Estamos acostumbrados a toda una vida viviendo así. Es difícil para alguien que viene acá, mira y se sorprenden”.
Lo que los brasileños le compran, grandes cantidades de vinos principalmente, no pasa por el paso internacional fronterizo. “La gente cruza nomás la calle y ya está en Brasil y casi nadie usa el cruce migratorio”, cuenta Marcos siempre con una sonrisa en su rostro, orgulloso de la vida en comunidad que tienen con las dos localidades del país vecino. Le pone una cuota de humor a su comentario: “Los vecinos aprendieron a tomar vinos, llevan champagne, Campari, cerveza. Ellos aman nuestra cerveza, de hecho, la Quilmes es la primera en Brasil, la llevan mucho”.
La desfavorable situación financiera de Argentina terminó beneficiando a los comerciantes de Bernardo de Irigoyen. “Nosotros dependemos de ellos y ellos de nosotros igual, vivimos como una gran ciudad sin pensar en la frontera porque nos separa sólo una calle, y la cruzamos los argentinos para ir al dentista allá, ellos vienen a comprar acá, vienen sus hijos a las escuelas de acá también”, explica Lucrecia, dueña de un local de vinos de grandes dimensiones, a pasos del Parque de la Integración.
Esta frontera urbana construye otra idiosincrasia. Los vecinos se sonríen inmediatamente cuando se les pregunta por el Paso Migratorio. Los comerciantes que exponen las cajas de diversas bodegas de vinos en las veredas, con mesas también al aire libre para degustar en algunos casos, miran desde sus locales el paso fronterizo y sólo ven algo que denominan “simbólico”. El intendente de la ciudad, Guillermo Fernández, expone la particularidad del lugar al señalar que es “una línea, un cordón que separa a dos países y tratamos siempre de trabajar en conjunto. En estos años se ha formado el CIF, que es el Consorcio Intermunicipal de Frontera, donde integran tres intendentes brasileños, tres prefeitos y el intendente de Bernardo de Irigoyen. Tratamos siempre de trabajar en conjunto lo que es la seguridad en toda la zona, el tema de la educación, la cultura. Siempre estamos ayudándonos uno al otro para que a la región le vaya bien”. El concepto de integración determina la gestión diaria.
El Día de la Tradición las tres ciudades la festejan de forma conjunta, en ese gran espacio verde que cuenta, además, con un lago artificial y con un anfiteatro. “Es una frontera muy especial porque no tenemos ni un río que nos separa, éste es el punto más oriental del país, donde comienza la patria. Estamos en la otra punta de Buenos Aires, y lo mismo Dionisio Cerqueira, que está en la otra punta de Brasil. Sabemos que por ahí nuestras realidades son otras, porque estamos bastante alejados, pero somos un punto clave del comercio para el Mercosur y acá el Estado nacional debe invertir más”, explica el intendente.
La postal de Bernardo de Irigoyen es ese gran parque ambiental que supera lo que cartográficamente viene a representar el límite que divide un país del otro. siempre de ambos lados de una frontera tan permeable están las organizaciones criminales.
El Jefe de Escuadrón de Gendarmería de Bernardo de Irigoyen, comandante principal Luis Martínez, conocedor del terreno y de esa frontera seca, considera que en esta zona lo que prevalece, es un “intercambio de mercadería, de consumo, de bienes que lo da justamente la característica geográfica que tiene. Históricamente esta es más una zona de contrabando porque en Argentina no tenemos áreas de cultivo, las áreas de cultivo las tenemos en Paraguay. Paraguay tiene frontera directa con Brasil y el mercado brasilero es muy grande, muchísimo más grande. Hay localidades y ciudades enormes enfrente”.
El tipo de frontera se vuelve un desafío para las autoridades porque no hay ningún elemento geográfico que sirva de línea divisoria, “una cosa es una frontera seca sin límite donde no hay núcleos poblacionales. Entonces, si no hubiera poblaciones aledañas observo quién se acerca a la frontera. Lo puedo ver y es más difícil para la persona, pero si usted tiene una casa y gente que vive, que sale, que está tomando mate en la vereda, y del otro lado tiene gente que está tomando mate en la vereda, es un barrio. No solamente eso sino que muchas veces pasa que el que está viviendo de este lado está, está de este lado pero todos sus familiares están del otro lado, o trabaja de este lado y vive del otro lado”, describe el jefe de Gendarmería.
