–Teresita Frías, para InfoSalta y Radio Caput, de Buenos Aires. Mi pregunta es la siguiente: Teniendo en cuenta que las políticas keynesianas a las que hacías mención se aplican en Estados Unidos, ¿por qué considerás que, en Estados Unidos, desde el New Deal en adelante, funcionaron y acá no?
–Me querés explicar cómo hizo (Franklin Delano) Roosevelet para aplicar las políticas keynesianas de un libro que todavía no había sido escrito (Teoría general del empleo, el interés y el dinero, 1936). ¿Entendés primero eso? Listo, a ver. ¿Entendistes (sic) eso? Acabás de decir una burrada y lo que voy a hacer es tratar de desasnarte. Te voy a tratar de desasnar ¿Vos sabés lo que es el mercado? (…).
–Usted dice que el keynesianismo es totalitario, pero usted al responderme la pregunta que le hice para que me dé su postura y su visión, me trató de burra.
–¿Y acaso no dijiste una burrada? Me parece que tenés ahora problemas de comprensión. Tenemos problemas graves de comprensión (lee un fragmento de Keynes). ¿Necesitás que te lo lea de vuelta?
–¿Me lo podría leer de vuelta?
–Va despacito para que me entiendas. Me parece que la única que tiene dudas en esta sala sos vos. (A los gritos) Hablás de keynesianismo y no leíste nada de keynesianismo, no sabés nada…. Yo no soy totalitario. Solamente estoy diciendo que sos una burra y que hablás de cosas que no sabés.
–Si usted lo dice yo lo respeto, porque creo en la pluralidad de voces.
–Ta bien, pero pluralidad de voces no es que dos más dos es igual a 57.825. Dos más dos es cuatro, no es una cuestión de apreciación artística. Lo que dijiste es una burrada. ¿De qué me venís a hablar? La totalitaria sos vos, que te ponés a opinar de cosas que no sabés un carajo.
–¿Hace falta el tono fuerte?
–Sí, porque cuando uno se encuentra con la masa impenetrable… Te leí cuatro veces un párrafo de la Teoría General y no la entendiste. Tu problema es un problema de soberbia que no sabés un carajo y opinás de lo no sabés. No es un problema de percepción personal. Mirá si se te ocurre hacer un puente con tus ideas, vas a matar a un montón de gente. Encima me lo querés cargar a mí.
La escena tuvo lugar en el Colegio de Abogados de Metán el martes 26 de junio de 2018. Javier Milei había llegado a esa ciudad del centro-sur de Salta invitado por su promotor en la provincia, el latifundista y entonces diputado (Cambiemos) Alfredo Olmedo.
La presencia del economista, quien ya era un asiduo personaje del prime time del canal América, convocó a la feligresía evangelista que sustenta a Olmedo, productores agrarios, profesionales y dirigentes políticos de Metán.
El plan económico de Mauricio Macri acababa de caer al precipicio del megaendeudamiento y la fuga. Eran semanas en las que Milei, auspiciado por Eduardo Eurnekian, en plena negociación por los aeropuertos, disparaba llamaradas de furia contra el Gobierno, pero estaba todavía lejos de cualquier proyecto presidencial.
Me puse en blanco y pensaba ‘no llorés, no llorés’, porque trabajo con víctimas de violencia y sé que el violento goza con la humillación. Y aunque me costó, en ese momento, la verdad, me felicité
Durante su disertación, el economista apeló a su repertorio habitual de groserías contra Macri, quien no era su aliado “el presi” de ahora, y contra su blanco favorito, el kirchnerismo y los socialistas.
Teresita Frías trabajaba en Salta capital, pero estaba por esos días en Metán, su ciudad natal. Antes de cursar Comunicación en la Universidad Nacional de Salta, había estudiado Economía un tiempo, por lo que tenía claro el peso de las teorías de John Maynard Keynes en el paradigma capitalista que sucedió a la Gran Depresión. Aunque el New Deal de Roosevelt fuera precedente a la Teoría General, la pregunta de la periodista salteña era a todas luces pertinente.
Durante la catarata de improperios acompañados por alguna risa entre el auditorio, Frías, madre de dos hijos y entonces de 34 años, se fijó una meta: no llorar ni abandonar el lugar. “Me puse en blanco y pensaba ‘no llorés, no llorés’, porque trabajo con víctimas de violencia y sé que el violento goza con la humillación. Y aunque me costó, en ese momento, te digo la verdad, me felicité”, relata la periodista a elDiarioAR seis años después del ataque de ira de Milei.
El siguiente turno para preguntar le tocó a Rodrigo García, presentador del noticiero de canal local Spacio Televisión. Dijo que el maltrato a su colega le había quitado las ganas, y que, por lo tanto, le sugería al expositor que le pidiera “disculpas a una dama”.
