DESDE LEJOS, CERCA

A favor de los chismes

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¿Es malo ser chismoso? Es una idea que tenemos muy arraigada, que está mal hablar de otros cuando no están, no se habla a las espaldas de una persona. Pero, ¿quién nunca lo hizo? ¿Nunca comentaste algo con un amigo sobre lo que hizo otro? ¿Nunca charlaste con un colega de lo que dijo otro o lo que hizo un jefe? Todos lo hacemos. Quizás con más o menos culpa, pensando que está mal. Pero, ¿y si no está tan mal?, ¿Y si hasta pueden ser positivos los chismes?

Bien o mal le dedicamos un montón de tiempo a los chismes, y específicamente a hablar de otros. Las estimaciones varían, pero hay un estudio en el que grabaron partecitas aleatorias de lo que las personas hablaban durante varios días y encontraron que pasamos casi una hora al día chismoseando (52 minutos para ser exactos). En este caso, definido como tiempo que pasamos hablando sobre una persona que no está presente. Pero no todo eso es negativo. De hecho lo que encontraron es que la mayoría de lo que se hablaba sobre terceros era neutro. Hay mucho que es simplemente comentar lo que otros hicieron o dijeron sin necesariamente criticarlo. 

Los chismes cumplen un rol social, que es el de establecer las reglas de un grupo. Si llegás a un nuevo laburo y escuchás que están criticando a uno que no está porque nunca paga lo que debe del almuerzo, te queda bastante claro que ese tipo de actitudes te van a complicar las relaciones. Se sabe quien es el que clava a sus compañeros y se desliga del trabajo o el que cuenta todo lo que pasa al resto. Hablar de los otros funciona un poco como los cuentos de niños con sus moralejas: una forma de ver qué es lo que está socialmente aceptado. Quizás el ejemplo más claro de esto son los chismes de famosos, donde podemos dedicar horas a ver si nos parece bien o mal lo que hizo un desconocido total. 

Esta función de mantener las reglas sociales a través de los chismes ha sido muy estudiada en distintos contextos, desde equipos deportivos hasta empresas. Y que tengan este rol no los vuelve en sí ni positivos ni negativos. Depende de qué tipo de regla social se esté manteniendo. Puede ser una forma de reforzar discriminaciones hacia quien sea distinto, como puede ayudar a que las personas no se traten de aprovechar de otros. 

Pero hay otra función social que pueden tener los chismes y que sí es positiva: acercar a dos personas. Y acá sí tienden a ser los chismes negativos los que mejor funcionan. Hay un pequeño punto de quiebre en las relaciones, cuando nos estamos conociendo, en el momento en que compartimos alguna maldad sobre otra persona, que genera una complicidad, una cercanía. 

Esto se ha estudiado mucho en el mundo laboral. En una investigación, analizaron los diferentes vínculos laborales y amistades de una organización a lo largo de un año. Y a través de entrevistas y cuestionarios vieron que las personas primero compartían algunos chismes y luego se volvían más cercanos. Y es que hay algo de poder chismosear con otro que implica un secreto compartido, un cierto nivel de confianza y valores compartidos, criticamos lo mismo.  

El chisme puede reforzar reglas sociales muy negativas, excluir a quienes sean diferentes y generar entornos muy densos. Por eso hay que consumirlo con moderación

Y los comentarios positivos sobre un tercero no tienen el mismo efecto. Una de las formas en las que estudiaron esto, fue tomar a un grupo de personas a las que le pedían su opinión sobre otra persona -con cosas positivas y negativas-, y luego le decían que justo después iban a conocer a alguien que pensaba como ellos. Cuando esa coincidencia se daba en los aspectos negativos, las personas se sentían más cercanas a quienes iban a conocer que cuando coincidían en lo positivo. Saber que al otro también le cae mal alguien nos acerca más. 

Un poco de chismoseo compartido tiende a acercar a las personas, pero todo tiene su límite. En uno de los estudios que se hicieron, vieron también que cuando una persona era vista como muy chismosa empezaba a generar rechazo. Los que eran considerados muy conventilleros no generaban tantas amistades. Porque una cosa es que el chisme ocasional genere cercanía, otra cosa es cuando la persona va por el mundo compartiendo secretos y entonces ya no señala una complicidad especial sino solo una falta de discreción, y la amenaza de ser uno el objeto de los chismes apenas demos vuelta la espalda está demasiado presente. 

Y por supuesto, el chisme puede traer consecuencias negativas. Puede reforzar reglas sociales muy negativas, excluir a quienes sean diferentes y generar entornos muy densos. Por eso hay que consumirlo con moderación. Pero usarlo como un alivio temporal, una forma de ventilar frustraciones y generar vínculos con otros puede funcionar como un buen pegamento social. Y además, que aburrido sería todo si no tuviésemos los chismes.