La estúpida economía y otras cosas que hay que hacer para ganar las elecciones de EEUU
Cada cuatro años la ciudadanía de EEUU vota en noviembre los 538 grandes electores que en diciembre integrarán un Colegio que decidirá quién asumirá en enero la presidencia y gobernará el país durante los próximos cuatro años. Un candidato necesita ganar 270 votos en el Colegio electoral para ser elegido presidente. Según los sondeos últimos en este país bipartidista, en este país a la demócrata Kamala Harris le faltarían 44 votos y al candidato opositor republicano Donald Trump le harían falta 51 para hacerse con la presidencia. En cada elección, esos votos están en unos pocos estados, menos de 10 en un país federal donde hay 50, y el esfuerzo de campaña de los dos partidos y los dos candidatos está concentrado en esta disputa. El martes 10 de septiembre el debate cara a cara entre Harris y Trump será decisivo. Decenas de millones de televidentes seguirán por hora y media frente a las pantallas un espectáculo destinado a movilizar el voto de unos pocos miles de personas.
Una democracia donde podemos votar a los que pueden votar
En EEUU el pueblo no elige a su presidente: elige a quienes lo eligen. Si la actual vicepresidenta y candidata presidencial demócrata Kamala Harris derrota al ex presidente y candidato presidencial Donald Trump, por primera vez desde 1781 ocupará la Casa Blanca una mujer y por segunda vez una persona de color. Al retirarse de la carrera electoral, el presidente Joe Biden la dejó al frente de la fórmula partidaria.
El martes 10 Harris se enfrentará a Trump en un debate televisado que será crucial y que presenta riesgos de una singularidad única y sin par entre las democracias occidentales. Será una performance retórica y polémica de extrema exigencia ante decenas de millones de televidentes que seguirán la controversia en vivo. Sin embargo, basta mirar la letra chica de la legislación para advertir cuán provinciano y municipal resulta el más global de los espectáculos políticos televisivos. Porque el verdadero, desesperante destinatario son unos pocos miles de votantes en sólo 7 de los 50 estados de EEUU. Los votos que decidirán la elección.
Según los sondeos de intención de voto, un quinto del electorado declara que el tema que más le importa es el ingreso de migrantes sin documentos ni control fronterizo. El candidato republicano Donald Trump promete deportaciones masivas. La deportación de migrantes en masa es una solución mucho más popular mientras no ha ocurrido. Presenta dificultades prácticas, y es costosa. Es un operativo complicado y se requiere de mucho personal policial para encontrar e identificar personas que por nada del mundo quieren ser encontradas y que encuentran auxilio de otras personas que no quieren que las encuentren, porque son sus amigos, o sus explotadores.
A cada estado se le atribuyen por ley un número fijo y parejo de dos grandes electores correspondientes a los dos senadores que representan a cada uno en la cámara alta del Congreso y un número variable proporcional a la población. Datos y números relativos se actualizan según las informaciones de los censos decenales. California es el estado con más electores (54) y Wyoming el de menos (3).
Aquí interviene la norma clave determinante del resultado final de la elección presidencial. Que se suma a la de la elección indirecta. El número total de electores que cada estado aporta el Colegio es proporcional, pero la elección de los electores de cada estado no es proporcional a los votos obtenidos por cada partido rival. El partido que gana más votos en un estado se gana todos los electores de ese estado. Si en noviembre los demócratas ganan 1 voto más que los republicanos en California, en diciembre los 54 electores californianos en el Colegio electoral que votará al presidente serán todos demócratas. Winner takes all: la minoría no tiene representación en el Colegio.
Cómo movilizar el voto de los que mueven su voto
Por largas tradiciones históricas, por la constancia de los datos de las encuestas de intención de voto, que reiteran las mismas estadísticas elección presidencial tras elección presidencial, se puede anticipar con certeza el voto de la mayoría de los estados. Hay estados ‘sólidamente’ rojos (el color republicano, el de las corbatas de Trump) como Carolina del Sur y hay sólidamente azules (demócratas, y además habitualmente marítimos) como Nueva York. Entre medio, los llamados swing states: estados que, también según el registro histórico, también según la compulsa de los sondeos, oscilan en su voto de elección a elección entre los dos grandes partidos. Sólo en ellos se hace campaña, a ellos hablan los candidatos.
Los swing states de 2024 son siete, y se dejan clasificar en tres grupos geográficos, económicos, sociales e históricos. Michigan, Wisconsin, Pensilvania corresponden al llamado rust belt. Es el cinturón oxidado de las viejas fábricas con chimeneas de la siderurgia, la metalurgia y la industria automotriz. Tradicionalmente demócratas por su población sindicalizada, de clase obrera, de overol azul, con mayor porcentaje afroamericano.
La expresión rust belt proviene de una fórmula acuñada por Walter Mondale. El candidato demócrata que desafió, sin éxito, a un Ronald Reagan que ganó su reelección era rust bowl, el recipiente o ensaladera de herrumbre. En la Depresión de la década de 1930 se llamó dust bowl, recipiente de polvo, a los estados del sudoeste deprimidos por la recesión y por catastróficas tormentas de polvo. Dos de estos estados, Arizona y Nevada, integran lo que ahora se llama sun belt, cinturón del sol, y también están entre los swing states de la elección presidencial de este noviembre. En Nevada está Las Vegas y el paraíso del juego sufrió por la pandemia, Arizona es un estado mayormente desértico limítrofe con México y un quinto del electorado de EEUU dice que la inmigración indocumentada que entra por la frontera sur es el principal motivo de sus preocupaciones.
