En toda democracia pluripartidista competitiva, no hay candidatura a la que se pueda de antemano vedar la posibilidad de victoria. La probabilidad es ya otra cuestión, pero aun los resultados más improbables no son imposibles. El encadenamiento electoral guatemalteco, ecuatoriano y argentino, y las similaridades rotundas, constatables, flagrantes, entre las nuevas candidaturas de derecha que han probado una hasta entonces negada alta capacidad de victoria y de liderazgo, invitan a no desaprovechar lecciones que los intérpretes trasnacionales de estas circunstancias novedosas, alarmantes o inquietantes o regocijantes, nos enseñan como parejamente redondas, verificables, lúcidas, nítidas: evidentes.
Generalmente, el entusiasmo generalizador geopolítico regional, y aun occidental, daña más de lo que auxilia, aporta más fuego que luces. No es lo mismo buscar y encontrar qué parecidos hay entre correísmo y kirchnerismo, qué responder a quién se parecen Javier Milei, cuya fuerza La Libertad Avanza fue la más votada en las PASO argentinas, y Daniel Noboa, el liberal que en el balotaje ecuatoriano del 15 de octubre rivalizará con la correísta Luisa González. A veces, además, los parecidos son asimétricos –Noboa puede ser un Milei ecuatoriano, pero la fórmula inversa luce inaplicable.
El punto impropio
Si en la segunda vuelta ecuatoriana del 15 de octubre triunfa la neo correísta Luisa González (según desea este irrelevante panoramista), ese triunfo será un aliento (de difícil medición en su relevancia electoral) para el post kirchnerista Sergio Massa en la primera vuelta de las presidenciales argentinas del 22 de octubre. A principios del siglo XXI, correísmo y kirchnerismo fueron especialmente asociados en las generalizaciones sobre la ‘ola rosa’ sudamericana. Acaso con ningún otro presidente regional haya sido tanta, tan constante y tan libre de altibajos la afinidad visible de Néstor y de Cristina Kirchner como Rafael Correa.
El bolivariano Hugo Chávez se colocaba siempre en una posición de precedencia que, en términos cronológicos, era cierta. Las oposiciones se apresuraron a marcar las semejanzas, que denunciaban, entre kirchnerismo y correísmo: la creación, o ahondamiento, de la grieta, el populismo divisivo, el control de los medios (o la busca de someter a la prensa libre). Esta caracterización ha pérdido rentabilidad, y ha dejado de ser motivo de debate su justeza o desajuste.
Sin entrar en grandes detalles
El correísmo 2023 y el kirchnerismo 2023, y desde luego González y Massa, se parecen poco. Si hay coincidencia sólida entre una y otro, y también entre ecuatoriana y argentino con el presidente electo guatemalteco, el primero de centroizquierda de su país, Bernardo Arévalo, es en aquello que Milei repudia como ‘keynesianismo’. En la importancia del gasto del Estado (y de que el Estado gaste más y sobre todo mejor) como motor del progreso y crecimiento económico políticamente aspirado, aquel que generará progreso y paz sociales.
También coinciden en que el clamor ciudadano por mayor seguridad se han de enfrentar con amplios pero sostenidos programas preventivos, y en que más severidad en las penas, más cárceles, menos excarcelaciones, mayor discrecionalidad y libertad de acción restituidas a la policía, entronamiento de rutinas judiciales de in dubio pro custode (es decir, ante la duda, no fue gatillo fácil, fue uso legítimo de la fuerza por la autoridad) no son siquiera alivios temporarios, sino políticas integrantes del redimensionamiento del problema, ajenas a toda vía de solución.
El archivo de Massa como garantista no es monolítico, pero esto importa ahora sólo, acaso, a su biografía. La brecha que lo distancia de González, en esta cuestión, es histórica pero nacional, impersonal. Cuando Alberto Fernández hacía campaña para suceder a Mauricio Macri, la vuelta al pasado era sintetizada en la vuelta al asado. Con el kirchnerismo volvería la bonanza esfumada con el endeudamiento con el FMI.
Cuán verde era mi paz dolarizada
En la campaña de González no falta la evocación de la prosperidad pretérita. Entre 2019 y 2022, el PBI per cápita de Ecuador se redujo un 5 por ciento. El Ecuador correísta no expulsaba casi 1 millón y medio de migrantes como en 2022, ni 800 mil como en un semestre de 2023. Pero esa migración reconoce como primera causa la inseguridad, creciente desde la pandemia, y es la evocación del orden que iba junto al progreso, la que más fuerza evocadora tiene. En la década ganada del correísmo, Ecuador era el segundo país más seguro de América; hoy es el cuarto de mayor tasa de homicidios, superado por México, pero superando ya a Colombia. En 2022, la tasa de homicidios fue de 26 / 100 mil habitantes: el doble que la de 2021, ¿la mitad que la de 2023? El pasado con sola 'sensación de inseguridad' no es un recuerdo redituable para Massa.
Si en Guatemala y en Ecuador ha habido un recambio generacional que ha favorecido a la izquierda, Massa es un candidato donde su relativa juventud no se ve acompañada por aura ninguna de novedad en torno a su figura. En esto, coincide más con el rival de la correísta González en la segunda vuelta del 15 de octubre ecuatoriana. Porque Noboa, el candidato de las redes y de la juventud, es un empresario salido del corazón de la casta política, hijo del magnate bananero Álvaro Noboa, seis veces candidato presidencial, seis veces vencido. Massa tiene por detrás cinco candidaturas kirchneristas a la presidencia, pero cuatro de ellas fueron vencedoras.
