PG: Es día de elecciones y no podemos hacer muchos pronósticos, nadie en realidad está haciendo pronósticos. Entonces, como no podemos hacer pronósticos, refugiémonos en el pasado, tratemos de ver elecciones que de algún modo cambiaron la historia o conmovieron la historia, la sacudieron, implican algo trascendente. ¿Qué te parece? ¿Por dónde empezarías?
RH: Seguramente vamos a concentrar la atención en la era democrática que se inaugura con la Ley Sáenz Peña en 1912, 1916. Y solamente quisiera mencionar que la elección presidencial del 16 me parece muy importante, pero que antes hay una historia de elecciones, que ahora los historiadores conocemos mejor. Porque desde el momento, más o menos 1820, en que esta parte del mundo se definió como una república, tuvo que empezar a pensar de qué manera elegía sus autoridades. Y ahí comenzó una historia larga en la que el voto era distinto, el sistema electoral era distinto, era sobre todo voto voluntario y público. Y eso fue importante, dejó un legado significativo, pero tuvo sus lados oscuros y uno era el hecho de que poca gente votaba, sobre todo en la era liberal, en la era de desarrollo, del crecimiento exportador, cuando la Argentina celebraba su centenario con mucho orgullo, con mucho entusiasmo. Esa era como una especie de nube negra que tapaba un sol muy brillante.
PG: Y que se discutía, el régimen la discutía, no es que no estuviera en cuestión el sistema electoral.
RH: Sí, se discutió mucho eso. En el siglo XIX la idea era que el voto es un derecho y lo ejerce quien quiere y lo hace además público, porque asume un compromiso ciudadano, frente a la comunidad. Si no tengo ideas, no voto, me quedo en mi casa, pero si realmente tengo la convicción de que tales y cuales personas son las mejores, primero me inscribo en el registro, voy el día de la elección y lo manifiesto públicamente. Y eso no funcionó. Creo que (la ley) Sáenz Peña también es una confesión de derrota, de derrota respecto a la naturaleza humana. No somos tan buenos, no somos tan perfectos. Ahora que se habla mucho de que la política es una porquería, no fue la primera vez que se dijeron esas cosas.
PG: Sí, cada tanto se dice, es parte de la política decir que la política es una porquería.
Creo que (la ley) Sáenz Peña también es una confesión de derrota, de derrota respecto a la naturaleza humana. No somos tan buenos, no somos tan perfectos.
RH: La elección del 16 es la más importante de todas y creo que es importante no solo porque significó un cambio de régimen, sino porque fue sorpresivo; el resultado no estaba cantado de antemano.
PG: Cuando Roque negocia la ley Sáenz Peña, la ley que lleva su nombre, nunca pensó que iba a ganar la Unión Cívica Radical. Tengo la teoría de que los impactos de la guerra del 14, el daño económico, fueron muy importantes para definir esa elección, aunque la Unión Cívica Radical ya estaba mostrando las uñas en el 12, no es que aparecieron de la nada, tuvieron sus votos y venían creciendo.
RH: A mí me gusta mucho esa idea, es decir, el hecho de que en nuestro tiempo cualquiera que opina sobre las elecciones lo primero que se pregunta es cuál es la situación económica, cómo está el bolsillo de la gente. Y creo es una pregunta relevante para la Argentina en 1916, porque ese fue un momento muy duro, como nunca.
PG: Probablemente de los más duros que haya vivido la Argentina.
RH: Y para la experiencia de esa sociedad, sin duda, el más dramático, luego de una etapa de crecimiento muy fuerte. Eso, combinado con el hecho de que Yrigoyen era muy bueno, porque entendió una cosa, que creo no hemos enfatizado lo suficiente y es que antes, cuando votaban pocos, bastaba con movilizar a un sector menor de la población, pero él se dio cuenta que cuando el voto pasa a ser obligatorio, lo que había que hacer era apuntar los cañones hacia los indiferentes, no hacia los politizados. Por eso los socialistas no querían voto obligatorio, porque sabían que perdían. Yrigoyen creo que aprendió muy bien eso.
PG: Y generó una red capilar en la sociedad que fue muy importante. No es la única elección en la que el radicalismo da una sorpresa.
RH: Esa fue muy importante, porque además inauguró una etapa de ascenso radical que se continuó sobre todo hasta la elección del 28, que fue una paliza en la que el radicalismo instaló la idea de imbatibilidad. Creo que no se entiende el golpe del 30 sin esa convicción que dice que al radicalismo no se le puede ganar.
PG: Eso genera una desesperación muy grande en los adversarios que terminó en el golpe del 30. Ocurre algo, también ocurrió en el 55, cuando existe un golpe de esa naturaleza y es que la sensación de las fuerzas opositoras al Yrigoyenismo creyeron, como creyeron también los opositores al peronismo, que con eso se terminaba la historia de Yrigoyen, así como más tarde iban a creer que se terminaba la historia de Perón.