Los otros dos swing states, Georgia y Carolina del Norte, son antiguos estados esclavistas que en 1861 declararon su Secesión del gobierno de Washington para formar una Confederación del Sur. A esto siguió la Guerra Civil hasta la victoria de Abraham Lincoln y del Norte en la batalla de Appomattox en 1865.
De lejos parece bella: siluetas de la economía de EEUU
La creación de empleo en la presidencia Biden se ha registrado entre aquellos mejor pagos y el salario mínimo ha sido elevado a alturas antes impensadas. subido. Hecho el balance al fin de los cuatro años de su mandato, el saldo luce nítido: la cantidad y la calidad del empleo han aumentado. En los sondeos, esto parece irrelevante al electorado, y la repregunta donde le piden opinión sobre informaciones optimistas de la realidad macroeconómica le suele resultar irritante.
La tasa de inflación es baja, pero los precios de los alimentos han subido un 20 por ciento. Es un hecho perturbador, porque resulta inocultable. Es la realidad económica que todas las familias enfrentan todos los días en todos los supermercados. Por más que en todos los celulares todos los días todo el tiempo la campaña demócrata les esté recordando por todas las redes que los números de la (macro)economía de Washington y Nueva York son lo suficientemente altos como para que los envidien en Bruselas y en Frankfurt. La campaña demócrata insiste en que el electorado vea lo que no se ve y a la campaña republicana no le hace falta insistir para que vean cuánto pagan por la comida y por el combustible y recordarles que con Trump pagaban menos y vivían mejor: sólo aquel futuro que se parezca lo más posible a un pasado identificable merece ser vivido.
Los alquileres han aumentado, ha aumentado el precio de la propiedad inmueble y el sueño americano de la casa propia se ha vuelto quimera de la que las clases medias deben desengañarse. Las tasas de interés de los préstamos inmobiliarios siguen sostenidamente elevados.
Los valores de las hipotecas (mortgages), el préstamo bancario concedido sobre la garantía de la vivienda que se adquiere y que es la deuda que se paga hasta que cancelada la última cuota el ocupante devenga propietario, no son asequibles ahora para la mayoría de las clases medias. Las condiciones de acceso a los bienes inmobiliarios nunca se han visto tan deterioradas desde la posguerra.
Mi raza y mi género pero mis derechos
Kamala Harris no juega ni la carta racial ni la de género. En su discurso en la Convención de Chicago donde aceptó su nominación como candidata presidencial oficial del partido Republicano, jamás mencionó que si ella es elegida para la presidencia, sería la primera mujer y la segunda persona de color en la Casa Blanca. En cambio, la carta favorita, eficaz y reiterada de Harris es la defensa de los derechos reproductivos de las mujeres. Pero sí la del aborto. En varios estados habrá referendos sobre el aborto el 5 de noviembre, el mismo martes de la elección presidencial.
La revocación de la protección federal del aborto por un fallo de la Corte Suprema con jueces propuestos por Trump es vista como el símbolo perfecto del reaccionarismo machista del ex presidente republicano. Según las tendencias de los sondeos de intención de voto, los varones votan por Trump, las mujeres por Harris. La vicepresidenta candidata es la campeona de los nuevos derechos de la mujer, y busca movilizar.
Trump no se queda atrás en su atención al aborto. Ahora sabe mostrarse moderado. El candidato republicano responde a los evangélicos que la cuestión del aborto deben decidirla los estados (como sentenció la Corte de Washington), que una prohibición federal no es viable. Esta discordia en su base electoral podría hacer perder votos a los republicanos.
Una cintura cósmica: la frontera sur
Harris recordará a su electorado las escenas separación de madres e hijos migrantes que se vieron cuando se obedecían las directivas más estrictas de la administración Trump en la frontera con México y evocará la crueldad del trato infligido a mujeres y menores y su encierro en jaulas.
Desde diciembre, las interceptaciones de migrantes sin documentos han bajado a los números más bajos en cuatro años. Este y otros éxitos de la presidencia Biden ocurrieron en la segunda mitad del mandato del presidente. Ya había sido retirada Harris de la dirección del asunto, que le había sido asignada con pompa y con sorna presidenciales en 2021 y cuyos resultados le habían valido el calificativo que, antes de ser candidata presidencial oficial, más había repetido la prensa, aun la oficialista, para la vicepresidenta: incompetencia.
La gendarmería de EEUU, literalmente en inglés the Border Patrol, fue creada por una ley del Congreso en 1924. Cien años después, viven en EEUU 11 millones de migrantes sin documentos y la mayoría de este número reside y trabaja en el país desde hace unos 10 años. Hay 1,3 millones de migrantes que esperan su deportación: ya ha sido ordenada pero aún no ha pedido ser ejecutada.
Trump promete deportaciones masivas. La deportación de migrantes es una solución mucho más popular mientras no ha ocurrido. Presenta dificultades prácticas, y es costosa. Es un operativo complicado y se requiere de mucho personal policial para encontrar a personas que de ningún modo quieren ser encontradas y que encuentran auxilio de otras personas que no quieren que las encuentren, porque son sus amigos, o sus explotadores. También le harán falta, a un gobierno orgulloso de su aislación, acuerdos con socios internacionales donde aterrizar a las masas deportadas. Por todo esto, fue el turno del candidato republicano a vice de exhibir la nueva prudencia partidaria. J.D.Vance, joven senador del hoy muy azul estado de Ohio en el Medio Oeste, se mostró gradualista: “Empecemos deportando un millón, y después vemos cómo seguimos”.
AGB
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