“Hay un sector de la población que no tiene ropa para elegir”, me dice Lucas Carrieri, diseñador en Rosario de la marca de indumentaria Carrieri. “Eso pasa porque son gordos”, aclara. El tema lo preocupa y ocupa, es el resultado de la discriminación de una industria que sólo piensa en cierto tipo de cuerpos, los delgados, y que, además, cobra caro para el bolsillo del consumidor, en un país donde comer es caro, por lo que también deja afuera a millones de personas que no pueden acceder económicamente a los productos de primera necesidad: la comida, la ropa. Y aunque no vamos a hablar acá estrictamente de economía, ¿Se puede eludir fácilmente la economía? Parecería que no, que la política de los números nos atraviesa como una daga. Siempre.
Lucas egresó en 2021 de la facultad, en la ciudad santafesina, y creó en el margen del Paraná una marca independiente cuyo pilar es “tratar la indumentaria slow fashion, una moda de transformación lenta y genderless, sin género, que unifique y permita que cualquier persona” pueda ponerse sus prendas, más allá del género y la genitalidad con los que habiten y que todo el proceso de encontrar su estilo y de portarlo, se realice sin cambiar de forma constante, aumentando la creatividad en las combinaciones y el modo de uso. “Como persona gorda y como emprendedor chico, intento ofrecer la posibilidad de que todes accedan a una ropa copada, que salga de los parámetros normativos”.
“Tengo dos espacios”, me cuenta Lucas, quien además asiste a la artista textil, docente, vestuarista de teatro y tejedora de esculturas Marina Gryciuk, gestora de nuestro encuentro. “En uno trabajo ropa con talles y en otro, para poder abarcar todos los cuerpos, diseño a pedido del cliente. Tomo una idea que me trae y la vamos trabajando y desarrollando juntos. También trabajo para personas muy flacas, a las que se les dificulta encontrar ropa. Lo importante es estar al alcance del cuerpo que sea”.
“Siempre pensé que es muy importante incluir todos los cuerpos dentro del diseño de indumentaria, yo mismo padecí esta complicación como usuario. Es una problemática que se viene arrastrando desde hace muchísimos años y que se está perpetuando a través de las grandes marcas, sobre todo, que no tienen en cuenta a una parte numerosa de la población a la que no les resultan ponibles sus talles. Es básico que las personas tengan acceso a la comida y a la ropa, son derechos elementales: que sean accesibles desde todos los puntos de vista. Tenemos acá varios problemas para resolver, debemos hacer algo para incluir a los diferentes, bah, todos somos diferentes porque somos humanos”, señala.
No nos cansamos de repetirlo. Hace mucho que se instauró la tradición de diseñar para cuerpos flacos y hace relativamente poco tiempo, para la duración de las etapas históricas, que surgieron en distintas partes del mundo activistas que se pusieron a analizar y cuestionar ese gesto social.
“Por supuesto que esta propuesta sobre los cuerpos flacos siempre es una consecuencia y el cúmulo del hacer de muchas industrias, la de la moda, la de la belleza, la de la salud. Todo un negocio sobre el que raramente nos ponemos a pensar si está bien o mal organizado, que apunta a destacar las bondades de los cuerpos flacos y los relaciona directamente con lo saludable y bello, repercutiendo en el ensalzamiento de un cuerpo hegemónico que se ha perpetuado en el tiempo y excluye a los que no lo son. También es cómodo decir éste es el cuerpo modelo y no replantear y transformar todo lo que conlleva admitir que hay otro tipo de cuerpos”.
“Tal como están las cosas, no tengo dudas de que se puede diseñar, aunque en mi caso y el de otros emprendimientos pequeños, es un poco más costoso tener una curva amplia de talles”, advierte Lucas. “La ley de talles debe poner el énfasis en las grandes empresas textiles, en las grandes corporaciones, que encabezan, lideran las ideas y bajan tendencias a la población a través de la publicidad. Desde ahí hay que buscar el cambio para no seguir dándole continuidad a una idea nefasta que se toma como buena: ser gordo no está bien.”
La asociación de gordura con dejadez “tiene que ver con ideas muy antiguas que cada vez más fomentan la telebasura y otros medios de comunicación. El pico de esta apología flaca fueron los años noventa, el puntapié de la cultura obsesiva por la delgadez, las dietas y el ejercicio. Creo que lo que subyacía en esta obsesión era crear un malestar general en la población, una pérdida de la autoestima general”, reflexiona el diseñador.
“Hace un tiempo descendí bastante de peso y ahora entro de las normas, al usar (¿ser?) un XL o un L, pero toda mi vida tuve un cuerpo gordo y es muy frustrante no poder hacer algo tan básico como es vestirse como te gusta. Implica dejar de lado tu identidad y lo que querés comunicar a través de la ropa y la moda. No poder elegir qué ponerse es terrible porque terminás teniendo que adaptarte a lo que hay en tu talle, que raramente tiene que ver con tu deseo. Cuando yo era chico, por ejemplo, tenía que usar ropa muy grande, de personas grandes, y no me gustaba. Es una situación que te puede llevar mentalmente a lugares muy depresivos, dañarte porque hay todo un circuito que piensa exclusivamente en un tipo de cuerpo, que no es el tuyo. Si una persona no encaja en esas medidas, ¿qué hace? Por lo pronto se vuelve alguien triste, cree que ella es el problema cuando, en realidad, el problema es externo. Se puede luchar. A mí me ayudó saber que había una problemática social, no tomarlo como algo personal, sino que la industria de la ropa y las marcas están constituidas de manera errónea. Mi cuerpo no es el problema”.
“La ropa para personas gordas suele ser fea, sin forma, porque sigue la idea falsa de que al cuerpo hay que taparlo, esconder sus supuestos defectos, disimular sus errores. Por eso es muy común el uso de ropa negra, grande, ancha, que tapa. Es similar y está alineado con la otra idea sobre los cuerpos gordos portadores de seres dejados, que no se ocupan de sí mismos. Lo que hay que dejar de hacer es seguir señalando ese cuerpo como uno que está mal y que la respuesta sea esconderlo detrás de la ropa”.
Sobre la ley de talles, Carrieri dice que “es fantástica, aunque hay que ver cómo se aplica, como va a funcionar, como van a ser los controles. Hay que estar detrás de las grandes marcas de ropa, las que tienen mucha visibilidad, las que bajan línea y formatean la cabeza de la gente sobre qué se usa. Cuando la ley sea una herramienta ayudará bastante. Por ahora, al menos en Rosario, no se está aplicando, pero sé que se está haciendo un estudio antropométrico de los cuerpos argentinos, reales, no los que nos venden desde Europa o los Estados Unidos. Habitamos acá y las medidas deben ser nuestras, no australianas. Se debe respetar la diversidad, para lo cual una guía certera, equitativa, igualitaria, sería muy eficaz porque actualmente te pegan cualquier cosa en la etiqueta. Como emprendedor es muy difícil trabajar, todo depende de tu esfuerzo subjetivo, no tenés ninguna clase de apoyo. Pero sigo adelante, como tantos otros. Aunque en nuestra ciudad el activismo gordo es casi nulo, queremos decirle al mundo quienes somos y eso también lo hacemos a través de la ropa. La indumentaria es un acto comunicativo, social, visual. Vestirse es hablar de cómo es uno, cuando salís a la calle, en el trabajo, donde estudiás, en las reuniones. Es fundamental que haya variedad para poder elegir”.
LH