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Cuartetos

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En el segundo lado del disco –eso que hoy se llama vinilo– estaban las canciones que no formaban parte de la película. Y una de ellas, aunque muy pocos podían darse cuenta en junio de 1965, cuando el álbum vio la luz, significó una revolución en el campo de la canción pop. El grupo que lo había grabado había empezado su carrera profesional un par de años atrás haciendo un repertorio de Rythm & Blues, proveniente en su mayoría de grupos vocales femeninos afronorteamericanos.

Tenía como nombre un juego de palabras entre la denominación vulgar de los coleópteros en inglés y el término Beat, que denominaba el golpe fuerte del compás y, también, un cierto estilo, el merseybeat o beat del río Mersey que había surgido en los alrededores de Liverpool: The Beatles. La canción ocupaba el penúltimo lugar del disco, después de “I’ve Just Seen a Face” y antes de uno de los dos temas que no había sido compuesto por integrantes del grupo, “Dizzy Miss Lizzy”, un rock’n roll grabado por su autor Larry Williams en 1958 –el otro era el que abría el lado B, “Act Naturally”, de Johnny Russell, uno de los éxitos de 1963 en la grabación de Buck Owens and the Buckaroos.

The Beatles era un cuarteto, pero en esa penúltima canción su lugar era tomado por otro cuarteto, precisamente por eso que constituye la célula básica de la música de tradición académica, la versión más reducida de la orquesta. Apenas cuatro voces, encarnadas por dos sopranos –los violines–, una contralto –la viola– y un tenor que hace el papel de bajo –el violoncello­–: el cuarteto de cuerdas. En “Yesterday”, la canción pop más exitosa que pudiera imaginarse (registra más de 2000 versiones en manos de otros intérpretes), el grupo pop estaba ausente. Sólo la voz y la guitarra de Paul McCartney, su autor –aunque su firma, como la de todas las canciones de uno u otro incluyera también el nombre de John Lennon–, junto con un cuarteto de cuerdas conformado por Tony Gilbert y Sidney Sax en primer y segundo violines, Kenneth Essex en viola y Peter Halling en violoncello.

La idea –y la escritura del arreglo– había sido de George Martin y se repitió un año después, ampliada, en “Eleanor Rigby”. De The Beatles solo estaban las voces y el grupo instrumental, en lugar de las dos guitarras, el bajo y la batería, era el Gabrielli Quartet, convertido en octeto mediante la sobregrabación, en una obra maestra de la escritura para cuerdas inspirada, según Martin, en la música de Bernard Herrmann para la película Psicho, de Alfred Hitchcock.

No era la primera vez que el cuarteto de cuerdas hacía su aparición en el pop. Frank Sinatra había grabado en 1956 un disco llamado Close To You, con arreglos de Nelson Riddle, donde, en lugar de una orquesta era el Hollywood Quartet, fundado por el violinista Felix Slatkin y su mujer, la cellista Eleanor Aller –los padres del director Leonard Slatkin–, el que se sumaba a cuatro vientos (Harry Edison en trompeta, Vincent DeRosa en corno, Mahlon Clark en clarinete y Harry Klee o James Williamson en flauta), la arpista Kathryn Julye y el pianista Bill Miler, que también tocaba celesta en algunas de las piezas.

En el tango, por otra parte, en el fantástico Los Astros del Tango, el supergrupo creado por el arreglador Argentino Galván en 1958, se completaba el cuarteto de cuerdas con una viola y un cello y lo mismo haría Astor Piazzolla con su Conjunto 9 entre 1971 y 1972, agregando a su usual quinteto, además de una batería, el segundo violín de Hugo Baralis, la viola de Néstor Panik y el cello de José Bragato. Lejos del último lugar en importancia, Chick Corea utiliza con imaginación un cuarteto de cuerdas en algunos de los temas de The Leprechaun, grabado en 1975 y publicado el año siguiente. Otro uso notable del cuarteto de cuerdas en el jazz es el del pianista y compositor Roger Kellaway, junto con el genial clarinetista Eddie Daniels, en un disco extraordinario llamado Memos from Paradise que, lamentablemente, no aparece en ninguna de las plataformas virtuales aunque sí puede bajarse de algún Torrent.

Hubo, ya en las últimas décadas del siglo pasado, algunos casos de cuartetos de cuerdas dedicados exclusivamente a músicas de tradición popular y tal vez el más importante haya sido el Turtle Island Quartet, que alternaba arreglos de temas clásicos del jazz con obras propias de los integrantes del grupo e improvisaciones colectivas.

