¿Por qué hablar de humedales? Por muchas razones. Empecemos por lo primero, ¿qué son? Los humedales son superficies inundadas de forma temporal o permanente que cumplen funciones vitales para nosotros y nuestro país. Aunque cuando nos hablan de ellos solemos pensar en carpinchos, los humedales pueden verse de formas muy variadas. Desde los esteros del Iberá en Corrientes hasta las turberas en Tierra del Fuego –sin olvidarnos de pasar por Nordelta–, en nuestro país el 12% del territorio está ocupado por humedales.
Además de ser el hábitat del 40% de todas las especies de plantas y animales del planeta, los humedales cumplen un montón de funciones que son imperceptibles a nuestros ojos: son reservorios de agua dulce, depuran las aguas, reciclan nutrientes, amortiguan las inundaciones, regulan el ciclo del agua y hasta mitigan el cambio climático.
Sin embargo, a pesar de ser ecosistemas vitales, los humedales están en peligro. Según la Fundación Wetlands International, en los últimos 50 años han desaparecido el 35% de los humedales del planeta. En Argentina, los síntomas del cambio climático, cuyo impacto se ve intensificado por la pérdida de humedales, ya son evidentes: inundaciones, incendios, olas de calor y tormentas cada vez más extremas.
Sin legislación que los resguarde, seguiremos perdiendo nuestros humedales y, con ellos, todos los servicios ecosistémicos que brindan. Hace casi seis años que desde Jóvenes por el Clima acompañamos el proceso de sanción de la Ley de Humedales. Ya son cuatro las veces en las que perdió estado parlamentario: 2013, 2015, 2019 y 2022. La discusión reemerge cada vez que el fuego vuelve a nuestros humedales, como los incendios que afectaron a más de 700.000 hectáreas en el Delta de Paraná, una zona de humedales continentales. Exacerbado por la bajante histórica del Río Paraná y por un período de sequía sin precedentes, este escenario marcó un antes y un después.
¿Por qué insistimos tanto con esta ley? Porque permitiría proteger y recuperar los humedales degradados y, al mismo tiempo, regular actividades humanas que avanzan sobre ellos como la expansión urbana e industrial, la construcción de grandes obras de infraestructura, la minería, el avance de la frontera agropecuaria y forestal y la explotación hídrica. Todas estas amenazas comparten una raíz común: la falta de planificación con perspectiva socioambiental. Planificar y ordenar nuestro territorio son puntos fundamentales para asegurar el uso racional y sostenible de nuestros humedales.
Porque no solo ofrecen oportunidades para la recreación y la educación ambiental, los humedales tienen también un gran valor productivo: son fuente de agua para riego, mejoran la productividad agrícola y ganadera y permiten desarrollar otras actividades como la caza, la pesca, la apicultura y el ecoturismo. Y además tienen un alto valor sociocultural y económico porque son el medio de subsistencia de las comunidades locales.
Hoy, el cambio climático es la mayor amenaza a la que se enfrentan las infancias y juventudes en el mundo. Según el Índice de Riesgo Climático de la Infancia de UNICEF (2020), 1.000 millones de chicas y chicos, casi la mitad de población infantil mundial, están expuestos a un riesgo extremadamente alto de sufrir las consecuencias del cambio climático.
Por suerte, somos muchas las organizaciones que seguimos trayendo este tema sobre la mesa. Hoy, como cada 2 de febrero, Día Mundial de los Humedales, queremos recordar que la Ley de Humedales continúa siendo una deuda pendiente.
CLP