El regreso de la crisis de legitimidad del Estado volvió, como una moda vintage, de la mano de la instalación en los medios de la idea de la ineficacia e ineficiencia de la educación pública (idea que desde los 90, quizás nunca se fue del todo). El discurso de la “crisis de la educación” regresa bajo el gobierno de Javier Milei en momentos de un enorme ajuste económico sobre amplios sectores de la población y de la mano de medidas de gobierno que golpean fuertemente a la Educación y la Cultura.
¿Es posible leer sin libros? preguntaba retóricamente Roger Chartier*. Decía: “El lector que nació en un mundo sin libros, o casi, elige otra narración en la cual el leer es una conquista, no una herencia”. Los alumnos que no son “herederos” de capital económico y/o cultural (en términos hegemónicos) construyen su vínculo con la lectura a partir de aquello que leen en la escuela, o que la escuela les ofrece para leer. En sus vidas la lectura es una conquista, a diferencia de quienes tienen condiciones materiales y culturales en su hogar para acceder y elegir otras lecturas además de las escolares. La escuela, según Chartier, para las infancias sin muchos libros, es una de las mediaciones más importantes con los libros y con la literatura. La escuela debe garantizar el acceso a la cultura letrada, especialmente, donde las personas no acceden por sí solas.
Actualmente en Argentina el gobierno de Milei ha descontinuado la compra de libros de lectura destinados a estudiantes de niveles obligatorios de todo el país. En este sentido, debemos preguntarnos: ¿Cómo es posible romper las brechas de desigualdad educativa si el acceso a los libros (que además son hoy costosos) está vedado?, ¿Qué trucos de magia le pediremos esta vez a los docentes y a la escuela desprovista de libros?, ¿cuánto tardaremos en responsabilizar aún más a la escuela y a la docencia de los malos resultados de esta política?
Esto se produce además, en el marco de preocupantes anuncios e intervenciones del Gobierno Nacional sobre los medios públicos que producen contenido que llega a todo el país (que incluyen el de televisión infantil canal Paka Paka, el Canal Encuentro, y la televisión pública) y/o sobre diversos espacios o programas de promoción cultural -no escolares- para niños y jóvenes (como Tecnópolis, el Centro Cultural de la Ciencia , el cine y el teatro nacional, entre otros).
Este contexto se conecta de maneras particulares con una campaña nacional lanzada por diversos sectores y organizaciones de la sociedad civil con preocupaciones legítimas por la educación de niñas, niños y jóvenes. La misma fue impulsada desde antes de la asunción del nuevo gobierno y reclama por mejores resultados en la comprensión lectora de los estudiantes a partir de las pruebas regionales ERCE 2019. Vinculado a lo anterior, estos resultados se refieren a un período donde el gobierno nacional de Cambiemos también había mermado y discontinuado la entrega de libros.
La campaña que lleva el hashtag (#) “que entiendan lo que leen”, aunque pueda tener buenas intenciones, presenta un slogan que señala a un sujeto que no entiende lo que lee -los estudiantes- y, podríamos suponer que por desplazamiento, a la escuela como institución alfabetizadora y a los docentes, culpabilizando una vez más a su figura tan golpeada. En este aspecto, es necesario pugnar por fortalecer a los docentes en tanto agentes centrales en los procesos de la alfabetización y, más allá del método que se elija, dotarlos de más recursos, autoridad y, por supuesto, libros.
Considerando conjuntamente lo que puede interpretarse del slogan y el contexto, diversos especialistas, entre quienes me incluyo, no acordamos con la controvertida frase. En este sentido, ¿es posible pensar otros modos de direccionar el legítimo reclamo de la sociedad civil- preocupada por la educación, la cultura y la promoción de la lectura de niños, niñas y jóvenes- sin abonar a la idea de “crisis de la educación” tan funcional a las políticas de vaciamiento de la educación pública como a las corrientes privatizadoras?
En tiempos de expansión de la ciencia y de las diversas expresiones de la cultura, de desarrollo de nuevas tecnologías y de uso de la Inteligencia Artificial, ya no solo la alfabetización sino la alfabetización digital son requerimientos para la vida ciudadana. Por ello se torna necesario y urgente demandar al Estado Nacional que garantice el cumplimiento de la Ley Nacional de educación, y restituya los recursos en aquellas áreas que competen a su rol. Democratizar el acceso a la educación y a las diversas expresiones de la cultural de todos los niños, niñas y jóvenes, requiere equilibrar las desigualdades que existen entre las provincias (con distintas capacidades financieras y de gestión). En tal sentido es esperable que más libros lleguen a todos los niños, niñas y jóvenes en cada escuela del país -y no menos o directamente ninguno-. Asimismo, se requiere fortalecer y articular el sistema educativo con las bibliotecas y museos nacionales, las universidades, los centros de divulgación de la ciencia, y los medios públicos con programas culturales dirigidos a las infancias y juventudes.
Por su parte, es celebratorio el interés y las acciones de la sociedad civil y su articulación con los gobiernos locales y con el gobierno nacional en pos de aprovechar la potencialidad de la sinergia, sin dejar de atender a la responsabilidad que cabe a cada uno de los actores en el financiamiento, gestión y articulación de políticas públicas. Es imperante que nuestros gobernantes entiendan que en las escuelas se necesitan libros para leer, porque no es posible enseñar a leer sin libros.
*Chartier, Roger (2017). Leer sin libros. Álabe 15. [www.revistaalabe.com]
DOI: 10.15645/Alabe2017.15.10
DM