Toda la semana preocupados por esta lucha de clases, si son presenciales o virtuales. Los padres y madres de los colegios caros amenazaban con un abrazo simbólico. Ezequiel, un papá amigo, me dijo: “Es probable que a ese abrazo mandaran a sus empleadas domésticas para que lo hagan”. La derecha se apropia de la educación como yeite, algo que, sabemos, jamás le importó. También habla todo el tiempo de la libertad: Mario Vargas Llora suele hacer panegíricos de ésta y recomienda el libro de Mauricio Macri porque, dice, “se nota que lo escribió él”. Acá habría que poner risas Sony, esas risas que el capitalismo te pone en las comedias yanquis para que vos ni siquiera tengas que reírte.
Games of Thrones es una obra maestra. Yo tardé mucho en verla porque no me atrae la memorabilia medieval. Pero apenas la empecé a ver me di cuenta que no trata sobre la Edad Media sino sobre una época todavía más oscura: la nuestra. Cuando surge una obra tan potente, modifica todo, tanto para atrás como para adelante. Como lo notó Borges con la obra de Kafka. La ficción de George Martin, sampleada por HBO, es como si a la obra de Tolkien la hubiese escrito Louis-Ferdinand Céline. Céline, un enfermo mental crecido entre guerras, un genio de la prosa, no se conformaba con tres semanas de repliegue, decía que había que cerrar al mundo durante dos o tres generaciones.
Es imposible ver GOT y no reflexionar sobre la pandemia. The winter is coming es el slogan con el que se espera lo peor. Vienen los muertos vivos comandados por el Señor de la Noche. A diferencia de nuestro país, frente a un mal tan potente (uno de los Lannister -el Matarreyes- le dice a su hermana Cersei, reacia a unirse a sus enemigos para combatir el mal superior: “No se trata de una lucha entre Casas, se trata de una lucha entre los vivos y los muertos”), cuando las cosas se ponen feas las familias que hasta ese momento se están matando desde tiempos milenarios, para ocupar el Trono de Hierro, deciden reunirse y combatir juntos. Esa escena donde se debate el acuerdo es genial. Tyrion Lannister, encarnado por Peter Dinklage, el actor que se parece a Batistuta, empieza diciendo: “Sabemos que somos personas que no nos caemos bien, pero en este caso hay algo superior que está viniendo y es necesario unirse”. El Personaje de Tyrion la rompe, porque como casi todos en GOT es un personaje inestable, va mutando. Tyrion es el que lee. Y uno de los pocos que va a sobrevivir. Lo tomo como un mensaje sobre la lectura. Leé y vas a sobrevivir.
Es increíble lo poco que tarda en unirse un domingo con otro, son como postes que vemos en una carretera desde la velocidad del auto. El otro domingo estaba con mis hermanos y decidimos ver el partido de San Lorenzo y River. Lo tuvimos que ver en una pequeña computadora. Alejandro, un amigo gallina que había almorzado con nosotros, nos dijo, “es mejor que lo vean así, en esa mierdita no le vamos a romper el culo sino el culito”. No reímos. Nos invitó a verlo en su casa, en cinemascope, pero le dijimos que no: hacía mucho que los tres hermanos no veíamos juntos un partido del Casla. Antes de que se fuera, debido a la excepcionalidad del evento (lo vimos en una tablet, con la posibilidad de que se corte a cada rato porque es por internet ) le digo a Alejandro: ojo que tal vez esto sea como lo de la pelota naranja.
El seis de abril del 86 River y Boca se enfrentaron en la Bombonera y River ganó dos a cero. Los dos goles los metió el Beto Alonso y el primero, de cabeza, lo hizo con una pelota naranja. Era como si un guionista hubiera dicho: hoy va hacer un gol Alonso, River va a dar la vuelta olímpica en la Boca, metamos algo que se recuerde por siempre. Fue como si el Beto cabeceara al Sol. La Tango naranja fue una idea de Gatti porque, decía, con los papelitos blancos la pelota habitual no se iba a ver. Gatti atajó para la selección argentina en Kiev bajo la nieve, creo que ahí la pelota era roja o naranja, para distinguirla. Para el arquero de Boca fue como el regalo envenenado del que habla Lacan.
Me impactó lo que juega River. Es un equipo menos personalista, es más equipo. Da la impresión de que, como le pasa a los organismos de los pulpos, si le cortás un tentáculo, al rato Gallardo sabe hacer que le salga otro. Toma la forma que quiere y la estrategia que le conviene, es como el capitalismo. Lo que sentenció al partido fue una fatalidad, Uvita metió el gol que Higuaín erró en el Mundial de Brasil. Y Torrico y los centrales de San Lorenzo sacaron todo.
Después del partido volví en bicicleta bajo una llovizna tenue, eufórico por haber estado con mis hermanos en un largo domingo hermoso. Cuando llegué a mi casa sonó el teléfono de línea y me preocupé, ya que es un número que sólo tiene la mamá de mis hijos. Pero era un periodista que llamaba de la otra punta del mundo, donde se estaban despertando. Se ve que le había pasado ese fono por mail y me había olvidado que me iba a llamar. Me preguntó por el título del último libro que publiqué, me dijo que le llamaba la atención. Le conté que era un título que le había robado a Antonio Cisneros, un gran poeta peruano que había publicado sus reseñas periodísticas bajo el nombre de Papel para envolver pescado. Nunca pude conseguir ese libro mítico. Cuando colgué, me quedé pensando en Cisneros, en todas la veces que anduvimos juntos de un lado para otro. El lunes por la tarde me lo encontré en un bar de la vuelta de mi casa. ¿Cómo puede ser? Antonio lleva muerto ya varios años. Pero me acordé que los grandes poetas a veces logran crear un doble alquímico que está ahí dando vueltas por la ciudad para que recordemos volver a leerlos. Volví a casa y leí Cuatro boleros marroqueros: “Con las últimas lluvias te largaste/ y entonces yo creí/ que para la casa más aburrida del suburbio/no habrían primaveras/ni otoños ni inviernos ni veranos/Pero no/ las estaciones se cumplieron/ como estaban previstas en cualquier almanaque/Y la dueña de casa y el cartero/ no me volvieron a preguntar por Ti”.
FC