OPINION

Menotti, el refundador de la selección

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 César Menotti fue muchas veces vanidoso y soberbio. Y tuvo un ego enorme en su momento de mayor poder. Sin embargo, me concedió acaso la nota más rápida de su vida no para hablar de él. Le pedí si podía ayudarme a recordar a Alfredo Cantilo, el presidente de la AFA que lo defendió cada vez que los militares quisieron echarlo antes del Mundial 78.  

 Socio del Jockey Club, cercano al Opus Dei, Cantilo, abogado impulsado por la dictadura para asumir en la AFA, sabía que Menotti, DT de la selección desde 1974, se había afiliado al Partido Comunista. El Flaco creyó que su salida era un hecho después del golpe de Estado de 1976. Pero a Cantilo le encantó su proyecto. Y su apoyo a Menotti, me contó el propio DT, fue clave para ganar nuestro primer Mundial, un triunfo justo aun en medio del horror. 

 ¿Tendría que haber renunciado Menotti? Es un buen debate. Joao Saldanha, periodista que fue DT de la selección de Brasil hasta meses antes del Mundial de México 70, también él miembro del PC en su país, me contó alguna vez que le dijo a Menotti que debía renunciar, que los militares lo estaban “utilizando”. Y que El Flaco le respondió que tenía “todo bajo control”. El propio Saldanha había dirigido a Brasil en plena dictadura de Garrastazu Medici. Se fue pero porque los militares aprovecharon un conflicto que tenía el DT con Pelé para echarlo apenas antes del Mundial 70.  

 ¿No renunció acaso a la selección argentina antes del Mundial 78 nada menos que su capitán, Jorge Carrascosa, fiel intérprete de Menotti desde el Huracán campeón de 1973? Carrascosa renunció por algo tal vez más profundo que la dictadura. Se acercaba el Mundial 78. Vivíamos en “un país hecho pelota”, como graficó un poema del periodista Carlos Ferreira. Carrascosa no soportó sentirse en el centro de ese escenario. Renunció a ser el Daniel Passarella del 78. El capitán levantando la Copa de nuestra primera Copa Mundial. Jamás se golpeó el pecho por su actitud. Y mucho menos criticó a sus compañeros que decidieron quedarse.  

 Menotti tenía 39 años cuando Argentina ganó la Copa. Hasta meses antes, se reunía clandestinamente con autoridades del PC para tener más seguridad sobre sus acciones. Mantuvo en su casa escondida durante un mes a una militante de Montoneros a la que rescató acompañado del exjugador, DT y líder sindical Adolfo Pedernera, que tuvo el ok previo de un militar amigo. 

Se declaró en contra del Golpe apenas se produjo, firmó en 1980 una primera y valiente solicitada reclamando por los desaparecidos y, cuando en alguna entrevista radial le preguntaban qué tema musical quería escuchar, él provocaba pidiendo a Mercedes Sosa, que estaba prohibida por la dictadura. Y citaba siempre a su admirado Osvaldo Pugliese, otro artista histórico afiliado al PC (la relación PC-dictadura, ambigua, es digna de una historia aparte). ¿Tenía un DT de fútbol obligación de pronunciarse así? Menotti, de discurso rico, delicia de periodistas en todo el mundo, no fue un DT cualquiera. Fue ante todo un hombre político.  

 El Flaco siempre creyó que debió aceptar saludos protocolares inevitables, como la visita a la Casa Rosada con todo el plantel en la previa del Mundial, que incluyó apretón de manos con el dictador Jorge Videla. Trampas a las que no pudo escapar, como el día que el general Leopoldo Galtieri cayó en helicóptero a la concentración de Mar del Plata, rodeado de periodistas, y le tiró un abrazo, apenas días después de que el DT (febrero de 1982) había criticado duro a la dictadura en la revista La Semana. Y otras veces en las que él mismo admitió que dijo alguna “pelotudez”, como cuando José María Muñoz lo “puso” en comunicación con Videla apenas conquistado el Mundial Sub 20 de Japón 79, y Menotti habló de “una manera de vivir de los argentinos”. Eran días del famoso slogan de la dictadura: “los argentinos somos derechos y humanos”.  

 El contexto de la dictadura sirvió a un proyecto de selección que prohibía la venta de jugadores al exterior. Pero no hubo prohibición real de crítica al DT, más allá de un comunicado interno en apenas una radio y al que ni siquiera periodistas de esa emisora le dieron bola. Por lo contrario, Menotti recibió duras críticas en la previa del Mundial y sufrió campaña mediática de un sector de la dictadura que quería poner en su lugar a Juan Carlos “Toto” Lorenzo, exitoso entonces en Boca. Pero allí fue el turno de Cantilo: “Si lo echan a Menotti –advertía el abogado– me voy yo también”. Se dirigía especialmente al contraalmirante Carlos Lacoste, el hombre fuerte del deporte en aquellos años, vicepresidente luego de la FIFA, mano derecha del almirante Emilio Massera.  

 Es cierto, en sus tiempos de mayor éxito Menotti, hiriente con sus críticos, se sintió casi Perón. Vuelta la democracia, sufrió un libro de título injusto (“El DT del Proceso”). “¿Y vos que eras entonces? ¿El periodista del Proceso?”, respondía fastidiado porque muchos que en su momento habían acompañado a la dictadura, decía El Flaco, parecían “Montoneros o Tupamaros” cuando se recuperó la democracia. El Mundial 78 quedó bajo la lupa. Algunos militantes de derechos humanos creyeron que Menotti podría haber dicho algo más en el momento de la conquista. El Flaco me contó que él, como militante político, sabía por supuesto que una dictadura atropellaría derechos humanos (las dictaduras eran moneda corriente entonces en toda Latinoamérica). Pero que solo años después tomó dimensión del horror: que se arrojaban personas vivas al Río de la Plata, que se torturaban embarazadas y se secuestraban a los recién nacidos. Sintió igualmente que no debía darle explicaciones a nadie porque jamás se sintió cómplice de nadie. Por esa actitud, rehusó debates públicos en los que seguramente él podría haber ayudado a contar mejor de qué modo fue manipulado el fútbol en los años de plomo. Fue una pena.  

 Llegaron luego las conquistas siguientes de México 86 y Qatar 2022. Y la jerarquización que, de allí en más, fortaleció primero el pecho siempre inflado de Diego Maradona y luego la tozudez de Leo Messi, más Carlos Bilardo, Lionel Scaloni y el resto, claro. Antes que todos ellos, hubo un pionero que rescató a la selección de un pozo. Un hombre político y que era una Biblia futbolera, pero que entendió que el fútbol en Argentina era mucho más que un 4-4-2 o un 4-3-3. Que era pertenencia, cultura y fiesta popular (jamás juguete del poder de turno, fuera dictadura o democracia). En sus últimos años, acierto pleno de Claudio Tapia, presidente de la AFA, El Flaco ocupó un rol de honor en las selecciones nacionales. Lo merecía. El fue el refundador.

EFM/DTC