RH: Y tenían algunos elementos para sostener esa afirmación, porque después de la gran elección del 28 vinieron dos elecciones en el 29 y en el 30 en las que el radicalismo perdió fuerza.
PG: Perdió fuerza, pero no perdió. Hay que decir las dos cosas. Y en el 30 también en una catástrofe económica que había empezado en el 29 y sin embargo no perdió, lo cual quizá explique de alguna manera una elección a gobernador sorprendente, que es la elección del 5 de abril de 1931 en la provincia de Buenos Aires.
RH: Fue crucial, porque en esa elección el Partido Conservador, pensando que iba a ganar, empujó a Uriburu a dar elecciones y le dijo al dictador “hagamos elecciones, que las ganamos”.
PG: Pensaban que con el golpe de Estado ya había terminado el radicalismo.
RH: Que al barrer al radicalismo del poder le habían cortado mucho de sus recursos, que ya la máquina no iba a funcionar en favor de los radicales, que ahora la tenían ellos y que iban a ganar. Y de hecho fueron a elecciones. Armaron esas elecciones y cuando se contaron los votos, los conservadores perdieron. Creo que eso fue dramático.
PG: Además había ganado el Yrigoyenismo...
RH: Ganó el Yrigoyenismo: Honorio Pueyrredón contra Antonio Santa Marina. Fue dramática, porque ahí se puso de relieve que el radicalismo seguía siendo un actor central y que para que hubiera democracia el radicalismo tenía que estar adentro. No había manera de tenerlo afuera.
PG: De modo que hubo fraude por mucho tiempo, hasta que llegamos a otra elección que uno podría decir que es como la del 16, un cambio de régimen político: Perón en el 46, que inaugura una época de triunfos abrumadores de Perón. Es cierto que fue con el ejercicio de un autoritarismo bastante fuerte, con una cancha inclinada, pero desde el 46 en adelante Perón sacaba 60% de los votos. Me parece que lo importante de la del 46, como vos señalabas antes, no es que Perón gana por mucho, sino que gana sorpresivamente, no se esperaba. Por lo menos es tradición de mi familia decir que no se esperaba.
Perón en el 46 inaugura una época de triunfos abrumadores. Es cierto que fue con el ejercicio de un autoritarismo bastante fuerte, con una cancha inclinada, pero desde el 46 en adelante Perón sacaba 60% de los votos.
RH: Creo que el mejor indicador de que esa elección tiene un carácter sorpresivo es que la propia dirigencia política no lo esperaba, y muy pocos se fueron con Perón. Perón quiso tentar a un montón de dirigentes, gente que entendía cómo era el juego político, no es que eran recién llegados, y ninguno quiso cruzarse. Figuras muy marginales lo acompañaron, pensaban que claramente la victoria iba a estar del otro lado.
PG: Así que jugar a ganador era jugar contra Perón, porque era “el fascismo declinante en el mundo, por qué un militar fascista iba a ganar las elecciones”. Ese era el argumento opositor.
RH: Sí, uno puede formularlo de otra manera, diciendo que todo el arco político existente, todos los que gobernaron la Argentina desde que la Argentina es Argentina, estaban de un lado. Desde los conservadores, que los dejaron un poquito al margen pero estaban adentro, hasta el Partido Comunista, con el radicalismo, el Partido Popular, en su centro. ¿Cómo iban a perder? Y perdieron.
PG: Por eso es sorpresa e inauguración de un régimen, un régimen que dura mucho tiempo. ¿Qué quiero decir con dura? Quiero referirme a la persistencia del peronismo, que se ve elección tras elección. Pero vos me mencionabas hace un rato, antes de empezar a grabar, una elección que es una sorpresa, casi como la del 5 de abril del 31, en términos de persistencia del peronismo. El peronismo está vivo. ¿A cuál te referías?
RH: Quisiera mencionar dos: una durante la era peronista, creo es 11 de noviembre del 51, la reelección de Perón, que ganó por el margen más grande de la historia argentina...
PG: No, hay una que es mayor todavía, que es la elección a vicepresidente del 54, la de Teisaire.
RH: Si, la de Teisaire, cuando muere Quijano. Pero en el 51 las cosas no andaban del todo bien, ajuste, y sin embargo hubo una avalancha de votos. Eso creo que reveló mucho de la potencia del peronismo. Y creo que otra importante es la elección de convencionales constituyentes del 57 con el dictador - digamos así, para ponerlo en los términos en los que lo ponía la oposición-, ya afuera, con libertades para todos, en la que el peronismo, que no pudo competir porque sus candidatos fueron proscritos, mostró que estaba vivo. Y eso creo que fue un poco un baldazo de agua fría.
PG: Salió primero, ¿no?
RH: 24% de los votos en blanco. No es una mayoría, creo que eso hay que señalarlo, pero estaban proscriptos.