“Lo tuyo es un acto de populismo barato. Sos un impresentable. La falta de respeto es hablar sin saber”, respondió Milei.
Luis Vera, un dirigente de la UCR de Metán, intercedió y le dijo a Milei que era un “irrespetuoso”. Más gritos del “Javi, genio”, alabado cada noche en “Animales Sueltos”. Allí entró en acción Germán Maurell, director de Tránsito de Metán, conocido como “sheriff”, 1,90 metros, 120 kilos. “Vení a decirme a mí que soy burro. Burro sos vos”.
Milei bajó el tono. “La falta de respeto es hablar sin saber”. Acudió a su auxilio un rastrero. “Estamos hablando de economía, dejemos de joder. El que no sabe, que no se meta. Aprendan a usar la cabeza”. Reivindicado, el ultraderechista cerró el acto. “Muchas gracias a todos, igual”. Aplausos.
La periodista salteña y el porteño avasallante
A Frías le pesó mucho en los años siguientes ser identificada como la víctima de Milei. No era el papel que había elegido, ni para ella ni para un hijo pequeño ni una hija entrando en la adolescencia. La cuestión pasó a mayores cuando sus redes sociales se empezaron a poblar de agravios y amenazas de muerte. Tuvo crisis de pánico. Cada tanto, cuando el video se vuelve a viralizar, los ataques recrudecen. No obstante, Frías siguió trabajando tanto en InfoSalta como en Radio Caput.
Reflexiona Frías. “Un porteño avasallante, soberbio, al agricultor rico de Metán lo obnubila, y al pobre, lo somete. Para muchos era el ‘catedrático’ que los hacia reir. Milei demostró que tiene un desprecio por el marrón. Jamás en la vida habría pensado que una morocha del Norte, petisa como soy yo, con todos los rasgos bien salteños, le podía salir con una pregunta así en Metán. Si quedaba en evidencia que no podía explicar Keynes, se le caía toda la farsa que se veía en televisión”.
Olmedo, el diputado macrista y anfitrión de Milei que le abrió las puertas en Salta, se aproximó más tarde a Frías y le pidió que lo apartara del revuelo que comenzaba a tomar la agresión en redes sociales, porque él “no tenía nada que ver”. “Pídame disculpas en público, no en privado”, le respondió la periodista.
Una fiscal actuó de oficio y denunció a Milei por violencia de género. La causa tuvo un breve recorrido, motivó una restricción para actividades del economista en Metán, y terminó en archivo.
Un mes atrás, Frías llevó a su hijo a una peluquería de la ciudad de Salta. El peluquero la reconoció. “¿Vos sos a la que Milei le gritó?”.
El pesar fue tamizado con el paso del tiempo. Los hijos crecieron y se dieron cuenta de que el recelo que provocaba su madre en el pago chico en los meses posteriores al ataque fue la obra de un violento que abuso de su posición de privilegio. Ese violento hoy preside la Casa Rosada. “Soy periodista, trabajo hace muchos años. No quiero que cualquier cosa que diga o haga sea asociada a ‘la agredida por Mieli’”.
El derecho a decir “burra”
Dos días después de la horror show en el Colegio de Abogados de Metán, Javier Milei conoció a Jorge Lanata en los estudios de Radio Mitre.
–Sucede que hoy a la mañana trasciende que Milei estuvo en Salta, en el Colegio de Abogados, y hubo una discusión con una periodista a la que terminó increpándola y diciéndole ‘sos una burra’. En este país donde nade dice nada, donde está cada día más lleno de analfabetos, me parece que es totalmente reivindicable. Hubo todo un movimiento feminista, kirchnerista, dedicado desde ayer a decir que esto era un insulto sexista. No podemos pensar que los insultos a las mujeres valen doble o cuatro o 32…. Me imagino que Milei, a quien acabo de conocer, también se lo diría a un tipo, a un gay, a cualquier persona, si considera que es burro. No pasa nada que una persona te insulte en medio del fragor de una discusión. Lo que me parece sano es que podamos decir las cosas cuando el otro no sólo está equivocado, sino está equivocado de mala fe, o no sabe, o discute sin estar preparado. Si no, todo es tan panelísticamente correcto, que es un embole, porque cualquier opinión da igual. ¿Qué tal Milei, cómo andás?
–Qué tal Jorge, un placer enorme y un honor estar con todo tu equipo. Lo que vos decís es tal cual.
La hora siguiente de Radio Mitre —40% de la audiencia AM de Buenos Aires— fluyó con Milei envalentonado. El agresor mintió aviesamente sobre cómo se había dado el intercambio con Frías, sin ninguna objeción de sus entrevistadores. A las denostaciones a Keynes le siguió un segmento sobre sexo tántrico. Según el economista, su aptitud para mantener erecciones firmes sin eyacular llevó a que le pusieran el mote de “vaca mala”. Las risas incontenibles de la mesa de Lanata Sin Filtro, de la que formaba parte el hoy diputado Martín Tetaz, ayudaron a llevar el momento.