El pionero, no obstante, es el Kronos Quartet, que ya en su primer disco de estudio, In Formation, grabado en 1979 y publicado tres años después, incluía una serie de composiciones nuevas, dedicados a ellos y muchas de ellas con referencias explícitas a estilos y géneros populares. El disco siguiente, editado en 1985, era aún más claro en su elección estética, Monk Suite: Kronos Quartet Plays Music of Thelonious Monk con la participación como invitados del contrabajista Ron Carter en “Off Minor/Epistrophy” y de Chuck Israels en contrabajo y Eddie Marshall y batería en “Black and Tan Fantasy”, el clásico de Duke Ellington. Y el año siguiente, luego de un álbum con una obra de Terry Riley, uno de los iniciadores de la escuela repetitiva, publicaron Music of Bill Evans, también con invitados, esta vez el guitarrista Jim Hall y el contrabajista Eddie Gomez –ambos habían tocado con Evans–.

En el disco siguiente, en donde tocaban piezas del australiano Peter Sculthorpe, del finlandés Aulis Salinen y de los estadounidenses Philip Glass y Conlon Nancarrow, incluyeron un arreglo de “Purple Haze” de Jimi Hendrix, en Winter Was Hard, de 1988, aparecía Four for Tango, una de las mejores obras clásicas de Piazzolla y, con el bandonenista como quinto elemento registraron Five Tango Sensassions en 1991 (fue la última grabación en estudio de Astor).

En la línea del Kronos –de hecho participaron hace pocos meses en el Kronos Festival realizado durante el SFJAZZ– una de las revelaciones recientes es el Aizuri Quartet que, además de varios premios y distinciones en el ámbito de la música académica, abrió los conciertos del grupo Wilco, en un ciclo de cinco presentaciones en el New York’s United Palace Theatre, tocando algunas de las obras de compositoras y compositores actuales que habían formado parte de su notable primer disco, Blueprinting. Integrado por Emma Frucht y Miho Saegusa en violines, Brian Hong en viola y Caleb van der Swaagh en violoncello, el Aizuri toma su nombre de de “aizuri-e”, un estilo japonés de impresión en madera, predominantemente azul y caracterizado por su detalle. En el estilo de las obras de aquel disco prevalecía, como en el del propio cuarteto, el ecelcticismo: un ruidismo y un impulso rítmico cercano al rock más experimental en Gabriella Smith, el posmodernismo de Caroline Shaw, el neorromanticismo de Paul Wiancko.

Earthdrawn Skies, saludado por la crítica extranjera como uno de los mejores discos del año pasado también recorre un vasto abanico estético aunque, en este caso, anclado en un clásico, el Cuarteto “Voces Íntimas” que Jan Sibelius compuso en 1909 en una interpretación que jerarquiza el aspecto conversacional de la obra –su comienzo es literalmente un diálogo entre el primer violín y el cello– al que preceden un arreglo de una pieza de la Abadesa Hildegard de Bingen, que vivió en el Siglo XII, el Cuarteto Nº 1 de Eleanor Alberga, una autora inglesa nacida en Jamaica en 1949 –un verdadero descubrimiento– y transcripciones de varias piezas del enigmático Komitas, uno de los héroes de la música armenia. Soghomon Gevorgi Soghomonian, ordenado como sacerdote con el nombre de Komitas (Komitas Vardapet, lo llaman en Armenia, considerando su condición eclesiástica parte del nombre), fue, además del autor de infinidad de piezas para coro (él era también cantante y director) y para piano y piano y violín, un precursor de la etnomusicología, recopilando más de 3000 canciones y danzas tradicionales armenias. Había nacido en 1869 en Kûtahya, en ese momento parte del imperio otomano y actualmente en Turquía, y murió en 1935 en París. 20 años antes lo habían arrestado y subido a un tren rumbo a Cankin, deportado junto con otras 180 personalidades armenias de las artes y las ciencias. Era el comienzo del genocidio armenio, a manos de los otomanos modernistas conocidos como los Jóvenes Turcos. Y él se volvió loco. Fue internado en el Hospital Militar en 1916 y en 1919 lo trasladaron a París. Ya había estado en esa ciudad en momentos más gratos. En 1906, después de un concierto y una conferencia, alguien del público se había acercado a él, se había puesto de rodillas y le había besado su mano. “Me inclino ante su genio, Reverendo Padre”, le había dicho Claude Debussy.

Diego Fischerman es autor del blog El sonido de los sueños: https://xn--sonidodesueos-skb.com/