PG: En este encadenamiento en el tiempo yo quisiera mencionar una que como niño la viví y llamaba la atención, y llamó la atención de una generación muy entusiasta, que es la elección de Arturo Frondizi, 23 de febrero del 58, si no recuerdo mal, porque era la inauguración de la modernidad, del desarrollo y la modernización en la Argentina. Como si efectivamente, a partir de ahí, sí se podía terminar de superar al peronismo. La Revolución Libertadora no lo iba a lograr, porque no tenía ningún proyecto para lograrlo, pero Frondizi sí tenía un proyecto. A mí esa elección me parece importante por la ilusión que despertó en sectores medios, así como es importante la elección intermedia del 62 para sepultar la esperanza de un proyecto modernizador y desarrollista en democracia. En la del 62 perdió Frondizi en la provincia de Buenos Aires principalmente, y perdió a manos de un candidato peronista, Andrés Framini, un dirigente sindical.
RH: Fue la segunda vez, por lo menos en este recorrido que estamos haciendo, en el que una elección en la provincia de Buenos Aires fue decisiva para sepultar la idea de que, primero el radicalismo, luego el peronismo, ya no estaban en el centro del escenario político.
PG: Modulan parecido en términos electorales la historia del radicalismo y la historia del peronismo. ¿Y cómo seguirías?
RH: Creo que la elección del 73, la del retorno del peronismo, no la pongo tan alto, no a la misma altura que la del 16 o la del 46, porque me parece que confirma algo que estaba. Y prefiero poner en el centro de atención la elección del 83, en la que Alfonsín produjo algo que parecía imposible, porque quebró el axioma número uno de la política argentina, y es que en elecciones libres y competitivas no hay manera de ganarle al peronismo. Y eso inauguró algo nuevo.
En la elección del 83 Alfonsín produjo algo que parecía imposible, porque quebró el axioma número uno de la política argentina, y es que en elecciones libres y competitivas no hay manera de ganarle al peronismo. Y eso inauguró algo nuevo.
PG: Me parece que generó un tipo de esperanza más desde un costado institucional parecida a la de Frondizi. Frondizi era una promesa de otro tipo, pero la de Alfonsín fue notable. Además, fue un triunfo casi paliza, si no me acuerdo mal ganó algo parecido a 52% a 40%, 12 puntos de diferencia. Sabemos que eso terminó mal, sabemos que terminó frustrado, pero ¿se cierra ahí nuestra cabalgata de elecciones que significan un cambio de régimen o sorpresas políticas?
RH: Quisiera introducir al menos una más, que es la elección en la provincia de Buenos Aires del año 2005, que fue el momento en el cual el Frente para la Victoria, los recién llegados y todavía muy huérfanos de poder Néstor y Cristina, doblegaron a Duhalde y a sus peronistas bonaerenses. En esa elección, Cristina le dio una paliza a Chiche Duhalde, que era la candidata del PJ. Sacó creo que 43% de los votos contra 11% de Chiche. El duhaldismo fue destruido en esa elección.
PG: Y entonces ahí auténticamente se inaugura el ciclo del poder kirchnerista, no en el 2003, sino en el 2005.
RH: Porque en el 2003, en el fondo, el que salió primero fue Menem, recordemos eso.
PG: El ciclo kirchnerista, que tiene su clímax, el momento glorioso, con la elección del 2011, pero la elección de 2011 no es una sorpresa ni es un cambio de régimen.
RH: Sorprende por la magnitud de la diferencia con el segundo y por lo que significó en términos de distribución institucional del poder, pero creo que nadie esperaba que en esa elección sucedieran cosas muy distintas a las que sucedieron una vez que se abrieron las urnas.
PG: Vos acabas de decir dos palabras: nadie esperaba. Entonces te propongo cerrar con esas palabras y una reflexión sobre este domingo. ¿Hay algo que vos creés que que pueda ocurrir que nadie está esperando? Y en ese sentido, ¿qué es lo que puede ocurrir que nadie está esperando, y qué consecuencias tendría?
RH: Creo que para responder a esta pregunta tendríamos que hacer otro podcast, pero diría lo siguiente: la última, en el 2019, hubo una elección sorpresiva también. Las PASO del 2019 mostraron que Macri era mucho más débil de lo que creíamos y por tanto no descartaría que haya alguna sorpresa, pero me parece que hay un consenso bastante amplio entre los que miran esta elección que esas sorpresas que puede haber no van a cambiar radicalmente el escenario político. Me parece que nos encaminamos hacia una elección extremadamente incierta, por razones de las cuales ya se ha hablado mucho, pero en cualquier caso tengo mis dudas de que el resultado electoral tenga la envergadura suficiente como para calificar como algunas de las elecciones que estuvimos discutiendo.
PG: Entonces esperemos, la semana que viene en una de esas tenemos que pedir perdón por la forma en que estamos terminando, porque yo creo lo mismo que vos, creo que no va a haber un cambio profundo a partir de esa elección, pero no sabemos, quizás la semana que viene tengamos que volver a hablarlo.
PG/RH/CB