El ultra entretenía, daba rating y ponía sobre el tapete argumentos con los que los grandes grupos mediáticos, en el fondo, no estaban muy en desacuerdo
La humillación a la que Milei sometió a Teresita Frías marcó un hito. Fue un caso palmario de avasallamiento hacia una persona con indudable menor poder simbólico que el blanquito que pavoneaba sus insultos y sus erecciones en la televisión porteña.
Pero lejos de sentar un límite, no hizo más que potenciar a un violento que comenzaba a copar el horizonte mediático. El ultra entretenía, daba rating y ponía sobre el tapete argumentos con los que los grandes grupos mediáticos, en el fondo, no estaban muy en desacuerdo.
El Foro de Periodismo Argentino (Fopea), integrado por más de doscientos profesionales de prensa, no se pronunció en su momento por el ataque a Frías. Hacia el fin del Gobierno de Macri, esa ONG, que tenía una conducción íntimamente vinculada al Ejecutivo —no es la actual, de perfil crítico—, estaba mucho más preocupada por defender el buen nombre de su cofundador Daniel Santoro, procesado un tiempo por supuesto espionaje ilegal junto al falso agente Marcelo D’Alessio, contertulio en “Animales Sueltos”.
“Javi” siguió siendo parte del elenco estable del programa de Alejandro Fantino e “Intratables”, en América, y pegó el salto a las grandes ligas. Mirtha Legrand le tendió la mesa, varios periodistas establecieron vínculos que terminarían con despacho oficial y los multimedios La Nación y Clarín le abrieron sus puertas a esa “expresión del enojo” que vehiculizaba un economista que en cada una de sus presentaciones era un compendio de microfascismos.
Milei no fue un cometa que irrumpió en un remanso bucólico de convivencia democrática.
Cadena de agravios
En la Argentina de estos años, escuchar que los familiares de desaparecidos hicieron “un negocio con los derechos humanos” y que Estela de Carlotto “va a tener que decir cuánta guita hay detrás de cada encuentro de un nieto” fue parte de la música cotidiana.
La Nación y Clarín le abrieron sus puertas a esa “expresión del enojo” que vehiculizaba un economista que en cada una de sus presentaciones era un compendio de microfascismos.
Cada anochecer de los canales de noticias y cada mañana de media docena de radios ofrecen un repertorio sobre quienes “laburan de piqueteros y muchos no son argentinos”, “negros de mierda” y el “salame” Santiago Maldonado, que no sabía nadar y “se ahogó”. “Van a correr”, amenazó una conductora antes de que la corrieran a ella por alguna interna sórdida en el canal que financian allegados a Macri. “La gente en la calle dice ‘los quiero matar’”, graficó Elisa Carrió.
Cristina Fernández de Kirchner, hoy en declive, no concita tanta atención, pero antes fue descripta en el mainstream de los medios como “una psicópata que cree en sus delirios”, “la ladrona más grande de la historia”, “una pobre vieja enferma sola y peleando contra el olvido”, “una mierda”. “La banda que vino a robar un país entero”, “una desgracia” o “nostálgicos de los que ponían bombas en los setenta” son frases que se escriben solas en los editoriales del diario La Nación, que no por circunspectos, dejan de ser groseros.
Fernando Sabag Montiel leyó cómo soplan los vientos a su modo, consiguió un arma, la colocó a centímetros del rostro de Cristina, gatilló y se trabó el percutor.
Macri, Milei y Luis Caputo son calificados con frecuencia como “malos bichos”, “hijos de puta”, “mafia” o “trastornados” en medios opositores, que tienen menos alcance y ventanas de difusión que los oficialistas en un sistema con altos niveles de concentración, pero están lejos de ser marginales. Hasta hubo llamados a la agresión física contra “ellos”. “¿Por qué tenemos que tener miedo nosotros?”.
Los fariseos del republicanismo hicieron un mundo con el famoso 678, la “tanqueta” que combatía al ejército de la “corpo”, pero acaso sus inspiradores hayan sacado alguna conclusión sobre las consecuencias nocivas de extender los límites de la ridiculización y la ofensa selectivas desde la pantalla de un canal público que, por mandato legislativo, debía ser plural.
La época pinta el cuadro. El contenido violento y vulgar puebla el panorama audiovisual de punta a punta, desde los asuntos políticos hasta las descripciones del clima. “Buen día. La concha de la lora, qué frío hace esta mañana. Son las 7.30. Agenda cargada de noticias”.
