Eros yo quiero guiarte, Padre ciego,... / Pido a tus manos todopoderosas, / Su cuerpo excelso derramado en fuego / Sobre mi cuerpo desmayado en rosas!
Decido darle un espacio en la columna a la sexualidad y de inmediato pienso en los inspiradores poemas de Delmira Agustini, la uruguaya que modificó para siempre la lírica al abrirle la ventana al erotismo en la escritura de nuestro idioma. Por eso, como un regalo para les lectores, tramo hoy las palabras de la sexóloga Carolina Meloni con algunos fragmentos de la poeta que vivió apenas veintiocho años, fue la primera mujer en obtener el divorcio en su país y murió víctima de femicidio. A Delmira le decían nena, para infantilizar su figura de mujer encendida que construyó su obra desde el deseo y el placer por las palabras.
Lejos de las generalizaciones que definen rápido y mal aquello que requiere de una mirada particular de la subjetividad, la psicóloga Meloni asegura que “hay una sexualidad para cada persona”. Me habla sobre erotismo desde la conciencia del “privilegio delgado” que habita, aunque también desde una experiencia clínica y el intercambio con activistas gordes, “en mi vínculo personal y con la lectura de su militancia”. Desde su mirada profesional, aclara que “nada de lo que expreso pretende pasar por encima de la vivencia de quienes sí atraviesan las violencias gordoodiantes”.
Para ciertos cuerpos, la forma de vincularse sexualmente tiene sus singularidades, no por la identidad en sí, sino por las violencias que el mundo ‘normal’ ejerce sobre esas ellos. Lo deseado, lo deseable, las performances esperadas, las formas en que algunas prácticas ‘deben’ ser realizadas, las formas y los tamaños que algunos cuerpos ‘deben’ tener para ‘merecer’ ser tocados por otros cuerpos y no ser sólo fetichizados, son sólo algunos aspectos que considera Meloni, desde una perspectiva de derechos. “Sabemos que lo personal es político, y lo político es todo lo relacionado al ejercicio del poder, una pugna entre fuerzas en conflicto; y que lo social (que rechaza ”lo gordo“) influye en nuestro imaginario erótico, en los recursos del deseo”, explica. “Entonces, claro, existe deseo por los cuerpos gordos, pero sin duda, en un mundo pesocentrista y gordoodiante, debemos construirlo”, como todo marco deseante que se salga de la hegemonía.
Desde los relatos de su experiencia clínica, pero sobre todo en el intercambio en espacios de talleres y activismo hay una constante que suele darse y es “el temor causado por una emoción ansiógena de no gustar. De no gustar a la vista y al tacto, de ser un cuerpo de segunda categoría, de tener que estar siempre a disposición del deseo de le otre, no pudiendo elegir qué, cuándo, cómo, dónde, cuánto… Teniendo que someterse con la gratitud a flor de piel por tener el ‘privilegio’ de ser elegido”.
Soy un pozo de abismo. // Mi cuerpo es una cinta de delicia / Glisa y ondula como una caricia..., leo a Delmira.
Carolina cree que en los últimos años ha logrado visibilizarse la deseabilidad de los cuerpos en sus distintas medidas, “porque se están visibilizando los cuerpos en todas sus formas y tamaños. Eso no exime a nadie a ser receptor de las violencias estructurales, pero creo que es un paso de apertura a una epistemología y erótica diversa para que quienes tienen la posibilidad de tener contacto con estos espacios”.
Cuenta que en la consulta recibe personas con temor al rechazo, al contacto, “a no ser nunca elegide en primer lugar, ser intercambiade por otres, pero sobre todo quedar sometide al deseo de la otra persona, sin poder decir que no”. Las inseguridades son consecuencia del gordoodio internalizado, el terror a aumentar de peso, el cambio de la forma del cuerpo y la demanda aparece en función de evitar que esas transformaciones afecten el modo en que se vinculan sexualmente con su propio cuerpo y con cuerpos ajenos“.
Asume que le genera conflicto disertar en lugares donde siente que puedo pisar vivencias que ella no experimenta (o experimentó), pero asume el riesgo. “Intento no apropiarme de espacios que siempre le ‘pertenecieron’ a las mismas identidades. Intento manejarme con el mayor respeto posible, poniendo el acento en mis privilegios y mi experiencia clínica. En distintos encuentros gordos ”surgen temáticas relacionadas con la deseabilidad, con la construcción de una erótica gorda, y obviamente con las violencias sexuales padecidas. Pero lo que me parece más importante destacar es que las consultas en el espacio de consultorio no tienen relación con la identidad / corporalidad gorda sino con otras cuestiones. Es decir, las personas demandan atención porque el espacio no es pesocentrado, no porque el motivo de consulta se limite a sus identidades“.
Vuelvo a Delmira: ... ¡Ah yo me siento abrir como una rosa! / Ven a beber mis mieles sobre humanas: / ¡Mi alma es la copa del amor pomposa / Que engarzará en tus manos soberanas! /
Meloni cuenta que inició sus estudios en un espacio extremadamente hegemónico. “Eso, sumado a mi participación en espacios de militancia de diversidades me llevó a elegir el camino profesional (y necesariamente político) que tomo hoy. Los niveles de violencia y vulneración de derechos [humanos] que se viven en formaciones y consultorios mainstream me han llevado a decidir trabajar desde una perspectiva antihegemónica y de derechos humanos. Estudié formalmente en la academia, con contenido rígido y poco amigable con todo lo no normativo. Mi formación de valor (académico también, para qué negarlo) fue con mis compañeres de militancia, siempre horizontal, involucrando las emociones, transitando las injusticias, reconociendo mis violencias y buscando capacitarme y actualizarme permanentemente”.
... Así tendida soy una surco ardiente / Donde pueda nutrirse la simiente, / de otra Estirpe sublimemente loca.
Gracias a Delmira por el perfume de sus textos.
LH