Esa vida en comunidad también es una terreno que facilita que ante las asimetrías económicas, se vuelva más complejo el control del intercambio de productos que se da por circuitos ilegales. “Hay en la ciudad supermercados, vinerías y hay gente que viene y hace lo que tiene que hacer, como corresponde. Entonces, tiene un flujo de gente que va y viene, que va a hacer sus cuestiones, que es la actividad normal. Pero después están quienes no hacen lo correcto, indicó el principal Martínez ”. Ahí se mezcla lo lícito con lo ilícito. Una diferencia que se torna tan difusa como el límite fronterizo.
La escuela 604 de la ciudad argentina es un claro exponente de la vida signada por este tipo de frontera urbana. Desde 2005 se convirtió en el primer establecimiento educativo de modalidad intercultural bilingüe. Está a pocos pasos de la calle que separa ambos países. Ese edificio centenario, de muebles antiguos y una gran vegetación en sus alrededores, supera cualquier límite que se establezca como división entre Argentina y Brasil.
Marizul Dzikoski, quien no sólo estudió allí sino que ejerce hace algunos años como vicedirectora, realiza un recorrido por el lugar. Las aulas tienen carteles en portugués y español, son espacios con pisos de madera que dan cuenta de la historia de la infraestructura. Es sábado y la escuela está más silenciosa que nunca. Así, vacía, parece un edificio más pero los mensajes en sus pizarrones, los afiches colgados en las paredes del patio abierto, le devuelven vida y su sello distintivo: es un lugar sin frontera, que une a dos países.
La ciudad reduce el ritmo que imponen los brasileños con los carros que cruzan la calle cargados de cajas de vinos, cervezas y otras bebidas alcohólicas.
“Acá lo tomamos como algo natural, porque alguno de los chicos que vienen su lengua materna o su primera lengua es el portugués, como también chicos de aquí de la Argentina estudian en Brasil. Nosotros estamos con un programa y formamos parte de la primera escuela bilingüe de la provincia de misiones, trabajamos con una escuela del vecino país, donde la lengua es enseñada por nativos. Entonces, maestros de aquí de la escuela se trasladaban a Brasil y ellos enseñaban el idioma en español. esto viene a oficializar un poco lo que vivimos cotidianamente, que no hay frontera”, cuentala vicedirectora del colegio.
Marizul tiene un tono de voz apacible, pausada en el diálogo que mantenemos mientras muestra con orgullo cada rincón del edificio. Es docente y se refleja en lo didáctica y precisa que es a la hora de brindar explicaciones sobre su labor diaria, con esa facilidad con las palabras: “Nosotros tenemos frontera seca, entonces es cotidiano el cruzamos al otro lado y también las personas de Brasil vengan acá a comprar. Más allá de la parte de la educación también es de la cultura, nosotros tenemos esto como algo cotidiano, entonces tampoco tenemos problema con el idioma, porque es tan natural. No se toma como una frontera, sino como un límite y que nosotros cruzamos caminando, incluso a veces por más que no se debiera, no cruzamos por la aduana ya solamente cruzamos la calle y estamos del otro lado y lo mismo pasa con los brasileños”.
Florencia Carignano, Directora Nacional de Migraciones, no utiliza la palabra “problema” al analizar esta frontera seca, sino que habla de un “desafío”: Para que la gente “entienda que la naturalidad con la que ellos viven eso, que es algo con lo que vivieron, nacieron, se criaron y forma parte de la esencia de ellos, en algunas cuestiones los perjudica. Culturalmente es una cosa y después el desafío es hacerle entender que más allá de que las fronteras son algo que están, que para ellos es algo antinatural, la tienen que respetar y tienen que hacer el cruce porque después las perjudica con muchos trámites administrativos. Es difícil hacer entender eso a alguien que lo tiene tan naturalizado el hecho de que todo es una sola cosa”.
La ciudad reduce el ritmo que imponen los brasileños con los carros que cruzan la calle cargados de cajas de vinos, cervezas y otras bebidas alcohólicas. Incluso los negocios ofrecen un servicio de “delivery” a pie, es decir, tienen personal que cruzan las compras realizadas por la excesiva cantidad de mercadería que se vendió. Es un ir y venir de carritos por el Parque de la Integración, todo a pocos metros del Paso Internacional fronterizo.
Cuando atardece en la ciudad más oriental del país el sonido de las ruedas de esos carros disminuye. Sólo quedan los vecinos paseando por ese gran espacio verde que es el parque que inauguraron las tres localidades que trascienden los límites que vemos en los mapas. A simple vista es imposible distinguir quién está de visita, quién es local. Todos son parte de un mismo suelo.
Este texto pertenece al capítulo “Del contrabando de cubiertas al contrabando ”malbec“: el caso de
Bernardo de Irigoyen“. El libro Fronteras, de Lucía Salinas, es digital y se puede descargar en este link.