El Estado que sobra aun ahí donde más falta
Milei, o Noboa, extraen su propia moraleja de las crisis, que en el Ecuador es ante todo de seguridad: no es que falte Estado: sobra. El Estado nacional es incapaz de solventar la crisis, aun en un país dolarizado desde 2000 como Ecuador. Debe a la vez quitar cerrojos al mercado y privatizar la seguridad (y aun internacionalizarla, según Noboa, como respuesta a un crimen organizado y un narcotráfico que ya ha dado ese paso en un país donde operan, no en armonía, narcos mexicanos y mafias balcánicas, con destaque de la albanesa).
La panoplia de medidas de contención y prevención para la seguridad que plantea la candidata correísta tienen el defecto (o más bien, la desventaja electoral práctica inmediata) de resonar como de eficacia distante, de al menos mediano plazo. La grieta correísmo –anticorreísmo pasa ahora por la perentoriedad y violencia (legítima, legitimante, justificable, perdonable, o preferible) que cada candidatura está dispuesta a hacer valer de inmediato. Por detrás de los rivales del balotaje ecuatoriano, siguen en votos dos candidaturas. Una tradicional, la de asesinado candidato Florencio Villavicencio, ex sindicalista petrolero devenido periodista anticorreísta, abatido por sicarios diez días antes de la votación, y cuya imagen post mortem figuró sin embargo en las boletas electorales de Construye del 20 de agosto (aparentemente, como el Cid Campeador, ganó después de muerto). La otra, novedosa, más exótica en sus modos y gestos, a pesar de representar a un partido preexistente, el Social Cristiano. Si Milei es ex arquero de Chacarita, Jan Topic es un ex mercenario de la Legión Extranjera francesa. Curiosamente, o no, estas dos otras formaciones relegadas al tercer y cuarto lugar, dirigían sus miradas al modelo del otro país dolarizado de Latinoamérica, El Salvador. En el caso de Topic, su admiración es clamorosa por la política de megaencarcelamiento en megaprisiones de Nayib Bukele, el empresario y político de familia palestina, y outsider de la alternancia en el poder nacional entre ex guerrilleros y ex represores, que en 2019 llegó a la presidencia salvadoreña.
Las cábalas de las elecciones de tercios
Junto a la promoción de Noboa en primera vuelta, hubo otra gran sorpresa electoral en Ecuador. Las sorpresas que dan los grandes perdedores quedan rápidamente fuera del foco de la atención, que se concentra en la lid de los ganadores, aunque pueden ser determinantes para esa victoria. En las anteriores elecciones de 2021, el movimiento indígena Pachakutik, con el 19% de los votos, igualó prácticamente al actual presidente. Guillermo Lasso sólo después de una agria disputa ante la Justicia Electoral y recuentos voto a voto, logró ser reconocido en su segundo puesto, desplazar al candidato indígena Yaku Pérez y pasar a segunda vuelta. A pesar de que el 20 de agosto el anti extractivismo, bandera de Pachakutik, venció en dos plebiscitos que se votaban junto con las elecciones generales, Yaku Pérez obtuvo sólo el 4% de los votos. La tercera fuerza de 2021, de liderazgo pero no bases virulentamente anticorreísta, se derrumbó y desperdigó.
Los votos de Pachakutik, sin embargo, no se drenaron, sin embargo, hacia la otra fuerza de izquierda, precisamente Revolución Ciudadana, que apenas creció 1% respecto al resultado obtenido en 2021, cuando el actual candidato a vice, Andrés Arauz, era candidato a presidente. Aquí sí como el kirchnerismo histórico, el correísmo histórico ratificó la fidelidad de un tercio del electorado: exactamente, el 33% de los votos, contra un 24% de Daniel Noboa, que a la vez fue el candidato más votado en 6 de las 24 provincias de Ecuador. Y aquí hay que mencionar una diferencia mayor con la Argentina: la alta participación. El 81% del padrón ecuatoriano votó en la primera vuelta presidencial del 20 de agosto; una semana antes, el día de las PASO argentinas, 10 millones de votantes se quedaron en su casa.
Bonsái, revancha y bueno
La elección de 2023 luce como un bonsái, hobby del ex presidente argentino que sucedió a Menem, de la de 2021. Como Fernando de la Rúa, Lasso acortó su período presidencial, aunque lo hizo accionando un dispositivo llamado ‘muerte cruzada’, creado por la Constitución correísta de 2008, por el cual renunció al cargo y disolvió el Congreso unicameral. Por lo tanto, el nuevo Ejecutivo completará el mandato de Lasso, y en 2025 se celebrarán nuevas elecciones. Y nuevamente, como en 2021, el correísmo, fuerza política más votada en primera vuelta, vuelve a enfrentar, en segunda, a un empresario millonario de la costa.
Es improbable que la economista Luisa González, de 45 años, le gane al empresario Daniel Noboa, de 35, pero no es imposible. Sería la segunda vez que el correísmo venza a un Noboa. La primera vez que Rafael Correa ganó la presidencia fue en el balotaje del 26 de noviembre de 2006. Derrotó a Álvaro Noboa, el padre de Daniel. Pero Noboa Sr había sido el ganador de la primera vuelta. El 15 de octubre.
AGB