Revelación tardía
Un día de abril, Milei llamó “ensobrado” a Lanata y aludió, sin nombrarlo, al columnista de La Nación Jorge Fernández Diaz, porque “escribe cada pelotudez” y es un “imbécil”. El ultra apuntó en la misma semana contra blancos más previsibles, como Víctor Hugo Morales y Jorge Fontevecchia, y pidió bloquear la presencia de oficialistas en el programa de Romina Manguel en Canal 9.
Por ahora, el enemigo en común que representa cualquier hipótesis de retorno de un proyecto político kirchnerista o de izquierda parece actuar como factor de cohesión de última instancia
Se trató de una andanada que siguió a muchas otras, pero esta vez alcanzó a firmas importantes de los dos principales grupos mediáticos. La relación entre la gran prensa y el Ejecutivo de Milei tiene aristas en tensión. Segmentos de los socios en Papel Prensa que actúan en modo de oficialismo propagandístico colindan con otros de perfil crítico. Por ahora, el enemigo en común que representa cualquier hipótesis de retorno de un proyecto político kirchnerista o de izquierda parece actuar como factor de cohesión de última instancia.
Para el sistema de medios más influyente, la oleada de ataques actuó como un “principio de revelación”, en los términos de Milei, quien suele interpretar hechos como instancias que dividen aguas. Los medios mainstream, sus asociaciones empresariales y sus ONG se pusieron en guardia y proliferaron declaraciones, entrevistas y comunicados de repudio.
Se dio la paradoja de que Lanata, en su respuesta al ataque de Milei, esta vez sí incluyó el nombre de Teresita Frías, a quien junto a Milei había estigmatizado como “bruta” seis años atrás.
Que el más insultante de una era insultante haya ganado las elecciones y sea el Presidente de Argentina excede el análisis del discurso público. Ganaron los agravios de Milei, pero también su promesa de hacer sufrir a la población en aras de lo que escribieron alguna vez economistas sin relevancia, su goce con la quiebra de empresas, su crueldad con los pacientes de tratamientos médicos, su enaltecimiento de la ignorancia, su desprecio del saber, su fortaleza con los débiles y su sumisión ante los poderosos.
La prepotencia de Milei lo pinta de cuerpo entero y desprestigia al cargo que accedió por mandato popular, pero los choques con periodistas famosos son el menor de los problemas sobre la libertad de expresión, si acaso lo son. No todo lo disgustante pone en jaque el derecho a la información. Si alguna estrella de los medios un día se siente agraviada por un Gobierno, probablemente tendrá a mano acudir a un canal de televisión para cantar “queremos preguntar”, y si al tiempo se siente consustanciada con un presidente de otro signo, lo podrá entrevistar y le consultará si se halla tan en su eje como Mandela.
Amenazas reales
Distinta es la agresión a una “morocha del Norte, bien salteña”, por el poder estigmatizante que tiene el poder centralista de Buenos Aires, y porque la precarización de las relaciones laborales en el periodismo, que se da en todo el país, pero con más profundidad en las provincias económicamente más desfavorecidas, es un campo mucho más fértil para la censura y el amedrentamiento.
En Córdoba, el exjefe de Policía provincial Julio César Suárez fue condenado en 2018 a dos años y dos meses de prisión por amedrentar al periodista Dante Leguizamón, a raíz de su persistente investigación de un caso de gatillo fácil. “Me voy a encargar de vos”, le dijo Suárez al periodista de los medios públicos de la Universidad Nacional de Córdoba.
El periodismo hoy se encuentra expuesto ante la temeridad de Patricia Bullrich y sus protocolos. Como ocurrió en 2017, en ocasión de las protestas contra la reforma previsional, decenas de trabajadores de prensa fueron disparados con balas de goma de la Policía el pasado 2 de febrero, durante la cobertura de una concentración contra la ley Bases. La pérdida de un ojo u otras consecuencias graves son una cuestión de azar. En ambas ocasiones, la encargada era la misma ministra cuyo invariante no es ideológica ni partidaria, sino su apego a la violencia por la violencia misma.
Las acechanzas que provocan el declive y la reconfiguración de la sustentabilidad económica del periodismo son múltiples y graves, pero una medida llevada a cabo a las apuradas por el Gobierno de Milei es en sí misma el mayor ataque contra el derecho a la información en décadas.
El cierre de la agencia de noticias Télam, por lejos, la más importante de América Latina, deja áreas temáticas y geografías silenciadas. La forma atropellada en que el Ejecutivo ultraderechista acomete sus decisiones ubicó a Télam en un limbo y a sus trabajadores, en la absoluta incertidumbre.
El cese de una agencia de casi ocho décadas de trayectoria, cuyo funcionamiento era evidentemente mejorable, provocó goce en alguna voz afín al libertario, que luego, si toca, se escandaliza por esa cloaca que son los tuits de Milei.
SL/DTC